| Capítulo 4 |

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Respiré profundo, tratando de regular mi respiración porque la cercanía de Valentina estaba haciéndome jadear dejándome sin control sobre mi propia respiración.

Vi como el semáforo cambiaba a amarillo y supe que no iba alcanzar a pasar así que reduje la velocidad deteniendo el auto. Recliné la cabeza hacia atrás tratando de olvidar la mirada de Valentina sobre mí porque aunque no la veía podía sentirla.

—No me mires que me pones nervioso —traté de sonar casual, relajado y divertido y esperaba que ella lo tomase así.

—Es interesante saber que te pongo nervioso...

—Pues lo haces y no me parece que sea una buena idea —dije echando mi cabeza hacia atrás.

—Yo no he hecho nada comprometedor, si las ideas rondan tu cabeza ese ya no es mi problema

No podía negarlo. Ella tenía razón, las imágenes y sensaciones que había tenido en aquel vestidor seguían en mi cabeza y necesitaba quitarlas.

—No es por las ideas, es por la tensión sexual que hay entre nosotros.

—Pues relájate, no vamos a follar en el auto. Solo fue un beso y, no digo que lo olvidaré, pero si te sirve de algo podemos fingir que nunca pasó —sugirió con una sonrisa.

—Un beso como ese no se olvida, pero estoy de acuerdo en fingir que nunca pasó —concordé

La bocina del vehículo de atrás me hizo mirar por el retrovisor y reaccionar, puse cambio y acelere para avanzar por las avenidas.

—Digamos que fue para reforzar la amistad.

—Pues tenemos una amistad un poco extraña la verdad, pero es linda —dije sonriéndole sin apartar la vista del camino.

—Pues, tu estabas enamorado de mí cuando éramos niños —la diversión en su voz me hizo sacar una risita nerviosa y quedarme unos segundos sin palabras.

—Éramos niños, amor platónico y puedo decir en mi defensa que, eran mis hormonas de adolescente entrando en acción.

—Tu puedes echarle la culpa a las hormonas y a lo que quieras. Al parecer, sigo teniendo mi encanto.

—Ajá, la chica irresistible. Sí cómo no —me quejé burlesco.

—Lo soy, y lo sabes muy bien —dijo coquetamente ella.

Seguí conduciendo por la ciudad, había un poco de tráfico a ésta hora pero no el suficiente como para retrasarnos. Pronto llegaríamos a nuestro destino.

—Recuerdo que rechazaste a medio colegio.

—Inclusive a ti —añadió ella riendo.

—Auch, recuerdos que duelen —dramaticé—. Fuiste la primera niña a la que me declaré y me rechazaste, la peor primera experiencia de la vida.

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