Capítulo 5 (Muestra)

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Capítulo 5

Aurora Flecher

Mi madre y yo nos habíamos encargado de soportar los parloteos de la organizadora: que flores, que manteles, que jardines, que música, salones, aperitivos, las bebidas, que la iluminación... ¡Aah! ¡Iba a terminar loca! Llevábamos toda la mañana y la tarde en esto, ¡estaba a punto de colapsar! Organizar una boda era tan agotador, tedioso, molesto y tan cansón...

-No podemos olvidar que como la iglesia tiene una maravillosa iluminación...

-Buenas tardes.

Me encontraba tan concentrada escuchando las palabras de Judy, la organizadora, que cuando aquella ronca voz hizo acto de presencia casi tiré un grito. ¡Alexander!

Vestía con saco, pantalón y zapatos negros. Sus cabellos se veían tan sedosos que hasta ganas de tocarlo tenía. Esa piel tan blanca y esos ojos...

-¡Alexander, qué bueno que pudiste venir! -expresó mi madre llena de felicidad, mientras yo no sabía qué hacer o qué decir-: Judy, él es el futuro esposo de mi hija -dijo mi madre, orgullosa.

Judy, sonriente, alargó su mano hacia donde se encontraba Alexander y este educadamente la tomó y se presentó.

Mi madre disimuladamente me miró, como diciéndome «Salúdalo, desgraciada, salúdalo».

Rodé los ojos para después levantarme. Coloqué una sonrisa en mis labios, y felizmente fui a darle un abrazo, pero el muy desgraciado me besó en los labios.

-Hola, amor -susurró para mí.

Sentí mi rostro caliente, mis mejillas debían encontrarse al igual o peor que un tomate.

Mi madre tuvo que irse; como siempre, problemas de último minuto. Alexander no había podido llegar en un mejor momento, las diferentes muestras de pasteles habían llegado y era momento de escoger el mejor. ¿Pastel de limón?, ¡No! ¿Pastel de naranja?, ¡jamás! ¿Pastel de fresas?, ¡síii!

-Pastel de fresas, ¿sí? -Le sonreí a Alexander, mostrando los dientes.

-No -dijo rotundamente, acabando así con mi sonrisa.

-¿Por qué? -Fruncí el ceño, desilusionada.

-Las fresas me causan alergia -respondió mirándome profundamente.

-Ooh, interesante -expresé.

Las horas iban pasando y nosotros, íbamos probando y rechazando pasteles. El tiempo juntos me sirvió para darme cuenta de que Alexander era una mezcla de algo complejo, algo conformado por muchos elementos y que, al ser tanto, me perdía y no sabía lo que realmente era. Difícil de descifrar, su corazón y mente eran una fortaleza impenetrable.

Para cuando dieron las tres de la tarde, ya teníamos todo elegido.

Los bellos lirios harían del lugar algo fascinante. La catedral de San Juan el Divino estaría bañada por unos hermosos arreglos de flores. El pasillo que mis pies recorrerían estaría delicado y elegantemente adornado por una hermosísima alfombra roja. Habíamos contratado uno de los mejores coros, por lo que las paredes de la catedral presenciarían el canto del más profundo y bello Ave María nunca cantado.

El cortejo estaba listo, había escogido a cuatro de mis amigas más antiguas. Y no, entre ellas no se encontraba Lily. Hacía días que no sabía nada de ella; la llamaba, pero nunca tomaba mis llamadas; le escribía, pero no respondía; pensaba en ir a su casa, pero como me había encontrado tan atareada con los preparativos, se me hacía prácticamente imposible.

Me Casaré Con El Magnate  [1] (YA A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora