En la batalla del risco, el rey en el norte, Robb Stark fue herido, una flecha atravesó su armadura e hirió su hombro, el rey fue llevado al castillo para ser curado, pero sus heridas eran tan graves que llamaron a Leonor de Castamere, una bruja de...
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El Camino del Río 299 d.C.
—Yo lo sabré, y bastardo o no, es mi hijo, y planeo cuidarlo como tal.
Suspiró, el brazo le dolía, pues sin duda Robb estaba poniendo más presión en su agarre de lo que pretendía, pero no permitiría que él lo notara, ese ya no era el hombre gentil que había conocido un par de noches atrás, en sus gélidos ojos ya no veía a aquel joven melancólico, que había encontrado consuelo en sus brazos tras enterarse de la muerte de su familia, delante de ella ahora estaba el rey en el norte, y la mera idea de hacerlo enfadar la aterrorizaba.
—Soy una sanadora mi señor, sé cuando una mujer está embarazada y le puedo asegurar que no lo estoy, e incluso si no confía en mi palabra, puedo preparar y beber en frente de usted el té de luna...
—¡No! —Leonor se estremeció y por algún motivo ello consiguió que Robb soltara su brazo, ella dio un paso atrás. —¡Olyvar! —gritó él sin dejar de verla a los ojos.
El mismo hombre, que la había salvado y escoltado a la habitación del rey, abrió la puerta.
—Leonor ha aceptado acompañarnos a Aguasdulces, viajará en la carreta de los sanadores, acompáñala en el viaje y asegúrate de que no le suceda nada.
—Por supuesto majestad.
El caballero de la casa Frey sostenía la puerta abierta esperando a que saliera, pero ella no podía despegar su mirada de los ojos azules de Robb.
Un par de noches atrás la habían llevado a cuidar de un joven moribundo, uno que al borde de la muerte le había mostrado un poco de cariño, el suficiente para que se encariñara y olvidara que era un lobo con el que estaba tratando, y ahora ese lobo que en inicio parecía tan solitario e inofensivo, le estaba demostrando que tenía colmillos.
Leonor hizo una leve reverencia y dejó la habitación, mientras que Olyvar Frey cerró la puerta a sus espaldas.
—Por favor sígueme —ella asintió y caminó detrás de él.
El caballero de la casa Frey era un joven alto y un poco robusto que la hacía sentir pequeña e indefensa en comparación, pero de alguna manera su rostro la tranquilizaba, no sabía si era su sonrisa o sus ojos burlones, o quizá fuera su cabello rizado que se rehusaba a ser controlado, pero había algo en el que la hacía confiar en él.
Olyvar la condujo por los pasillos del castillo hasta llegar a las carretas que se abastecían de provisiones a las afueras de las cocinas.
—Esa es la de los sanadores —dijo señalando una vieja carreta de cuatro ruedas a la que cinco mujeres cargaban con comida, —Nos moveremos después de que el rey lo haga, así que deberías aprovechar y comer algo antes, yo debo hablar con mi hermano, pero volveré pronto —Olyvar miró a su alrededor antes de continuar —Y mmm... si yo fuera tú no trataría de volver a huir, no terminó precisamente bien la última vez.