Nuestras Vidas

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CAPITULO I

Nuestras Vidas

"... Pudo ser y no fue

Por ser la vida como es

Nos dio la vuelta del revés. ¿Lo ves? ¿Lo ves? (...)

Ahora somos como dos extraños

Que se van sin más

Como dos extraños más

Que van quedándose detrás..."

Pasaba la media noche cuando el joven llegó a su apartamento ubicado en una densa ciudad de Princeton, en Nueva Jersey. Había tenido un día agitado, como cada uno de los días de su vida desde el momento en que había aceptado hacer su residencia en el hospital escuela de Princeton, bajo la tutela del doctor Collins, el diagnosta más reconocido de los Estados Unidos, al que todos recurrían cuando había un enigma médico que ningún otro había podido descifrar. Estaba agotado, su estilo de vida era realmente estresante, se la pasaba todo el día metido en ese hospital, trabajando como clínico la mayoría del tiempo, pero haciendo horas extras en el departamento de Diagnóstico Médico, que se encargaba de estudiar a los pacientes con los síntomas más extraños, con el fin de poder diagnosticarlos y darles una solución. Pero no estaba arrepentido para nada. Llevaba un año de graduado y tan sólo seis meses desde que había obtenido su título oficial, y ya tenía tanta experiencia como la que pudiera llegar a tener cualquier médico con 20 años de experiencia en Japón. Había tenido mucha suerte en conseguir ese trabajo, aunque sin duda sus excelentes calificaciones habían tenido mucho que ver.

Se sentó en su cama. Su departamento era un pequeño monoambiente, tenía una pequeña sala de estar, comedor, cocina, su habitación, en la que sólo tenía una cama y un pequeño baño, el único que gozaba de un cuartito separado. Pero para él era suficiente, ya que pasaba la mayor parte de su vida en el hospital. El doctor Collins era un hombre frío y calculador, no tenía vida social, se dedicaba íntegramente a su trabajo, y disfrutaba que sus "discípulos" lleven la misma vida que él. Disfrutaba de la soledad y de hacer miserables a los que lo rodeaban. Aun así, Mamoru lo admiraba y respetaba, por su prestigio y conocimientos, claro está. Deseaba poder llegar a ser tan reconocido y prestigioso como él. Por lo demás, por cómo era como persona, déspota y perverso, no era algo que le preocupara. Claro que deseaba poder llegar a formar una familia, pero no tenía problema si acaso no podía hacerlo. Se llevaba bastante bien con la soledad y estaba acostumbrado a sobrellevar los golpes que te da la vida. Había perdido a sus padres en un accidente de auto siendo tan sólo un niño y ni siquiera podía recordar cómo eran sus rostros, ya que en ese mismo accidente él había perdido la memoria, y lo único que sabía era lo que le habían contado los doctores en el hospital en que había estado.

Miró a su alrededor, la habitación estaba en penumbras, tan sólo una pequeña luz que provenía de la lámpara de noche que estaba sobre una pequeña mesa. Miró el retrato que tenía sobre su mesita de luz. Era una foto que habían tomado con su mejor amigo el día de su cumpleaños número veinte, en un bar de Tokio. Sintió cierta nostalgia. Hacía tiempo que lo sentía, que sentía deseos de volver, pero ese día fue más intenso. No había nada que lo llamara a volver, no tenía novia, si hermanos, padres o cualquier otro familiar. Tan sólo su viejo amigo. Pero tampoco tenía nada que lo detuviera en Estados Unidos. Su atareada vida le había impedido conocer gente, tal vez conseguir novia. Lo único que tenía era su trabajo en el departamento de Diagnóstico Médico, su trabajo al que amaba. Pensó en Collins, ese hombre déspota y frío, sabía cuál sería su futuro si se quedaba allí, se convertiría en un sujeto como él, al que sólo le importaba su prestigio, el que diagnosticaba a sus pacientes, no por salvarles la vida, sino por la simple satisfacción de poder resolver los enigmas que los demás no habían podido resolver. No era esa la razón por la que había decidido tomar la carrera de medicina, claro que no. La idea le venía rondando en la cabeza desde hacía tiempo. Seguramente no le costaría conseguir trabajo en Japón, bastaría con su currículo y con mencionar al doctor Collins y el Hospital Escuela de Princeton. Obviamente no ganaría lo que allí ganaba, más por ser un joven recién graduado, pero eso no era lo que le importaba, aunque tuviera que terminar en un hospital de la zona más pobre del Japón, lo que anhelaba era ayudar a las personas.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now