Capítulo 4

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Narrado por Irene:

Me despierto y siento unas manos en mi cintura. Instantáneamente me sale un:
–Buenos días, Pablo, mi amor–Inmediatamente me acuerdo de donde estoy y con quien. Abro los ojos de golpe y veo los suyos. Me ha oído . "Mierda."

–¿Le echas de menos, no? –Contesta Inés quitándome las manos de encima.

–Sí, la verdad es que sí y a los niños también.

Ella sólo asiente y se levanta de la cama.

–Voy a ducharme.–Dice secamente.

"¿Pero por qué parece que le ha molestado? No Irene,no pienses tonterías."

En ese momento envío un mensaje a mis compañeros y les digo que cambié mi ave. Me invento una excusa y compro dos billetes.

Se acaba de duchar y después voy yo.
Al salir del baño, me encuentro en la mesa de la habitación el desayuno. Ella estaba frente al espejo

–¿De verdad has pedido el desayuno en la habitación? Hasta para eso eres Pija! –Digo riéndome.

Ella me mira en el espejo seria y me asiente.

Me acerco por detrás y le toco el hombro. –¿Estás bien, Inés?
Veo como ella cierra los ojos, suspira y me dice:

–Sí , vamos a desayunar.

Narrado por Inés:

Minutos antes.

"No me puedo creer que me haya confundido por Pablo. Y encima se queda tan ancha y disimula. Inés,para. No pienses eso. Ella está casada y enamorada y es normal que se acuerde de su pareja. A ti, Irene Montero no te importa nada."
Salgo del baño. Y sin decirnos nada entra ella. Antes de vestirme pido el desayuno en la habitación para darle una sorpresa. Al rato llaman a la puerta y ordeno que lo pongan encima de la mesa.

Cuando me estoy maquillando, sale ella. Ve el desayuno y me hace una broma.
Actúo como una borde y le contesto mal. "Mierda, Inés." Se me acerca y me toca el hombro.
Un escalofrío recorre mi cuerpo."Inés, no."
Decido actuar normal y vamos a desayunar. Pasamos la mañana entre risas. Me siento tan bien con ella...

–Gracias Irene, me has ayudado tanto... Gracias por hacerme reír y olvidarme de mi mierda de vida por un rato...

–Gracias por nada, con tu sonrisa me vale. –Me responde cogiéndome de las manos.

Me pongo roja y se las rozo con mi pulgar.
Terminamos de recoger y salimos a coger un taxi. Llegamos a Sants.
Nos subimos al Ave y menos mal que en nuestro vagón no hay nadie. Así podemos estar las casi 3 horas juntas y tranquilas.

Pasamos el tiempo charlando, hablando de la vida y olvidándonos de todo lo demás.
De repente la llaman y por falta de cobertura se levanta y va hacia adelante.
"Y si la invito a comer?" Pienso.
"Cuando venga se lo digo, no me quiero separar de ella."

Vuelve sonriente y se sienta. Seguimos hablando y de repente me armo de valor.

–Irene, cuando lleguemos a Madrid, ¿Te apetece ir a comer a un restaurante que conozco?–A ella se le cambia la cara–. Es un poco pijo, pero te gustará.–Digo riendo para quitar tensión.

–Perdón Inés... Me encantaría pero Pablo me va a ir a buscar con los niños e iremos a comer juntos.

–No pasa nada, tranquila, soy tonta— Me pongo nerviosísima y no sé dónde meterme, quiero huir de ahí– Me voy al baño.–Me levanto de golpe y salgo corriendo y la escucho a lo lejos decirme :

–¿Pero Inés estás bien?

"Mierda Inés, mierda, ¿qué creías que ahora era tu mejor amiga, que no se separaría de ti nunca? Tiene una familia, una vida, deja de ser una ridícula."
Me mojo un poco la cara y decido regresar.
Cuando llego, ella me mira y yo le dedico una media sonrisa que me devuelve.
Desde ese momento no hablamos más.
Cada una escuchaba su música y estaba a su bola hasta que de repente la escucho cantando.
–"En el hueco que va del hombro a tu cuello, ya me atreví a dejarte alguna cosa... No juegues si es que no vas a quemarte, no reces si la fé ya no te importa..."
–¿Vanesa Martín?¡ No sabía que te gustaba!
–Jajajajaja es muy amiga mía desde hace unos años! Tiene talento, eh?- Me responde ella con una cara de felicidad que no soy capaz de aguantar.
–Ah, mira tú que bien- Le respondo secamente.

Pasa el tiempo y ya llegamos a Madrid. Me despido de ella con dos besos sin apenas hablarle y me voy corriendo a por un taxi. No me apetece nada ver a Pablo y a su familia feliz.

Narrado por Irene:

Llegamos a Madrid. Inés la última hora estuvo rarísima, no me habló y cuando hablamos de Vanesa, parece que le incomodó.

Se despide de mí con dos besos rápidos y se va a toda velocidad.
Subo y busco con la mirada a mi familia y ahí los veo. A mis dos pequeños y a Pablo. Mis niños vienen corriendo hacia mí y los beso y abrazo como si llevase dos años sin verlos.
Pablo se acerca y me da un suave beso.
Fuimos a comer y pasamos lo que quedaba del día entre besos y caricias fugaces, hablando de todo un poco, incluso le conté lo de Inés (aunque muy por encima) y disfrutando de los niños mientras jugaban.
Pero la realidad es que yo estaba ahí físicamente presente, pero mi cabeza estaba en otro mundo. El mundo al que Inés me transportaba.

Nos hace falta valorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora