XXIII

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—No estoy realmente seguro de que esto sea buena idea...

Con sus dedos helados tomando cada parte de la ventana observó directo hacia abajo, en donde se veía su jardín apenas iluminado por la luz que reflejaba la Luna. Jungkook notó que tragó saliva, ya que esa bella nuez de Adán subió y bajó con leves danzas logrando que se pierda en aquel elixir. Con el leve frío chocando en sus costados, bajó un poco su rostro para poder quedar a la altura de Taehyung.

—Tae, no tienes que tener miedo a volar. Es algo normal. —Las alas de Jungkook se movían en compaces perfectos y precisos, logrando un reflejo de aires que parecían malditos. Con una mueca de inseguridad inminente, el castaño quiso volver a mirar hacia abajo, pero supo que así sería peor.

—¡Volar no es algo normal! El acné, masturbarse, esas son cosas normales. No esto. —Exclamó con sus bicolor casi estallando de la indignación. Porque bien sabido que su vida no era un cuento de hadas, sino más bien uno de santos y demonios. Pero eso no perturbó en ningún momento la sonrisa de Jungkook, juguetona y amplia sobre sus mejillas rosáceas. Porque ver el temor reflejado en el semblante de Taehyung era más tierno de lo que pudiera haber imaginado, con sus rodillas unidas entre sí, leves temblores de los muslos y esa forma tan interesante que tenía de arrugar la punta de su nariz.

Como un pequeño animalito terco pero amable, sus parpadeos contaban cientos de historias y traumas entre las hebras de los cabellos de las pestañas. Y varios sonidos gráciles como sus respiraciones al compás era música para sus oídos. Las alas hacían fuerza para mantenerse siempre en el mismo sitio, enfrentando a Taehyung, sus pies flotando sobre los abismos del jardín.

Y con su ceño confundido, cruzó los brazos sobre el pecho  y carraspeó.

—¿Masturbarse? ¿Qué es eso Tae? —Su voz tenía ese símbolo de duda que tanto embriagaba a Taehyung, hundió sus uñas en la madera para intentar no caer al suelo. Se sentía extrañamente familiar, de igual forma, la manera en la que la noche cubría la figura de Jungkook en un manto espectacular. Como si algo dentro suyo le gritara con fuerza que ellos pertenecían a la luz de la Luna.

Con incomodidad carraspeó, tratando de encontrar las palabras para evitar ese desastre inminente. Y el semblante del pelinegro no podía verse con más hermosura, porque su gesto aniñado era siempre bestial, tan tierno como dulce.

—Es... Es algo que no tienes que saber. —Miró con confianza sus ojos mientras que Jungkook unía demasiado sus cejas, con un pequeño enojo floreciendo en el gesto. —No me mires así.

—¡Es que ahora tengo más ganas de saberlo! ¡Por fi Tae dime! —Rogó juntando sus manos suaves y abriendo sus ojos más de lo permitido, un rostro que le servía siempre para que cumplan sus pequeños caprichos. Pero el bicolor negó con un sonrojo violento en las mejillas; Jungkook notó que de hecho su cuerpo tembló más y las brisas no eran tan frías.

—¡No es el momento! Dale, vamos a tu casa. —Dijo recordando a medias la razón por la cual había ido a buscarlo Jungkook realmente. Las palabras distorsionadas por su memoria sonaron en macabros pedidos, esos susurros que le comunicaban que había alguna forma de evitar que sus alas siguieran cayendo. Y a pesar de su sonrojo por la palabra indebida, porque su subconsciente imaginó escenas atrevidas en fracciones de segundo en las que el protagonista poseía gigantes alas doradas, cayó en cuenta de que no era lo que necesitaban.

Jungkook perdía poder segundo a segundo, y debía enfrentar sus miserables temores.

—Bueno dime que tengo que hacer. —Inmediatamente Jungkook se dio vuelta mostrando el nacimiento de sus dos pares de alas, ambas tan encastradas y perdidas en las plumas que se asimilaba a un laberinto. La forma de su cuerpo se acoplaba perfectamente, pensó, le daba énfasis a los colores dorados y brillantes. Aquellos ojos de pluma de avestruz que parecían parpadear y observarlo con tenacidad lograban embriagarlo.

Heterochromia • ADAPTACIÓN • JJK + KTHWhere stories live. Discover now