Capítulo 30

2.1K 263 31
                                    

¿Había escuchado bien? ¿Andrew había dicho que los chicos y yo lo abandonamos? Reí ante su comentario.

—Tienes que estar bromeando. ¿Abandonarte?

—Es lo que hicieron —respondió frío y sin hacer contacto visual conmigo.

A pesar de que quería estar en paz con él, no podía evitar sentir furia cada que se victimizaba de esa manera. Fui yo quien paso casi tres años llorando, medicada y sin poder dormir a causa de su gran actuación. No pude evitarlo, quería escupir esas palabras desde que lo vi ahí parado.

—¿Qué se supone que haríamos si estabas muerto? —dije llena de furia, aunque intentaba controlarme.

Sus ojos verdes se abrieron al escucharme y seguido de eso hizo un gesto de total confusión.

— ¿Qué?

—Moriste en prisión, en venganza de la mafia de Levon. ¿Qué se supone que íbamos a hacer? —expliqué. Para ese punto, las lágrimas en mis ojas ya comenzaban a brotar.

Andrew seguía sin entender nada y al parecer estaba en estado de shock. Iba a decir algo más cuando divisamos un lujuso coche entrar a la mansión. El auto se estacionó y de él bajó el señor George Stone, luciendo tan elegante como lo recordaba. Siempre vistiendo trajes cinco veces más costosos que mi casa. De la parte trasera del auto bajó un señor más, igual de lujuso.

El señor Stone se acercaba dominante a su hijo, pero al parecer no me había visto a mí. En cuanto sus penetrantes ojos verdes hicieron contacto con los míos noté su reacción de asombro. Parecía haberse quedado helado. Una vez que ya estaba lo suficientemente cerca de nosotros, aclaró su garganta para hablar.

—¿Qué tal, Hailey? —preguntó sin mirarme a los ojos.

—Ha pasado un largo tiempo, ¿verdad señor Stone? —pregunté cruzándome de brazos. Sin duda, él debía tener algo que ver con todo.

Él ignoró por completo mi comentario y se dirigió hacia Andrew con cierto nerviosismo, a decir verdad se notaba la incomodidad que mi presencia le causaba.

—Traje al médico que me pediste. ¿Estás bien? ¿Para qué lo necesitas? ¿Te lastimaron? Te dije que no fueras a ningún lado.

Oh, entonces el hombre que bajó del auto después del señor Stone era un médico.

—Yo estoy bien, quiero que revise a Hailey. Me preocupa su salud.

George me miró de reojo. Parecía que en verdad estaba evitando hacer contacto visual conmigo. Yo por el contrario lo observaba fijamente, esperando a que mi mirada fuera correspondida. George y yo sabíamos que él tenía muchas cosas por explicar.

Le hizo una señal al médico con la mano, indicándole que era yo a quien debía revisar. Su rostro seguía mostrando incomodidad o incluso algo de molestia.

—No, no. Yo me siento bien no necesito que ningún médico me revise —intenté decir pero mis palabras fueron totalmente ignoradas. Andrew animó a pasar al médico dentro de la mansión y después hizo lo mismo conmigo. Cuando pasé por un lado de él susurró algo a mi oído.

—Tenemos una conversación pendiente.

A juzgar por el rostro de Andy él aún estaba muy confundido por lo que le había dicho pero, ¿por qué habría de estarlo? Si fui yo quien resultó engañada por dos años y medio.

El médico parecía ser un muy buen amigo de George ya que no paraban de conversar en la sala. Después de algunos diez minutos de plática con su amigo, el médico comenzó a sacar sus instrumentos del maletín marrón que cargaba con él. No hizo mucho en realidad, tan sólo tomó mi presión y demás signos vitales; finalizó haciéndome algunas preguntas sobre cómo me sentía.

—Su presión arterial está ligeramente por debajo de lo normal. Debo suministrar algo de medicamento para regularla.

—Estoy bien —volví a decir.

—Que no sea nada fuerte, por favor —dijo Andy y me volteó a ver— ya ha estado lo suficientemente medicada.

—Tranquilo, este medicamento no es fuerte. A lo mucho le causará un poco de sueño, que por cierto, se nota que lo necesita.

No pude evitar sentir pena ante el comentario del médico. ¿Tan mal me veía? Si bien acababa de despertar de una pequeña siesta, era verdad que en las últimas semanas no había podido conciliar el sueño. Todo por Andrew.

Agradecimos al médico antes de irse, aunque realmente yo hubiese preferido que no viniera. George lo acompañó amablemente hasta la salida de la mansión mientras yo no podía esperar a que regresara a la sala para pedirle una explicación sobre las mentiras que me dijo durante dos años y medio.

De pronto la voz de Andrew me llamó.

—Ven, sígueme —tomó mi mano y me obligó a ir detrás de él. Salimos de la casa y caminamos tomados de la mano hasta detenernos en los enormes jardines de la mansión. Andrew se sentó en el verde y fresco césped a observar el bello atardecer y me animó con la cabeza a sentarme a su lado. Lo hice.

—Explícame —dijo posicionando sus ojos en mí—. ¿A qué te referías con que morí en prisión?

—Creo que deberías preguntarle a tu padre.

—¿Por qué? ¿Por qué a él?

—No finjas que no lo sabías Andy porque entonces me desmoronaré. Tú fingiste tu muerte y no te importó destrozarnos, a mí, a tus amigos.

No podía evitar llorar al recordar lo que sufrí por su supuesta muerte. Andrew lo notó y secó mis lágrimas con las yemas de sus dedos mientras acariciaba suavemente mi mejilla. Hicimos contacto visual y noté como sus ojos esmeralda erradiaban tristeza. Si él seguía mirándome de esa manera, no podría controlarme más a mi misma.

StayOù les histoires vivent. Découvrez maintenant