Capítulo 8

2.2K 231 151
                                    

Mingyu probablemente no habría reparado en que la luz del semáforo había cambiado ya a verde, si no hubiera sido por el insistente sonido del claxon, que provenía del auto detrás suyo. Se obligó a avanzar, suspirando mientras conducía a través de la noche. Antes de salir de casa había tachado otro día más en el calendario; otro día sin ver a su esposo volver a casa. Y a cada que comenzaba a acercarse el final de esas tres semanas pactadas con Wonwoo, comenzaba a pensar en si era tiempo suficiente para verle regresar.

Al llegar al restaurante estacionó en la entrada de éste, viendo a JiHoon y SeungCheol esperarle. La noche en que habían acordado reunirse para cenar había llegado, y sin duda no era nada parecido a lo que Mingyu había tenido en mente cuando aceptó abandonar su soledad, para estar en contacto con sus amigos una vez más. Vestía un traje color crema, y sus amigos también usaban prendas claras, a petición de SeungCheol.

Se acercó entonces hasta ellos, dispuesto a pasar una buena velada, incluso cuando no se sentía con muchos ánimos. Después de anunciarse en la recepción, Mingyu se sorprendió cuando no fueron dirigidos a una de las mesas desocupadas de la primer planta del restaurante; y su incredulidad creció todavía más en cuanto entraron al ascensor del lugar. Su mirada se cruzó con la de JiHoon, quien parecía encontrarse igual de perdido que él. Era un alivio para Mingyu el saber que, al menos de momento, ambos jugaban para el mismo equipo.

—¿No dijiste que cenaríamos, Cheol? —cuestionó el pelirrojo, aferrando el brazo de su amado, como si de pronto necesitara saberse protegido ante lo desconocido.

—Eso haremos —contestó SeungCheol con una sonrisa terriblemente mal contenida—. Pero cenaremos aquí.

Anunció el mayor, y en cuanto las puertas del ascensor se abrieron, ambos hombres permanecieron estupefactos durante un momento, observando lo que les rodeaba; y entendieron inmediatamente el por qué de que existiera tanto misterio en torno a esa noche. Por su parte, SeungCheol parecía un poco aliviado, y una vez más, Mingyu constató que su amigo no era mucho mejor mentiroso que él mismo.

—Genial, nunca dijiste que sería algo así, Cheol —replicó Mingyu, observando la terraza.

Era un sitio bonito, pero terriblemente meloso como para llevar a cabo una cena casual de miércoles. Las pequeñas luces que rodeaban el barandal, los focos que iluminaban el sitio con su luz dorada, y las flores aquí y allá, no le ayudaban a sentir que no estaba haciendo un mal tercio en ese instante. Ahora podía entender el porqué de que SeungCheol le pidiera vestir de manera un tanto más elegante y con tonalidades claras.

Por su parte, SeungCheol en absoluto parecía inmutarse ante su incomodidad, y Mingyu podía jurar que JiHoon estaba disfrutando de verle sufrir de esa forma, mientras él se deshacía entre las atenciones que su novio le brindaba, y le agradecía por la sorpresa que había planeado para él. Qué poco les había durado la tregua.

—Tranquilo, no será por mucho —dijo el pelirrojo dirigiéndose a Mingyu, mientras tomaba asiento, ayudado por su novio.

Mingyu sólo esbozó una mueca y recorrió un poco de la terraza, dejando que JiHoon y SungCheol tuvieran un pequeño momento de privacidad, pues era verdad que el mayor se había esforzado para crear ese ambiente lleno de romanticismo para su pareja, y no quería arruinarlo con su mala actitud. Por lo menos alguien en ese lugar podría disfrutar de la cena, y agradecer apropiadamente por todo aquello. La cuestión era, ¿por qué era necesario tanto misterio y elegancia?

Para mayor curiosidad de Mingyu, en la mesa cuadrada había dispuestos cuatro platos, copas y juegos de cubiertos, dos en cada extremo de ésta. Vio a SeungCheol sentarse junto a JiHoon, quien parecía todavía enternecido y le miraba con algo que no podría ser descrito más que como agradecimiento y amor, así que supo que no obtendría respuesta alguna si preguntaba por el motivo del lugar extra; y la verdad era que tampoco tenía nada de ganas de interrumpirlos en ese momento. Mingyu odiaba aceptarlo, pero había sido una bonita sorpresa, bien planeada para JiHoon. Al menos sus amigos lucían como peces en el agua en esa atmósfera, porque, por su parte, ese ambiente sólo le generaba un ligero pesar.

I'm not the only oneWhere stories live. Discover now