11.

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"Confusión real"

Su abuela le advirtió que sería un viaje largo pero no le importó en lo más mínimo la idea, cuando la carretera se extendió hasta lo que tocaba el sol. Anne se había negado a utilizar transporte aéreo, alegando que hacía más falta para localizar a los perpetradores de los ataques.

El Sur era impresionante.

Las lagunas y frondosos bosques aún intactos y a salvo. Aimar se preguntaba si alguna vez, el resto del país volvería a ser así.

Dos días atrás, cuando dejó la capital y desde ese momento, un devastador panorama le causó tristeza. Pero conforme avanzaban, la belleza de su país, de su reino, lo anonadaba más.

— ¿Cuándo llegaremos? —preguntó el joven rey a su abuela, quien reposaba su cabeza sobre el asiento.

—Nos falta un día de viaje, Aimar. Pronto llegaremos a Seili y pasaremos ahí la noche. Partiremos temprano.

El alfa asintió entonces, ocultando su emoción.

Nunca había abandonado la capital, salvo para ir a las fértiles tierras de Almendaris, la casa de la familia de su padre. No recordaba mucho de la visita familiar que realizaron, pues apenas tenía seis años o menos, pero recuerda el claro y los cultivos, la torre de la fortaleza y la gran cascada en el camino. Siempre se preguntó la razón por la que su padre desertó ser el heredero de todo eso y decidió ser militar. Pero al final, terminó convirtiéndose en Rey de Kareth, irónico.

Ahora podía alardear que conocía Mentos, Aris y pronto conocería Seili. Durante su viaje tuvieron que detenerse en esas ciudades antes que cayera la noche, no era recomendable avanzar en medio de la oscuridad.

Pronto, Seili ocupó la vista de Aimar. Sabía que era una ciudad pesquera, sin embargo, ver la cantidad de embarcaciones a la orilla del muelle le emocionó. Dejando de lado el mar y adentrándose más en las calles de la ciudad, los edificios estaban ahí, imponentes sobre sus cabezas. La vida y alegría se sentía en cada esquina. La música, gente sonriendo y bailando, inmersos en sus asuntos sin preocuparse, provocaron en el alfa una sonrisa.

—Estos lobos prefieren vivir como humanos —suspiró Anne, inmersa en sus pensamientos.

Los habitantes de Seili preferían no convertirse en lobos, salvo cuando acudían al servicio militar o emergencia. Sin embargo, según había escuchado, usar la voz de alfa era castigado con cárcel y multa.

Aimar sabía que era mal visto utilizar su voz pues, la voz alfa era capaz de doblegar la voluntad de las demás razas a su favor. Por esto, no podía usarse en la vida cotidiana. Sólo era admisible en el campo de batalla y en la Prueba del Trono cuando había más de un aspirante. Según la tradición, se consideraba que aquel alfa que utilice su voz sólo para demostrar su poder sobre los débiles y exigir respeto, era un cobarde que no había sabido ganarse el respeto de sus semejantes por sus propios méritos. Sin embargo, en muy pocos lugares como en Seili, se castigaba con el encierro.

—No veo nada de malo en eso —le dijo Aimar—. Además, con este clima, odiaría estar en mi forma animal todo el tiempo.

Anne se limitó a ver a su nieto, quien continuaba admirando la ciudad.

Pronto llegaron a la residencia del secretario del Duque del Sudeste, el joven no recordaba su nombre y con el cansancio tampoco le importaba mucho.

El edificio era enorme en comparación con el resto de la ciudad y muy antiguo a juzgar por su diseño. Los vehículos se guardaron y ambos monarcas avanzaron hacia el interior guiados por un joven alfa.

Subieron las escaleras en espiral y avanzaron por el largo pasillo con cuadros elegantes hasta las habitaciones. Anne cruzó algunas palabras de diplomacia con el secretario, cosas que Aimar no prestó atención porque no entendía.

Kingdom |L.S.| OmegaverseWhere stories live. Discover now