Octava Parte

130 13 1
                                    




Octava parte



Solo había amado a sus padres en lo que podía recordar, fue por las enseñanzas del antiguo rey que Naruto cultivó la devoción de cuidar a su pueblo y velar por su seguridad, casarse con Hinata tan solo representó una manera más de cumplir con sus deberes de nuevo gobernador.

La princesa era tímida y la mayor parte del tiempo se la pasaban titubeando antes de completar una frase, no obstante a ello siempre fue educada y atenta a sus necesidades, quizá no pudiese hablar o reír con ella en complicidad pero al menos sabía que aquella mujer no desobedecería ninguna orden que le diese.

— De nuevo, — habló cortante dando otro azote con su fusta.

Su madre había muerto cuando niño, los cabellos rojos y sedosos de quien lo arropaba llenándolo de afecto se desvanecieron luego de aquella noche en la que la luna pareció sangrar ante sus ojos y en la que su padre le salvó la vida.

No tuvo tiempo de llorar a su progenitora, el rey desde ese momento lo conminó al estudio y a los entrenamientos, forzándose a deshacerse de toda su torpeza y poca habilidad pasó días y noches enfrascado en páginas de libros, al igual que en combate.

— Otra vez... — dijo alto soltando otro golpe, varias hojas cayeron al piso, la blanca y ya temblorosa mano que sujetaba la pluma presionó con más fuerza la delicada herramienta de escritura. — Si la rompes no traeré otra.

No recuerda bien pero sabe que su primer maestro lo dejó muy joven, que se marchó del reino sin despedirse, su padre le dijo que había muerto en guerra meses después y personalmente se encargó de instruirlo desde ese momento hasta el día de su muerte. Pese a que sus compañeros de campo lucían exhaustos y sus moretones tardaban semanas en sanar, Naruto siempre fue consciente de que él parecía tener ventaja en ese aspecto, podía resistir más tiempo a la intemperie, a trote agotador y sus heridas siempre sanaban con mayor sencillez, serás el próximo rey, solía decirle su padre cuando curioso preguntaba cuál era la razón.

Debía ser porque heredaría el trono y el cielo mismo le brindaba protección.

Era más sencillo creerlo de aquel modo, al menos hasta el día en que vendió su alma a un demonio porque se sintió de la gracia divina abandonado.

— Tu letra se nota temblorosa, — hizo notar al príncipe de cabellos negros que a duras penas parecía escribir lo acordado en esa misiva, las blancas manos parecían tener dificultades al utilizar la tinta estando sujetas entre sí, Naruto contempló divertido como su prisionero hacia acopio de calma para no aventar el papel y lo demás al piso sabiendo que esa oportunidad no se volvería a repetir, — ¿necesitas ayuda acaso? — cínico paseó la fusta que empuñaba por la espalda amoratada del pelilargo descendiendo por la línea de la columna hasta detenerse justo en medio de las nalgas enfundadas en ropa de lino del otro. — Puedo motivarte si lo necesitas... — farfulló de ultimo.

Vio como un ligero temblor asaltó al príncipe ante la grotesca proposición, se sentó por completo en el piso para apartarse como pudiese, escribiendo sobre el camastro apenas le oyó murmurar algo inentendible.

— ¿Ya terminaste? — preguntó el rey acercándose más y tomando entre manos la carta finalizada, con ligeras manchas de tinta se veía indudablemente mejor que las anteriores que dispuestas sobre las cobijas le hubo forzado a rehacer, por unos instante la caligrafía elegante le irritó, las letras jamás fueron el fuerte de Naruto.

MaleficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora