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Cada uno de los músculos de su cuerpo ardía como si hubiera sido lanzado al séptimo círculo del infierno. La cabeza le palpitaba, amenazando con explotar con cada pequeño movimiento que hacía. El solo hablar con Yoongi por teléfono había sido insoportable, pero después de todos los correos de voz que había recibido, cada uno más desesperado que el anterior, necesitaba asegurarle a su pareja que no estaba muerto en una zanja de algún lugar.

Dios, odiaba mentirle a Yoongi. Odiaba guardarle secretos. No importaba que mientras menos supiera, más seguro estaría. Aún se sentía un imbécil por mentirle. Una pequeña y hueca voz en lo profundo de su cabeza argumentaba que no había mentido en absoluto, simplemente había sido un poco escueto con los detalles.

Aunque esa excusa no lo hacía sentir mejor. Yoongi era su pareja, y se merecía algo mejor de lo que le había ofrecido hasta ahora. Tendrían que hablar, y pronto. Con un poco de suerte, para cuando Yoongi llegara a casa del trabajo, él estaría casi curado de su entrenamiento de "obediencia".

Hoseok gruño ante el término. Era cuestión de poder, puro y simple. Sus supervisores simplemente deseaban recordarles a sus empleados quien era el jefe y que podría pasarles si se pasaban de la raya. Aunque nada de eso era necesario. Hoseok, al igual que sus compañeros guardias, eran muy conscientes de las ramificaciones de la rebelión.

Hundiendo la cara en la almohada Hoseok inhaló profundamente, sonriendo suavemente cuando se dio cuenta de que la esencia de Yoongi había penetrado en la funda. La dulce fragancia lo rodeaba como un bálsamo tranquilizador, relajando sus músculos tensos y adormeciéndolo.

Realmente necesitaba bañarse, limpiarse las heridas antes de que terminara envenenado con la plata, pero no podía hacerlo. Le dolían hasta los huesos y cada flexión de sus músculos mandaba un dolor insoportable que perforaba cada centímetro de su cuerpo.

Mientras calculaba cuanto tiempo le llevaría curarse, se dio cuenta que podría reducirlo. Si no se bañaba y extraía la plata de su piel, le tomaría mucho. Yoongi entraría en shock si lo viera así.

El pensamiento del rostro dulce de Yoongi distorsionándose en una máscara de temor fue el factor determinante para que finalmente apretara los dientes y se despegara del colchón. Un gemido subió desde su pecho, pero evitó un alarido al apretar sus labios aun más fuerte.

Revisó las sábanas e hizo una mueca ante las oscuras manchas donde su sangre se había filtrado a través de su ropa y sobre la cama. Tendría que limpiar eso antes de que Yoongi llegara, pero podía esperar un poco más. Su cuerpo estaba muy cansado, y en ese momento no tenía fuerzas para hacerlo.

Se arrastró como un hombre viejo hasta el baño y se detuvo justo cuando había alcanzado la puerta al escuchar el ruido de llantas sobre la grava en el camino a su casa. Un momento después la puerta de un auto se abrió y se cerró, y se escucharon pasos subiendo las escaleras del frente.

Antes de que pudiera decidir qué hacer, la puerta delantera se abrió haciéndole saber exactamente quien estaba en casa. —¿Hoseok? ¿Dónde estás?

Respirando profundamente y apretando los dientes tan fuerte que le dolía la mandíbula, Hoseok se apresuró al baño tan rápido como su abusado cuerpo se lo permitía y cerró la puerta con llave. ¿Qué demonios estaba haciendo Yoongi allí? Le había dicho que no fuera hasta que terminara su trabajo. ¿Por qué el hombre tenía que ser tan terco?

—¿Hoseok? —Yoongi lo llamó otra vez. Se escucharon pasos en la alfombra de su cuarto que se detuvieron justo del otro lado de la puerta del baño—. Hoseok, abre la puerta.

—Estaba a punto de darme un baño. Saldré en un minuto.

—Rogando porque Yoongi aceptara eso y rezando porque su voz no se hubiera escuchado muy lastimada, Hoseok entró en la ducha con cuidado y abrió los grifos. ¿Qué demonios hacía ahora?

Diseños 2 -  HopeGaWhere stories live. Discover now