Capítulo 3: Caída

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Después de una horrible pesadilla, se despertó de golpe. El repentino sonido de su celular la asustó más aún.
Era “Sofía” diciéndole que había llegado a Valle. Intentó mandarla de regreso por teléfono sin éxito, tras varias interrupciones de la verdadera Sofía. Al final, solo colgó sin coordinar nada, pues esta última acababa de decirle que era hora de rezar.

La pelirroja llegó corriendo a la capilla.

—Ya llegué, ya vine, ya llegué...—agitada, se sentó. —Perdonen la demora. Acá estoy. —se sentó junto a Azucena, Sofía, Agustina y Mechita.

—¿Usted está acostumbrada a llegar a todos lados siempre a la hora que le da la gana?

—Sor Diana, es primera vez que llega tarde. La soberbia y la envidia son dos de los siete pecados capitales. —le recordó Azucena con la mirada puesta al frente.

—Y disculpe, Sor Diana, pero para que vaya sabiendo un poquito más de mí, una de las cosas que más me molestan es que me hablen cuando estoy recién levantada. Si quiere, después le cuento del problema que tuve. —miró al frente de nuevo.

—Discúlpeme usted a mí, señorita, pero para que vaya sabiendo un poquito más de mí, me parece tremenda malcriada.

—Ay, ya, Sor Diana. No creo que este sea un buen momento para discutir. Estamos rezando, ¿podemos seguir? —Agustina, fastidiada, metió su cuchara.

Todas cerraron los ojos nuevamente con sus rosarios en mano.

—El ángel del Señor anunció a María.

—Y conc...—el resto de las alumnas, novicias y monjas intentó responder.

—El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de Su nombre, para nuestro b...—María Camila empezó a responder al inicio del Ángelus hecho por Diana; pero como nadie más habló, abrió los ojos y se encontró con las miradas de las cinco que estaban en el mismo banquillo. —Uy, perdonen. Se me olvidó por un momento cómo iba.

—¿Se le olvidó, o será que nunca ha querido aprendérselo? ¡Es de lo más básico, por el amor de Dios! —habló firme sin llegar a gritar. Acto seguido, suspiró profundamente y volvió a cerrar los ojos. —Vamos de nuevo... El ángel del Señor anunció a María.

—Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. —Azucena y Mechita respondieron un poco más alto de lo normal, queriendo que la voz de la pelirroja pasara desapercibida si volvía a equivocarse.

—Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores...

—Y en mi última agonía, sé mi amparo y protecc...—continuó con los ojos cerrados, pero el que el resto se callara no la dejó continuar e hizo que abriera los ojos otra vez, para encontrarse con algunas miradas confundidas y una fulminante.

Menos mal, cuando rezaban, se separaban en grupos y no estaba pasando tamaña vergüenza delante del colegio entero.

—¿Tampoco ha querido aprenderse el Avemaría?

—No, pasa que mi cerebro no funciona de madrugada. Perdone.

—¿Cuál perdone? Usted es una vergüenza.

—A ver, ¿sí o no que estamos en el Siglo XXI y no en la Edad de Piedra? —miró a las que estaban a su lado, quienes seguían confundidas a más no poder.

Sin embargo, decidieron olvidarse del tema y continuar. Cuando estaban por rezar la última oración del Ángelus, la Madre Superiora llegó a informarles que esa noche, tendrían que volver a rezarlo junto al Rosario, pues un grupo de señoras de la tercera edad iría a pedir por el alma del Padre Alfonso y de sus difuntos.

Por Nuestros PecadosWhere stories live. Discover now