Epílogo: Siempre contigo

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El viento corría fuerte en aquel día de primavera, haciendo que las prendas que trataba de colgar se volaran con este, haciendo su tarea más complicado de lo normal. De todas formas, era algo positivo, con un clima así seguramente se secarían más rápido, Nifa estaría muy feliz por ello. Cuando terminó su deber, se dirigió a su hogar dispuesto a beber un poco de agua, puesto que hoy debía hacer algo importante. Fue a la que era su habitación, cogió su chal y un objeto de sumo valor sentimental.

—Mira, hoy he cosechado más manzanas de lo común, quedarían muy bien en una tartaleta de frutas, quizá hasta podamos hacer jugo y otras cosas —dijo la pelirroja, entrando con un gran canasto lleno de frutas a la cocina. Armin apareció en el lugar luego de escuchar su voz.

—Eso estaría muy bien, a Reiner y Edith les gustan mucho las manzanas —respondió él con una pequeña sonrisa—. Esta temporada parece que será muy buena.

—Esperemos que sí.

—Oh... Nifa —comenzó, haciendo que la mujer le prestara su total atención. Debía hablar con ella sobre ese pequeño detalle, pero esta acción se vio interrumpida cuando un manojo de cabello rubio entró a la cocina e interrumpió la charla de ambos adultos.

—¡Mamá, has traído manzanas! —exclamó la pequeña de cinco años al ver la montaña de frutas que tanto le gustaba—. ¿Podemos comer tarta? ¿puedo comer una ahora mismo? —preguntó con un exagerado puchero y juntando sus manitas a modo de súplica.

Nifa la observó unos segundos para luego largarse a reír. Su hija era el perfecto retrato diminuto de su padre, ambos igual de inquietos e intensos. Esperaba que su hija creciera fuerte y sana, pues al parecer había heredado buenos genes de Reiner.

—Claro que sí, Edith —respondió la pelirroja tomando una de las tantas manzanas de la cesta para luego lavarla y dársela a la menor, quien la esperaba con gran entusiasmo.

—¡Gracias, madre! —Se llevó la dulce fruta la boca, dando la primera mordida, sintiéndose en aquel entonces la persona más afortunada del mundo—. ¡Tío Armin! ¿Piensas ir a alguna parte? —preguntó la criatura con suma inocencia, asumiendo que así sería, pues el chal que llevaba puesto el mayor solo lo usaba cuando salía de casa, a un lugar más lejano.

Nifa se quedó mirando un momento al aludido, no se había dado cuenta de ese pequeño detalle. Una mirada seria se posó en su semblante, pero no era una de molestia, más bien, una mirada que expresaba condescendencia. Armin mientras tanto la observaba con expectación, pero a fin de cuentas era él quién debía hablar.

—Esto... sí, yo... ¿me dejas hablar a solas con tu madre, Edith?

—Edith, sé buena chica —pidió Nifa dando unas leves palmadas en la espalda de la menor, la cual comprendió el asunto, pero aun así salió con un puchero en sus labios. De todas formas, tenía ganas de jugar afuera con alguna de las ardillas que habitaban en los árboles—. ¿Es lo que yo creo que es?

Armin asintió, pero esto sentó terriblemente mal a la mujer.

—¿Estás seguro? —preguntó como quién no quiere la cosa.

—Creo que ya es tiempo, y necesito hacerlo. Tú sabes lo importante que es esto para mí, y he tenido meses preparando mi mente para ello.

Nifa lo observaba con lástima. Si fuera por ella haría todo lo posible para que Arlert se olvidara del tema, y continuara su vida como lo había hecho hasta ahora, pero era difícil, porque sabía que él no se dejaría influenciar tan fácilmente. De todas formas, lo apoyaba, aunque no quisiese, y si podía ayudarle en algo para que fuera más llevadero, lo haría sin lugar a dudas.

—Puedo acompañarte si lo necesitas —ofreció calmadamente.

—Creo... se me será más fácil si voy solo yo —respondió él con una pequeña sonrisa. Nifa lo entendió—. Eh, ¿puedo llevarme a Tony?

Flor Del Mal | EreminWhere stories live. Discover now