CAPÍTULO XIV

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La comitiva había quedado organizada, todos partirían en quince días aproximadamente tenían mucho tiempo, Dororo sentía que en ese lapso no iba a aprender lo que jovencitas de su edad lo hacen en arduos años, pero iba a dor lo mejor de sí, si un día hace unos cuantos años le hubiesen preguntado si se veía así misma en aquella situación se habría echado a reír sin control, porque según ella había jurado ser hombre por siempre, y un día sin ni siquiera pensarlo se cruza en su camino un alma vacía, totalmente desconocido, que no sabía que es luz, ni calor, fueron sus delicados roces que la hicieron dudar, hicieron que por primera vez se sintiera apreciada como ser humano para después sentirse querida como toda una mujer, y ahora anhelada como consorte, pero le gustaba ser mucho más una compañera como su compañera, se escuchaba hermoso, y más si venía de su boca, de aquella voz un tanto enigmática y sensual, si lo admitía en los pensamientos de Dororo Hyakkimaru tenía una faceta sensual y quería ser la única en conocer esa parte de él.

Ya todos continuaron con sus actividades normalmente, Satoru y Tetsu disponían el horario en el que tomarían sus clases con el joven monje, mientras que Kaori y Rié hablaban con la señora Nozomi estaban muy emocionadas de aprender juntas, y especial porque de alguna manera asistirán al evento de Asakura como miembros de la corte real de su pueblo así que dejaron su nombre en alto ante todos los demás territorios, ese día ellos se establecerán como una nación independiente más.

Siguiendo los senderos de los arrozales más dorados que Hyakkimaru haya visto en su vida, caminaba seguido de su futura compañera Dororo le había mencionado de un hermoso árbol de sakura casi al final de los terrenos, no lo cortaron por ser uno de los pocos que habían quedado intactos, era un pequeño claro tranquilo, como siempre Dororo llenaba el ambiente con sus relatos largos y para nada tediosos, el estaba muy a gusto escuchandola, no demoraron en llegar y sentarse a descansar a las raíces del frondoso árbol, los pequeños as de luz que atravesaban las hojas y pocas flores de cerezo llegaban de frente sobre el rostro de la muchacha que se encontraba recostada sobre el pasto, esto hacía que cerrarse los ojos un poco, el vio como esa pequeña sonrisa creció y se hizo hermosa, como ella, era pequeña, y ahora tenía en frente lo mejor que sus ojos han podido apreciar.

- Al principio hasta yo dudaba que algún día el arroz llegara a ponerse así de hermoso...fue muy difícil...cientos de días y noches de trabajo sin descansar...pero mira, hoy brilla más que el sol... - al abrir los ojos se encontró con el rostro de Hyakkimaru frente a sus narices, estaba muy cerca, se llevó un tremendo susto, lo empujó con las dos manos hasta llevarlo al piso de espaldas y ella quedó sentada con la cara más roja que un tomate y dos venas sobre su cien, que molesto había sido, se puso de pie y observó el cielo que estaba tornándose en un atardecer naranja matizado, el también observó el cielo desde su lugar, era un sueño, encontrarla fue un sueño, pero ella siempre fue real, recordó la vez que sus pequeñas y frías manos tocaron su rostro por primera vez, era de noche y estaba helando, la fogata aún no calentaba sus cuerpos, pero esas cayosas manos si abrigaron su alma, deseo con todas su fuerzas jamás separarse de ella, y ahí fue cuando su objetivo cambió de destruir a proteger, y en su corazón se alojo otro sentimiento además de la tristeza y el vacío, ella lleno su alma con la suya, compartió un poco de su vida, le entregó alegrías era especial, y la quería, Dororo sentía extraño, fue desde el primer acercamiento con Hyakkimaru, desde la primera vez que sintió sus ojos falsos o no sobre ella, era inocente y no sabía, más hoy entiende y acepta que se enamoro, desde antes, desde siempre, fue su admiración, el fue la razón de su lucha, no se rindió ni se alejó, de pronto y sin aviso, el se levantó y tomó el rostro de la joven entre sus manos y sus miradas se conectaron con felicidad.

Era verdad, ella se sentía feliz, y el también, fue entonces que decidió enfrentar a su mirada levantando la suya para clavarle sus hermosos ojos chocolate en un contraste con los de el cuyos iris eran dominados por la intensidad del cobre era hipnotizante, se miraron a los ojos y entendieron que no podrían separarse de nuevo, se dieron cuenta desde antes que sus almas estaban cosidas con el mismo hilo, y que ambos querían recorrer el mismo destino, que ella quería ser su compañera y el su fiel protector los dos se complementaban, sería tonto intentar seguir senderos diferentes cuando sus corazones estaban unidos por el más profundo amor, del más puro y sincero que pueda existir, de ese que hace que uno se enamore del alma, sin importar el tiempo o la edad, nadie podía contra lo que sentían, ni el agua del mismo mar apagaría esa chispa que era capaz de encenderlo todo y con los sentimientos en sus manos empezarían un nuevo rumbo juntos, Hyakkimaru examinó los gestos de Dororo, comparaba la imagen de hace unos años con la de ahora, sus ojitos eran los mismos, solo que ahora llevaban largas y espesas pestañas ligeramente risadas, su nariz pequeña era igual, su voz ahora más encantadora, melodiosa y delicada, ya no era una niña, pero seguía igual de hermosa, quizá hasta más, pero había algo que sí cambió de ella, esos labios, era la misma sonrisa, con diferente efecto en él, ¿estaría mal si los probara con los suyos? Podía sentir la suavidad de esa rosada boca que junto a sus sonrojados cachetes le invitaban a deleitarse de aquel néctar que hasta ahora el mismo se había negado, pero quería tanto sentir la calidez de su aliento de primera mano, ella podría molestarse, igual correría el riesgo, sería egoísta solo por aquella vez, o quizá dos o más ocasiones, así que el con sus dos manos tomó de lleno el rostro de Dororo para acercarse lento pero seguro, ella anticipó sus intensiones sin embargo no movió ni un dedo por impedirlo, sus ojos mostraron sorpresa que de un segundo a otro cambiaron por una mirada perdida, e iba entrecerrando sus ojos conforme el se acercaba a su objetivo, bastos 5 centímetros que separaban sus bocas y cuando el ya casi había rozado sus narices ella se movió contados grados cambiando el ángulo y desviando su cometido hacia su mejilla derecha, no contuvo la ruidosa risa con la que anunciaba su victoria.

-Estamos a mano...ahora... - ella seguía riendo divertida aún con manos ajenas sobre sus mejillas, el simplemente adoptó un gesto que batallaba entre decepción y diversión, era verdad, había caído así mismo como ella hace un tiempo, pero no se rindió y silenció aquella boca con la suya, esta vez sus ojos casi salieron de sus cuencas al sentir de lleno los labios de Hyakkimaru bien amoldados con los suyos, no demoró en separarse de ella para mirarla reaccionar como el quería, pero ella pego sus frentes con el ceño fruncido -Tramposo... - ella observó sus ojos y quedó cautivada del brillo y picardía que desprendían sus ojos, sus pies se estaban cansando ya que se encontraba de puntitas para alcanzar su altura, las facciones finas de su varonil rostro hizo que ella comparase su belleza con la de algún dios, y hechizada de él decidió cortar la inexistente distancia entre ambos para dejar que la magia del amor cobijase ese momento, cerraron sus ojos para explorar el interior de sus almas llenando de confianza su ambiente con el más bello panorama de miles de espigas doradas que resplandecían hasta el horizonte, aquel roce entre sus labios dejó paralizado al mundo a su alrededor, dejaron de respirar, y sintieron que algo en sus pechos estaba a punto de explotar, Hyakkimaru jamás había probado sabor más dulce que de ella, empezó a mover sus labios lento mientras que ella seguía su ritmo, se separaron un par de segundos para recobrar sus alientos y volvieron a robarse al instante, y es que entre roce y roce, beso y beso perdían el control, perdían la noción de tiempo y espacio, era el primer beso y ya juraron que no sería el último, y en un arrebato el hundió su mano en sus cabellos y la otra se posó en la pequeña cintura, ella sentía desfallecer así que se aferro con fuerza al cuello de su compañero.

-Te amo... -pronunció despacio, con seguridad - Dororo...te amo... - lo volvió a repetir y al mirarla vio ese precioso color sobre sus mejillas junto a su alborotado fleco esconder sus avergonzados ojos, eso provocó que el soltara una pequeña risa no importaba cuanto tiempo pasara, ella seguiría siendo su niña.

-Aniki...yo...- porque no podía decirlo, no había ninguna duda ella también lo amaba, bueno, no son necesarias las palabras por ahora, no dijo nada, lo volvió a besar, con más confianza y su garganta despejada podría gritarle al mundo con inmensa felicidad que se había enamorado - también te amo.. - el corto una pequeña flor para dejarla en esa oscura cascada que tenía como cabello.

-No vayas a moverte mucho o se caerá... - Dororo de formó su bella sonrisa, no era una chica que pudiera estar quieta todo el día.

-Es broma ¿verdad? ... Aniki...¿quieres ver mi avance con la espada? - el abrió los ojos un poco asombrado, asintió y dejaron el árbol de cerezo, pero lo llevarían en sus mentes para siempre, siendo ahí el primer beso, el primer te amo, se tomaron de las manos, esto sería divertido.

DORORO: CAPRICHOS DEL DESTINOWhere stories live. Discover now