Séptima parte

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Séptima parte





Jamás en su vida había imaginado terminar de aquella manera, cuando joven si bien nunca tuvo tiempo suficiente para pensar en "enamorarse", estaba seguro de que como heredero al trono le concertarían un matrimonio arreglado en beneficio de su reino y se sentía conforme con ello.

Tener una reina, proporcionar un heredero y tratar en lo que la vida le permitiese cambiar las leyes más absurdas en sus tierras.

Esas eran su metas, no demasiado ambiciosas pero si anheladas.

Pero las cosas no resultan como uno espera siempre, entrenó duro hasta que sus huesos crujieron y sus músculos se retorcieron de dolor, su maestro era tan exigente que en ocasiones sentía estar sometido a un régimen de entrenamiento inhumano, pudo sobrellevar toda esa carga además de los estudios que sus padres le exigieron que cumpliese. Era bastante capaz en el campo de batalla, en la primera escaramuza a la que asistió aunque sus manos temblaron al sostener la espada y atravesar a un enemigo no sintió culpa de haber arrebatado una vida, pero aunque su cuerpo y voluntad eran fuertes sentía ahora estar rompiéndose lentamente.

El rey parecía satisfacerse en su agonía, deleitarse cuando se retorcía adolorido por las lacerantes heridas en sus caderas y piernas, amoratadas hasta lo imposible junto con ese pinchazo latente en su espalda.

Suspiró agotado acurrucándose de lado sobre el camastro, tiró de las sábanas cuanto pudo para cubrir su desnudes pero más que resentir aquello lo hacía para evitar ver su vientre en expansión, su abdomen iba creciendo al paso del tiempo y contemplarlo le llenaba de pavor.

¿Qué se supone estaba creciendo en su interior?

Un demonio deforme, quizá.

Una aberración humana con cuernos y apéndices brotando por todas partes, posiblemente.

Ahogó un quejido de terror al imaginar la criatura grotesca en su interior y que estaba obligado a gestar. Cerró los ojos con fuerza inspirando hondo.

— Estas temblando. — Fueron las palabras del rey de cabellos blondos, se giró sentando en el lecho para verle mejor.

— Márchate — murmuró encogiéndose más, ya había terminado de mancillarlo y solo deseaba poder descansar y rememorar tanto como pudiese a su familia... a su hermano menor para no perder la cordura.

— No comprendes — la voz odiosa reverberó en la penumbra de la habitación, — pareces no entender, ya no eres más un príncipe, así que ya no puedes dar órdenes.

Itachi quiso sonreír pero a cambio resopló, — si pudiese dar órdenes ya habrías pisado el cadalso hace mucho.

Una risa espeluznante le oyó al rey, unos helados dedos se clavaron en las raíces de su largo cabello tirando un poco, — sí, hubieses sido un espléndido gobernante.

Murmuraron a su oído y el deseo de golpearlo se intensificó pero los amarres en su muñecas se lo impedían, asqueado sintió como aquel de zarcos ojos se acomodaba para dormir a su lado, estrechándolo contra su voluntad sintiendo la fría piel de ese hombre pegarse a la suya.

Y aunque desease revolverse, apartarlo de su lado, el agotamiento fue haciéndole cerrar los ojos, abandonarse al mundo de los sueños era todo lo que podía permitirse de momento.

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