12 de marzo... una hora más tarde

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Querido Phillip:

La verdad es que tardé menos de una hora en volver a escribirte. No se porqué pero me hace sentir aliviada ante todo lo que acontece. Tan solo saber que estás cerca, me conforta. Me fortalece.

Espero los secretos de mi familia no te hayan hecho sentir lejos. Al contrario y lo digo nuevamente, nadie más sabe esta información mas que tú en estos momentos. ¿Te gustaría saber qué pasó después? 

Pues bien, nos mudamos a Cumbres Borrascosas, el lugar donde me he criado toda mi vida. Solía tener la alcoba más grande y recuerdo mi ventana tenía una vista justo hacia las montañas de a lado, dándome la más hermosas de las vistas cada mañana. Mi abuela me quería mucho, de hecho, siempre lo hizo. Solía ir a mi alcoba cada noche a darme un beso de buenas noches justo después de contarme increíbles historias acerca de su niñez. Mis padres salían de paseo todos los días para recolectar plumas. Siempre regresaban sucios y enlodados. Yo sabía que era porque les gustaba jugar a aventarse lodo el uno al otro, tal y como lo hacían cuando eran niños. Se amaban infinitamente. Yo lo sabía, mi abuela lo sabía y ellos lo sabían. Cada día descubrían más de sí mismos en la otra persona. Realmente se me hacía imposible pensar en mis padres en otra realidad diferente a la de su vida juntos.

Los años fueron pasando, y todos fuimos creciendo, incluída la abuela. Un día, descubrimos que su mano empezaba a tornarse de un color grisáceo, apenas y las uñas empezaban a pintarse. La abuela dijo que no era nada y que no debíamos preocuparnos. Probablemente se había enterrado algo mientras plantaba alguna flores en el jardín. No nos preocupamos al principio.

Conforme fue pasando el tiempo, la abuela empezó a olvidar las cosas, dejó de dormir durante las noches y en el día se dedicaba a contarnos historias de su niñez. En unos días, empezó a confundirme con sus hermanas difuntas y a mi padre con su padre. Nunca nos lo dejó ver, pero las pequeñas manchas negras habían recorrido todo su cuerpo. Sus piernas estaban completamente manchadas, lo que en consecuencia, le provocó dejar de caminar.

Mi padre estaba como loco, jamás lo había visto tan asustado. Cada día, salía al pueblo a buscar alternativas para curar a la abuela, pero nada le hacía bien, al contrario, parecía empeorar. Como podrás imaginar; tanto la abuela como mi padre dejaron de prestarme atención. Yo en ese entonces tenía nueve años. Mi madre comenzó a llorar todos los días y cada que me acercaba a ella, lo único que decía es que extrañaba a mi padre. Estaba tan obsesionado con salvar a la abuela, que dejó de tener tiempo para ella. Nada. Ya no salían por plumas, las peleas de lodo rutinarias se perdieron, ya ni siquiera comíamos juntos. Mi padre empezó a dormir junto a la abuela. Recuerdo tanto las peleas y la indiferencia de mi padre.

— No es justo Heathcliff— decía mi madre— Jamás te he dado la espalda. Yo no tengo padres ¿Recuerdas? Te necesito. Eres lo único que me queda.

— Mujer, no lo entiendes. No tuve a mi madre toda la vida y no me rendiré hasta que ella vuelva a estar bien ¿Ya se te olvidó lo que hizo por nosotros? ¿Te imaginas qué hubiera pasado si no la hubiéramos encontrado? No tendrías ese vestido puesto, ni esas joyas colgando. No serías nadie.

— Yo soy alguien. Soy tu esposa.

— Nada importa más que ella ahora Cathy, lo siento.

Todas las noches por muchos meses era lo mismo. Intenté hablar con mamá, pero era inconsolable. Lo único que le importaba era la indiferencia de mi padre. Lo extrañaba a punto de la locura. Gritaba todas las noches sin recibir respuesta alguna. Me sentía como la personas menos importantes en su vida y fue así como, aunque estaban en presencia, me di cuenta de que yo ya no tenía más a mis padres.

Empecé a hacer todas las tareas de la casa entonces. No tuve otra opción, si no nadie de nosotros viviríamos. Mi abuela se quedaba en cama, mi madre lloraba y pronto empezó a irse de casa todo el día. Solo regresaba en las noches. Mi padre vivía buscando la cura y mi tío Hindley solo salía cuando en su locura, se le antojaba ver la luz del día. Aprendí a cocinar, limpiar, y hasta a seguir con la producción de la empresa. Logré mantenerla a flote y a los once años, inclusive logré expandernos a un pueblito pequeño que mis padres nunca pudieron hacer entregas. Pero a pesar de que logré todas esas cosas; me sentía infinitamente sola. No hablaba con nadie en el día y tampoco nadie notaba mis esfuerzos para mantenernos vivos. Nadie. Apenas y comían, apenas y saludaban. Sentía que en esa casa nadie tenía vida realmente. Cada vez veía menos a mi madre. Llegamos a punto en que se desaparecía por semanas.

Puede que suene algo horrible, pero mi querido Phillip, las cosas solo se ponen peores. Este fue el principio del infierno. No suelo ser una niña exagerada ni mucho menos, pero realmente nunca en la vida le desearía a nadie vivir todo lo que he pasado.

Es tarde. Creo que es momento de decirte que no puedo estar fuera de mi agujero más allá de cuando se pone el Sol. Tengo prohibido salir de las Cumbres en todo el día y a esas horas, cuando no pueden vigilarme , prefieren encerrarme.

En fin, conforme la historia vaya saliendo, entenderás más lo que te estoy diciendo.

Te quiero Phillip. Quiero saber de ti. Como siempre, espero tu respuesta. Creo que ahora sabes porque no he vuelto a buscarte.

Alice

Querido Phillip:Where stories live. Discover now