El hombre que engaño a un dios

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TOKYO, JAPÓN
A traves de las sombrías calles de Tokyo, un hombre deambulaba sin rumbo. Sus ropas estaban viejas y con varias rasgaduras, no obstante mantenía su rostro bien en alto y su andar era confiado. Su larga melena azul apenas se meneaba con la tenue brisa que había esa noche. Miró hacia las estrellas, contempló la constelación del pegaso y exclamó:
–¿Quién lo diría? Al parecer Pegaso y los demás de bronce estan aquí cerca. -Se recargó junto a una pared y continuó.- ¿Acaso vendrán detrás de mí? Lo dudó, no nos hemos visto desde la Batalla en el fondo del Océano donde vencieron a Poseidón... ¿Estarán siguiendo el destello que inundó esta ciudad?
Tras meditarlo miró la Luna y pensó en la leyenda que escuchó hace tiempo en el Santuario, cuando no era más que la sombra de su hermano gemelo. Caminó otro poco y vio como una roca caía de lo alto de un edificio. Algún gato travieso debió de haberla tirado. La atrapó con su mano y sentenció mientras sonreía:
–Bah, son solo ratas de Athena. Si interfieren de nuevo en mi camino, esta vez me asegurare de hacerlos pedazos.
Y siguiendo con su camino, rió con suficience y lanzo la piedra hecha polvo.
A varias cuadras de ahí, una chica corría en dirección al aeropuerto. Sus coletas se movían hacia arriba y hacia abajo al ritmo de sus pasos. Hace solo un par de minutos había recibido una llamada.
Ella se encontraba dormida en su cama, cuando de pronto un ruido la sacó de su ensoñación, era el teléfono que sonaba. Despertó y a ciegas se puso a buscar el aparato, no sin antes tropezar varias veces, ocasionando suficiente ruido como para que la niña de cabellos rosados que dormía arriba le gritará:
–¡Serena torpe!
Cuando al fin lo tomó una voz le dijo:
–¿Serena?
–Si.
–Estamos por llegar a Tokyo. En un par de minutos aterrizaremos en el aeropuerto. -La voz bostezo- Supongo que nos veremos mañana.
–¡¿Pero qué dices!? –Gritó la rubia- Voy en caminó.
Y colgando, se cambió rápidamente y había salido a toda prisa.
Ahora Serena iba a todo prisa al encuentro de quien le llamó. Cuando al fin vislumbró el avión en el cielo, escuchó unos pasos tras de sí, eran extremadamente veloces. Cuando se giró para ver de quien se trataba, un joven de cabello castaño la rebasó a tal rapidez que la sacó de equilibrio.
–¡Oh! ¡Ayuda!
Pidió la chica de las coletas ya que iba a caer, pero entonces el joven la sujeto de la mano para mantenerla en pie.
–Lo siento Serena, no te vi.
Serena se plantó firme en sus pies.
–No importa, gracias Seiya.
Seiya, el caballero de pegaso era con quien se había encontrado Serena. Se miraron un momento y luego Seiya le preguntó:
–¿A dónde vas a esta hora? -Lo pensó un momento y repuso- ¿Vas al aeropuerto?
– Así es. Tú también, ¿cierto?
El castaño asintió. Luego le dijo.
–Anda, sube a mi espalda. Si corro yo llegaremos en un instante.
La chica de las coletas, con algo de dudas, aceptó el ofrecimiento del caballero. Este exclamó:
–Sujetate con fuerza.
Tsukino no tuvo tiempo de nada ya que Pegaso comenzó a correr sin importar sus quejas.
Mientras tanto, el mismo hombre seguía vagando por la zona comercial de la ciudad. Diversos negocios con sus puertas cerradas, sin nadie atendiendolos y con sus aparadores apagados pero aún así ofreciendo. El hombre de melena azul se paró frente a uno y vio su propio reflejo regresandole la mirada, y tras él un elegante traje en color azul.
–Bueno, podría dejar estos harapos y ponerme algo más digno de mí.
Con un movimiento de sus dedos lanzó una onda de energía que volvió añicos el cristal. Tomó el traje y se lo calzó.
–Me queda como un guante.
Mientras examinaba su apariencia frente a otro cristal, escuchó que unas sirenas se acercaban.
–Como lo esperaba, active una alarma.
Él sonrió y simplemente se quedó de pie esparandolos. Cuando llegaron las patrullas, los miró de frente y con un gesto de sus manos les mostró el traje que acababa de tomar. Los policías bajaron y le apuntaron con sus armas.
–Manos arriba -ordenaron- y dese la vuelta.
El hombre rió.
–¿Y si me niego?
E hizo ademán de acercarse. Su poder asustó a los uniformados, de forma que le dispararon. Con un solo movimiento de su mano, atrapó todas las balas, para luego soltarlas una por una.
–Estas cosas no funcionan en personas como yo.
Les dijo, y con otro movimiento, pintó el concreto de su sangre.
En otra parte de la capital japonesa, dos chicas se encontraban viajando a toda velocidad en un auto. Las dos se encontraban algo faltas de aliento.
–¿Lo ves? Tus celos son inexplicables.
Le dijo la que cumplía la función de copiloto. La que conducía sonrió.
–Repite lo que has hecho hoy y lograras convencerme.
–¿Qué dices? ¿Acaso no tuviste bastante?
Las dos rieron. Un beso al aire. La copiloto movió con su mano su melena al viento, ante tal acto su acompañante sonrió.
–Me encanta que hagas eso, Michiru. Cuando el viento ondea tu cabello siento como si mis manos lo acariciarán.
Michiru la miró con ternura.
–Que cosas dices, Haruka
Después hubo unos momentos de silencio. Silencio solo adornado con el sonido del auto corriendo por la carretera, pero que fue roto por las sirenas de las patrullas. La joven de cabello marrón comentó.
–El viento, por alguna razón esas patrullas lo han inquietado, ¿deberíamos ir?
La sailor de Neptuno contempló su espejo y le respondió.
–No veo con claridad. Es distinto al resplandor que había visto antes, esto es... pura maldad.
Haruka cambió movió la palanca del auto y aumentó la velocidad.
–De ser así no podemos dejar las cosas como están, debemos hacer algo.
Michiru asintió.
–A pesar de todo, siempre tendremos nuestra propia cruzada.
Y levantando el polvo del camino, fueron a donde sonaban las sirenas.
Mientras tanto, en el aeropuerto de la ciudad de Tokyo, un jet privado aterrizaba. Abandonaba el cielo para comenzar a correr por el suelo hasta finalmente detenerse. Ahí ya lo esperaban un joven de cabello castaño y una chica peinada de coletas. La puerta fue abierta, y el primero en bajar fue un chico de cabellos rubios, quien a pesar de la altura. Seguido de él, una muchacha de melena azabache cayó en sus brazos, para luego ser puesta de pie con delicadeza.
–¡Rei, ahí estás!
Gritó Serena y comenzó a correr en dirección a su amiga, pero tropezó y cayó estrepitosamente al piso. Rei rió y dijo:
–Ja, Serena la torpe. -Tsukino refunfuño, pero la sailor de Marte le tendió su mano y completó- Que gusto verte, amiga.
La rubia aceptó la mano y se puso de pie, para proseguir a abrazar a su amiga.
–Estaba preocupada por ti, con nuevos enemigos y tú tan lejos Rei.
–No debiste preocuparte tanto, después de todo estaba conmigo.
Replicó el rubio mientras el caballero de andromeda bajaba del avión también.
–Dejala ya, Hioga.
–Hioga, Shun. -Dijo Seiya- Que bueno verlos, amigos.
–Lo mismo digo Seiya. -Respondió Cisne.
–Si, que alegría -agregó Shun.
–¿Entonces ustedes son los dos caballeros que faltaban?
Preguntó Serena, soltándose de Rei. Los santos asintieron. La chica de cabello azabaches señaló a Serena con su mano abierta y anunció:
–Y ella, caballeros, es Sailor Moon, nuestra princesa.
En lo alto de un edificio el hombre de melena azul se encontraba aguardando, en espera ya listo a que su plan diera resultados. Entonces, un hombre de armadura morada apareció tras de él.
–Vine aquí buscando unas almas de unos policías, y me encontré a un sujeto portando las escamas del dragón marino. No estoy muy enterado de lo que sucedió en el Fondo Submarino, pero estoy seguro de que tú fuiste una pieza clave en ello.
Dragón Marino se giró, y a través de la rendija para los ojos de su máscara vio a quien lo había abordado.
–Si no me equivocó, tú debes ser al que llaman el Invocador de Espíritus, hay algo de lo que quisiera hablar contigo.
El Invocador sonrió.
–Tienes razón, yo soy ese, mi nombre es Jugui. –Sacó una roca y continuó- Aunque lamentó decirte que no podré tener esa charla contigo, ya que he visto que tu voluntad de fuego es muy fuerte, por ello la necesito.
Dragón Marino rió a carcajadas.
–¿Acaso osas desafiarme?
Jugui no se intimidó, e hizo brillar los detalles en verde de su armadura para hacer su hechizo.
–Cuenta una vieja leyenda que un hombre engañó una vez al Diablo dejándolo toda una noche atrapado en la copa de un árbol. Por esa razón, el Diablo se enfureció tanto con ese hombre que una vez muerto no lo dejo entrar al Infierno. Creo que tú y ese hombre son parecidos. Por ello creí que sería adecuado para ti, Dragón Marino. ¡Ven, Jack la Linterna!
Entre los dos, apareció una calabaza con llamas en su interior y un cuerpo de madera. La Linterna rugió:
–Llamas del Infierno.
Un torrente de fuego salió disparado contra Dragón Marino, quien no se movió ni un centímetro. Las llamas lo envolvieron por completo, mientras Jugui reía, pero una risa más fuerte se escuchó saliendo del fuego.
–¿Qué? ¿Eso es todo?
Retó Dragón Marino, y con un movimiento de su mano disipo el fuego como si nada. El invocador estaba mudo del asombró. Pero Dragón Marino aún no había acabado.
–Ahora te enseñaré el verdadero poder.
Y entonces, la realidad a su alrededor se perdió, dando lugar a la Otra Dimensión. El hombre de cabello azul señaló con su dedo a Jack, y con liberar algo de su cosmos lo pulverizó. Ahora, Jugui estaba aterrado.
–¿Cómo es posible...? ¿Cómo es posible que exista un ser humano así de poderoso? Puede que sea más fuerte incluso que los caballeros dorados o que las sailors exteriores.
Dragón Marino lo ignoró y le exigió.
–Ahora cuentame, que traman tú y los miembros del Carruaje Solar. Y sobre todo, que tienen que ver con el Sol.
Jugui entonces lo comprendió.
–No fue coincidencia que nos encontráramos. Tú asesinaste a esos policías para atraerme. ¿Y qué quieres lograr con ello? ¿Planeas detenernos?
Dragón Marino bufo.
–Planeo aprovecharme de ello, para finalmente ser un dios.
Eso enfureció a Jugui, quien apretó los puños.
–Tú eres la clase de maldad que mis señores quieren destruir. Toma esto: ¡Lluvia de asteroides!
El invocador estiró sus brazos lanzó una serie veloz de rocas contra su oponente, quien solo movió una mano y murmuró.
–Explosión galáctica.
Un único planeta voló a través de las dimensiones, pulverizó los asteroides de Jugui y lo golpeó haciéndolo caer de cabeza contra el techo del edificio en el que se encontraban. Su casco quedó hecho pedazos, su cabello castaño cayó frente a sus ojos y la sangre corrió por su rostro. Dragón Marino lo tomó de el cuello y lo levantó. Jugui susurró.
–Mira que yo acabar así... -levantó los ojos y le dijo: -No te diré nada.
El peliazul sonrió:
–No esperaba que lo hicieras... al menos no por voluntad propia. -Cargo su dedo con su cosmos y gritó- ¡Puño fantasma!
La mirada del invocador de espíritus se perdió y comenzó a recordar:
Se vio a si mismo en una lujosa casa en Estados Unidos. Como estaba algo alejada, aprovechaba para practicar sus hechizos, los cuales aprendió gracias a ese libro mágico y a las rocas antiguas que habían pasado desde hace generaciones en su familia. En cuanto terminó, se sirvió una copa de vino y se sentó en su sofá. Vio en su mesa diversas cartas con encargos de varios hombres adinerados. Después de todo, era un mercenario. Pero aún así no aceptaría cualquier cosa, menos ahora que estaba atravesando problemas de salud. En eso, cuando, un auto llegó a su puerta. El conductor bajó y tocó a su puerta. Jugui la abrió y ante el se presentó un hombre de cabellos oscuros y rizados, con unos ojos marrones que a luz brillaban con tonos naranjas.
–Un gusto señor Jugui, el Invocador de Espíritus. Me presentó, mi nombre es Rider.
El castaño lo examinó de arriba a abajo antes de invitarlo a pasar, hasta que se decidió a hacerlo y le ofreció asiento.
–¿Qué lo trae hasta mí, señor Rider?
El pelinegro rió.
–¿Me creería si le dijera que fue el destino? Miré, mis señores necesitan de sus servicios, ellos son... -hizo una pausa- dioses.
–¿Me estas timando? -Bramó Jugui molestó.
–No, claro que no. Se que suena difícil de creer que un dios necesite de usted, pero es que para poder cumplir su deseo, ellos primero necesitan despertar del todo.
El invocador no podía seguir escuchando más eso y le lanzó uno de sus asteroides en medio de las cejas. Su invitado con un movimiento de su mano lo atrapó y le sugirió:
–No vuelva a hacer eso.
Rider de forma tranquila empezó a elevar su cosmos, un cosmos ardiente y veloz, y de pronto seis figuras aparecieron tras él. Y mas aún, sintió la presencia tras ellos de los "dioses".
–¿Qué quieren de mí?
Les preguntó abatido. El pelinegro extendió su mano y le mostró una lengua de fuego sobre su palma.
–Esto es, una voluntad de fuego. -Le explicó- Tomala.
Eso fue una orden. El castaño la tomó y su salud mejoró un poco, y comprendió lo que sus nuevos señores querían de él.
–Señor Rider, ya entiendo. Para traer a este mundo la luz...
–Primero hay que destruir todas las cosas que creen sombras.
Completó Rider. El siguiente recuerdo era uno el cual un joven seguido por un carruaje caminaba por la nieve. Sus pasos derretían dicha nieve. Finalmente llegó a donde quería. Hizo un movimiento, y una lengua de fuego apareció, luego se expandió tomando figura humana, hasta que de entre las llamas apareció Jugui. Este con velocidad se hincó.
—Siento mucho mi derrota señor, pero es que aún no me he nutrido del todo.
Se excusó velozmente el invocador de espíritus, pero el joven del carruaje apareció más lenguas de fuego que flotaron.
—No importa, hiciste un buen trabajo, además de que ya mande acabar con los sujetos que te vencieron. Tú solo conseguíme mas voluntades de fuego...
En el siguiente era en una oscura noche únicamente iluminada por la Luna, y dos personas se encontraban paradas en la cima de un edificio.
–Asi que este es el lugar...
Mencionó uno de ellos, el cual portaba una armadura color morado.
–Asi es, aquí es donde esta la mayoria de los guerreros con las más fuertes voluntades de fuego. Aunque son muchos más que la vez anterior en Siberia, aquí también hay más espíritus de los cuales alimentarte.
Explicó el otro sujeto. El usuario de la armadura morada se hinco y juró:
–Esta vez no le fallare mi señor Rider.
Con un salto, en la nueva memoria, desde el sitió donde se hallaban los dos individuos, se podía admirar toda la ciudad de Tokyo.
–Este será un buen lugar, una vista hermosa para el caos que desataras.
Pronunció el más fuerte de los dos.
–Así es, señor Rider.
Rider hizo aparecer su carruaje y se sentó en él para luego pronunciar unas palabras.
–Jugui, he de avisarte que estarás por tu cuenta, no puedo arriesgarme a perder mas tiradores del carruaje. Gotma, Raion, Lia, han caído, ya solo me queda la mitad, además de que Elias e Isac siguen fuera de combate. Era obvio que los tiradores son más débiles que los santos y las sailors.
–Mi señor -preguntó el invocador- ¿entonces usted sabía que Raion y Lia serian vencidos?
–Eres bastante perspicaz Jugui. Lo sabía, pero aún así los envíe contra los guerreros cuyos poderes aún desconocía, es por eso que los retiré a mitad del combate frente a Jupiter y Mercury y los lleve con Pegaso,Dragón y Venus. Solamente medía sus fuerzas.
–¿Medir sus fuerzas? ¿Con qué objetivo?
–Tú y yo solamente fuimos enviados por delante para preparar el camino a nuestros señores. Pero también debemos resguardar a cierta persona. He de admitir que ni yo ni mis animales del carruaje podríamos vencer a los caballeros y las sailors ahora que se han unido, pero gracias a esta medición de fuerzas he constatado que esa persona si puede derrotarlos. Tú consigue las voluntades de fuego para nuestros señores, que yo me asegurare de que esa chica cumpla con su destino...
Y entonces el control de Dragón Marino se desvaneció trayendo a la realidad a Jugui, justo cuando dos bellas guerreras habían aparecido.
–Yo soy la sailor del viento, soy Sailor Uranus.
Anunció una de ellas, y la otra completó.
–Y yo soy la sailor de los mares, soy Sailor Neptune.
Las dos sailors del Sistema Solar exterior habían aparecido. El hombre de melena azul le dijo al Invocador:
–Salvado por ellas, pero aún así, ya he visto suficiente.
Jugui tomó la mano con la que lo tenían sujetado del cuello y susurró:
–¿Y qué piensas hacer?
Dragón Marino le respondió:
–Ya te lo dije: sacaré provecho de ello y seré un dios.
Tras decirle eso, lo lanzó por una orilla del edificio dejándolo caer al vacío.
–¡No!
Gritó Sailor Uranus y corrió para tratar de atraparlo, pero era demasiado tarde y ya había caído.
–¡Tú, maldito!
Amenazó la sailor del viento, mientras que la de los mares estaba impasible.
–Tú eres un general marina de Poseidón, ¿cierto?
El peliazul le respondió:
–Podría decirse que antes lo era, pero debido a que la única fidelidad que debo es a mí mismo yo no diría que lo fui.
Las dos chicas lo miraron con extrañeza, y él les devolvió curiosidad, sobre todo a Sailor Neptune, ya que en sus ojos podía encontrar la profundidad de los océanos.
–Tú… tú compartes esencia con Poseidón.
Le anunció. Uranus los interrumpió desafiando.
–Eso no importa, tú no eres más que un asesino, y algo en ti me repugna. ¡Toma esto!
Corrió  contra Dragón Marino y le tiró un golpe que este bloqueó con su mano, por la tanto tiro otro que le hizo daño a pesar de traer puestas sus escamas, trató de contraatacar pero entonces ella saltó hacia atras para que la peliaaqua llegara con una patada que lo movió un poco la máscara y le hizo un rasguño. Dragón Marino estaba impresionado.
–Ya veo que no son solo dos niñas. Sailors las llaman, ¿cierto? -Las dos chicas se mantenían alejadas con cautela- Quisiera saber más, ¡Puño fantasma!
El cosmos de Dragón Marino salió en forma de un rayo de luz contra la guerrera de Neptuno, pero ella velozmente sacó su espejo y gritó:
–¡Reflejo submarino!
La técnica del peliazul fue reflejada contra si mismo y entonces el vio su vida pasar en un instante: como su hermano Saga lo encerró, su prisión en Cabo Sunion, la forma en que engañó a Poseidón y finalmente la batalla contra Athena y sus caballeros. Era tal su ensoñación que escuchó una sola cosa del exterior:
–¡Espada de Urano!
Sintió una gran punzada en su cabeza y abrió los ojos para ver como su casco caía hecho añicos, como la sangre corría por su rostro, como Sailor Uranus estaba hecha una furia frente a él y como Sailor Neptune segura de si le dijo:
–Ya hemos visto toda tu maldad. Tú eres Kanon, el hombre que engañó a un dios.
–¡Y yo acabaré contigo!
Agregó furiosa la pelicorta y tiró una ráfaga de golpes contra él, cada uno más fuerte que el anterior mientras le decía.
–Por culpa de tu maldita ambición mucha gente sufrió y murió, ¿todo por qué?
Kanon reaccionó y elevando su cosmos la detuvo.
–Por mí, ya que mi objetivo es ser un dios, mejor que todos los existentes.
Y ahora él la atacaba con un poder abrumador, provocándole diversas heridas, cada nuevo ataque a su cuerpo la hacía gemir de dolor. Pero entonces Kanon recibió un golpe en su rostro que lo derribó. La que lo había tumbado era Sailor Neptune.
–Lo tuyo no es más que maldad, y nunca seras merecedor de perdón por tus crueles hazañas.
La guerrero de Neptuno estaba seria. Dragón Marino tenía un corte sangrante producto del golpe anterior, y su ira iba en aumento.
–Ustedes dos... como se atreven a descubrirme y encima herirme...
Le regresó el golpe a Sailor Neptune, pero esta logró mantenerse en pie. Decidida, chocó su cabeza en la herida abierta de Kanon provocada por la espada de Urano, haciendo que un liquido escarlata corriera a través de sus rostros y goteara de sus barbillas hasta caer en el piso, mientras que se veían fijamente a los ojos, pudiendo observar claramente el alma del otro. Bajo la luz de la Luna, el silencio los inundó. La sangre brilló más que nunca y ambos decidieron que era hora de acabar con esto. Saltaron uno lejos del otro, pero Kanon fue más rápido ya que le lanzó un orbe de energía que la sailor no podía esquivar, pero entonces su amiga se interpuso recibiendo el golpe con su cuerpo, que impactó con el de la peliaqua arrastrando las dos por los aires hasta la orilla del edificio. Uranus casi caía, pero Neptune la logró sujetar. Mientras se encontraba colgando en sus manos, la guerrera de Neptuno le preguntó:
–¿Cómo estas?
La de Urano le contestó.
–Sinceramente he estado mejor, pero me alegra de que tú estés mejor.
La ayudó a subir y ambas se pararon frente a Dragón Marino, pero este ya tenía algo preparado. Entre sus manos se encontraba una esfera de cosmos, que hizo explotar y gritó estirando su mano.
–¡Mueran! ¡Explosión galáctica!
Del cielo llovieron diversos planetas que atacarían a las chicas.
–Haruka.
Murmuró Michiru.
–Michiru.
Murmuró Haruka. Ambas estaban dispuestas a dar el máximo. Se tomaron de las manos y usaron su poder.
–¡Tierra tiembla!
–¡Maremoto de Neptuno!
Sus dos energías con formas de planetas volaron destrozando la Explosión galáctica, no obstante esta era tan poderosa que estaba destruyendo el techo del edificio. Los poderes de los sailor siguieron avanzando hasta que apareció un planeta gigante que chocó con ellos, destellando poder alrededor de su colisión. Entonces, sus ataques se convirtieron en burbujas que volaron hasta Kanon sin hacerle aparentemente nada, mientras que el planeta seguía avanzando.
–Maldición.
Murmuró Haruka desfalleciendo a los pies de Michiru. Ella tomó en brazos a su amiga y... miró al cielo, pero no para ver el planeta, si no para contemplar los primeros rayos de la aurora. Decidida, tomó su Espejo y cuando el planeta estaba por tocarlas, ella gritó:
–¡Reflejo submarino!
El planeta salió volando en dirección opuesta y se perdió en el firmamento, mientras que el suelo bajo las chicas se desplomó haciendo que ellas cayeran. En unos cuantos segundos, todo quedo silencioso nuevamente. Kanon contempló la ciudad reflexionando la que acababa de suceder.
–Si es cierto que las sailors se aliaron con Athena, entonces tendré más problemas de los que creía...
Entonces, escupió sangre. Las burbujas en que se habían convertido los ataques de sus enemigas si lo habían dañado. Aún así, sonrió con confianza.
–Esta si que será una guerra interesante.
A unas cuantas cuadras de ahí, un hombre con armadura morada presenciaba la destrucción que causó aquel enfrentamiento. Ante ello, dijo para sí.
–A pesar de querer sus voluntades de fuego, hubiera preferido que se mataran entre si. No. Debo confiar en que esa chica podrá acabar tanto con caballeros como con sailors, confiar en el señor Rider.
Y con eso en mente, Jugui se fue.
Un poco de tiempo después, dos chicas heridas se encontraban en un auto estacionado.
–Michiru.
–¿Dime Haruka?
–Gracias por salvarme.
Michiru le acarició el rostro con su mano.
–Por ti... lo que sea.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2019 ⏰

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