Paja y polos de hípica

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Basado en el fanfic Legado, historia de 1001 cuentos albalia

-Con lo que fantaseo de verdad es con arrancarte ese polo de hípica y hacértelo aquí mismo, puta princess

-¡Eilan! - la reina emitió un gemido, mostrando falsa sorpresa. Las palabras de la asistenta habían desatado el calor en su entrepierna que ella tan bien conocía

-¿Qué pasa? - Natalia avanzó hacia ella con paso decidido, atrapándola entre su propio cuerpo y una de las columnas de piedra que separaban las cuadras

-¿Qué has dicho? Repítelo para mí - respondió la monarca con tono autoritario, intentando disimular su creciente excitación

-He dicho - la morena acercó los labios a la oreja de la monarca - que lo que quiero es arrancarte ese estúpido polo de hípica y hacértelo aquí mismo, puta princess - pronunció por segunda vez. La poca autoridad que tenía Alba acabó por desvanecerse al notarse las piernas temblar

Con un movimiento rápido, intercambió su posición con la de la asistente, empujándola contra la columna para besarla con urgencia. Ambas se fundieron en un beso desesperado, violento. Eilan buscó a tientas la puerta de la cuadra que quedaba más cerca, cogiendo a la reina con violencia por el polo y empujándola en aquella dirección. El golpe de su cuerpo con la estructura provocó un pequeño temblor que hizo a uno de los caballos relinchar con fuerza. Ninguna de las dos le prestó importancia, más ocupadas en el vaivén de besos sin control, con sus lenguas peleando por dominar a la otra. El pobre animal, confuso, se tambaleó varias veces, llegando a impactar su cabeza con la puerta de su cubículo. En la disputa, consiguieron entrar por fin. Se separaron un momento para tomar aire e inspeccionar el lugar con brevedad.

-Hazlo ya - Los ojos de Alba brillaban con intensidad, fruto de la excitación

-¿El qué? - Natalia sonrió, socarrona

-Arrancarme el puto polo de hípica

-A sus órdenes, majestad

No tardó más de dos segundos en deshacerse de la prenda, arrojándola hacia la zona más lejana. Alba se abalanzó una vez más sobre su asistente, enroscando una pierna alrededor de su cintura. Natalia la levantó del suelo, permitiéndole hacer lo mismo con la otra. Subía y bajaba por el cuello de la reina, provocando que de su boca saliera una sucesión de gemidos descontrolados, encendiéndola a ella también.

Con cierta violencia, la arrojó sobre el montón de paja que había, sin importarle en ningún momento la comodidad de su jefa, para tumbarse luego sobre ella. Las manos de esta última se enredaban en la media melena de su asistenta sin control, notando cómo la humedad de su entrepierna crecía según las manos de Natalia jugaban con su cuerpo. Notó un súbito tirón; sus pantalones ya no estaban, habiendo quedado en ropa interior.

-Eilan - articuló con dificultad

-Cállate, puta princess - respondió, levantándole el sujetador

-Eilan, joder - el tono se volvió algo más regio

- ¿Qué? - la morena mordía y besaba uno de sus pezones con calma

-Quiero que...hagamos una cosa... - cada vez le costaba más hablar - Joder con la puta princess. Qué salida está. A saber qué querrá, pensó para sí.- En la pared hay una fusta. Cógela. - Natalia se paró en seco, sorprendida. Ni siquiera su mejor interpretación de Eilan hubiera sido capaz de evitar poner esa cara de sorpresa y desconcierto. Alba la miraba, y se dio cuenta de que tenía que reaccionar rápido

Fue a por la fusta y volvió, aún no demasiado convencida de si le gustaba la idea que rondaba por la cabeza de la reina. Ésta se incorporó, colocándose esta vez de rodillas, apoyando el peso del cuerpo en las manos, con la espalda ligeramente arqueada

-¿Queréis...? - la sonrisa seductora de Eilan volvió a aparecer, no sin sentirse insegura

-Quiero que me azotes Eilan. Azótame mientras me insultas - la vergüenza que sentía la monarca de Isla Peseta sólo se vio opacada por la urgencia que sentía por tener a Elian de esa manera

Su asistente tragó saliva, claramente intimidada. Natalia, Eilan lo haría, lo sabes perfectamente. Así que apártate y deja que ella se encargue, pensó para sí misma. Se colocó detrás de la rubia, fusta en mano. No sabía exactamente cuánta fuerza debía ejercer, así que optó por darle un primer azote con poca intensidad, esperando expectante la reacción. La reina arqueó la espalda, suspirando con agitación. Le dio un segundo, esta vez algo más fuerte. Esta vez gimió, intentando contenerlo sin éxito. Natalia se envalentonó y cogió a la reina del pelo, tirando de su cabeza hacia atrás

-¿Te gusta esto, puta princess? - no sabía de dónde le salían las palabras exactamente, pero tenía claro que era cosa de Eilan. Alba se limitó a asentir, respirando de manera agitada.- ¿Quieres más? - la rubia asintió por segunda vez

Dejó que volviera a colocarse, pero sin aflojar el agarre de su pelo. La fusta impactó de forma algo más violenta en el culo de la reina, quien soltó un gemido ronco. Te vas a enterar de quién es Eilan.

Alba arqueaba la espalda cada vez más, por lo que su culo era también más accesible. La humedad en su entrepierna crecía con cada descarga sobre sus nalgas desnudas. Natalia había entrado en una especie de trance, provocado por la excitación habitual que le provocaba tirarse a la reina e insultarla con desprecio, unida ahora a la que le producía esa inesperada situación de dominación. La princess quiere jugar, pues juguemos.

Sin mediar palabra, detuvo las acometidas y se puso en pie. Antes de la reina pudiera protestar, la hizo levantarse, guiándola hacia una de las paredes. De ésta pendía una argolla, con unas riendas colgando de la misma; había visualizado la escena en su cabeza nada más verlas, y no pensaba dejar escapar la oportunidad de tener a la mujer que tanto le repugnaba a su completa merced. Sintió por un momento una leve confusión, ya que el deseo era quien la dominaba: por más que en su cabeza le diese asco, sabía perfectamente que la reacción de su cuerpo era la opuesta. Con ello, no tuvo a penas tiempo para dejar que aquel atisbo de confrontación interna la invadiese. Natalia cállate, o la vas a cagar. Deja a Eilan. La reina se mordió el labio, esperando expectante cuál sería el próximo movimiento de su asistente. Tenía el pelo lleno de paja y quizás algo de tierra, pero sin duda no le importaba lo más mínimo en aquel momento. Quería disfrutar de Eilan, sentirla, sin importar si tenía que renunciar a su pulcritud habitual.


La morena se desenvolvía con soltura, colocando y atando las manos de la reina por encima de la cabeza, con nudos no demasiado apretados pero firmes.

-Ahora voy a hacer contigo lo que me dé la gana - soltó con rabia y ganas

-Eres una puta plebeya.- La respuesta pilló a Natalia por sorpresa, encarándose con la rubia casi por impulso

-Repite eso - para su sorpresa, aquello sólo estaba consiguiendo que el calor de su entrepierna creciera aún más. Podía notar la respiración de la otra sobre la suya propia

-Eres una puta plebeya, Eilan

-Te vas a cagar, puta princess

La asistente sujetó el cuello de su jefa para besarla. Mordió su labio con violencia para luego besarla varias veces, imponiendo su propio ritmo. Descendió con la mano que le quedaba libre por el vientre de la otra hasta llegar al contorno de sus bragas de seda. A la mierda su puta lencería pensó mientras se las arrancaba, partiéndolas al tirar. Sonrió satisfecha y se agachó, quedando a la altura del pubis de la reina. Con suavidad, lamió su centro, dejando que la lengua vagase por entre sus pliegues con suavidad. Alba gemía, descontrolada. Ella, que gobernaba Isla Peseta, estaba siendo ahora completamente doblegada por su asistente. Jamás se atrevería a decir lo mucho que le excitaba la situación. Tampoco hacía falta, pues Natalia ya había podido comprobarlo.

Sin previo aviso, introdujo dos de sus dedos de golpe, a lo que las piernas de la reina reaccionaron con temblores incontrolables. Las embestidas eran cada vez más potentes y más profundas, pero la morena no bajaba el ritmo.

-Mueve las caderas - ordenó - Cabalga sobre mí, majestad - pronunció esto último con un deje de suficiencia

La joven monarca no puso impedimentos a la exigencia, moviéndose frenéticamente sobre aquel par de dedos que recorrían su interior.

-Eilan, no puedo más...yo... - antes de poder si quiera decirlo, su cuerpo estalló en un tremendo orgasmo que retumbó en todos los rincones de las cuadras. Aún convulsionando, buscó la boca de su asistenta con presteza, besándola con intensidad. Había sido, hasta el momento, la mejor de todas las veces que habían tenido sexo.- Eilan, eres...increíble. Tengo que subirte el sueldo

-Quizás debería - sonrió, dejando que la lengua de la reina buscase la suya sin un ápice de rechazo en su interior



Tú a Londres y yo a Valencia Where stories live. Discover now