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Cuando salgo de la sala de interrogatorios veo que Nano camina en mi dirección. Nos encontramos en la mitad del pasillo, solos. Sus ojos están rojos y me mira desesperado, levanto una de mis manos y acaricio su mejilla.
–Todos allá afuera me miran como si yo lo hubiera hecho.
–No te preocupes. Encontrarán al verdadero culpable. —Le digo en un susurro.
–No quiero perderte.
–No lo harás.
Sus manos acarician mi cabello y acerca su rostro hacia el mío. Dejo que sus labios atrapen los míos en un suave beso, nuestros labios se acarician con ternura y algo de tristeza. Como si supieran que sería la última vez que fueran a tocarse. Paso mis manos por su cuello y dejo leves caricias allí. Mientras que Nano baja sus manos hasta mi cintura y me acerca aún más a su cuerpo. El calor que este emana se siente tan familiar y cómodo que no puedo evitar derretirme durante el beso, suerte la mía que sus manos me sostenían firmemente, sino me hubiera desplomado en el suelo.
–Ve tu primero.
Asiento y dejo un casto beso sobre sus rosados labios. Camino lentamente hacia la sala de espera donde todos se encuentran esperando alguna respuesta. He sido la última que han interrogado, así que no queda más que esperar. Me siento a unos puestos de Christian, quien me regala una débil sonrisa. Él parece demacrado, ojeras oscuras alrededor de sus ojos y la piel pálida. Se corre unos asientos hasta quedar a un lado mío. Mira a su alrededor antes de inclinarse más cerca mío.
–¿Sabes quién ha sido? —Sus ojos me miran expectantes.
–No. ¿Tú lo sabes? —Christian niega con su cabeza y suspira acomodándose en el asiento.
–Te ves del asco, reina.
–Tu no te ves mejor. —Sonrió sarcástica y veo como una sonrisa se escapa de sus labios.
Estamos varios minutos en silencio. Veo a Guzmán darse vueltas y vueltas, inquieto y nervioso, diría que ansioso también. Samuel está al principio de la sala, sentado lejos del resto y con la mirada baja. El tiempo pasa, escucho como las manillas del reloj en la pared se mueven pasando los segundos, como un maldito martirio. Guzmán se ha sentado junto a Ander y conversan en voz baja. Polo está sentado detrás de ellos en silencio. Christian ha pasado su brazo por mis hombros y yo he recostado mi cabeza sobre él. Veo a Lucrecia y Carla conversar mirando por la ventana. A Nadia y su hermano sentados sin decir palabras. A lo lejos, lejos de nosotros, Nano me lanza miradas nerviosas, pero mueve su vista rápidamente.
–¿Por qué se demoran tanto?
–Deben estar revisando las pruebas y nuestras declaraciones. —Le digo a Christian. Él asiente y continúa moviendo su pierna rítmicamente.
