chapter thirteen.

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EMILIO OBSERVABA A JOAQUÍN el cual estaba totalmente empapado

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EMILIO OBSERVABA A JOAQUÍN el cual estaba totalmente empapado. Unas cuantas gotas caían de la frente del castaño, gotas que estaban cayendo sobre el suave edredón.  

—Perdón — dijo Joaquín en un susurro.

—¿Ah? — Emilio habló después de unos diez minutos observando todo el perfil de Joaquín —. ¿Por qué dices eso?

—Sólo interrumpí tu sueño, además que te desobedecí — suspiró.

—Debiste haber pensado en las consecuencias de salir a estas horas de la noche, o sea, imagina que alguna de las personas que no conocemos que habita en las demás cabañas, se entera que saliste y si es una persona mala, te hace daño, ¿cómo crees que me sentiría? mi deber es cuidarte junto a todos tus compañeros durante ésta semana — habló Emilio con un tono de voz suave, había notado que Joaquín estaba un poco sensible y que en esos momentos ya se encontraba sollozando —. No llores, ven — Emilio se acercó a Joaquín y lo abrazó por los hombros mientras la cabeza del menor estaba sobre su pecho.

Los truenos y rayos habían parado, ahora sólo se escuchaba una lluvia suave, sonido que les había compañía, al igual que el sonido de sus respiraciones. Parecía que ambos estaban realmente cómodos en esa posición, Joaquín podía escuchar claramente el ritmo cardíaco de Emilio, mientras éste, acariciaba el cabello castaño de Joaquín, tan sedoso y brillante.

—La tormenta cesó, lo mejor será irme — dijo Joaquín separándose de Emilio.

El rizado mordió su labio inferior.

—Quédate un segundo aquí a hacerme compañía — habló el más alto mientras se levantaba —. Sólo quédate tantito más, ¿sí?

La cercanía de Emilio ponía tenso al castaño, podía sentir su respiración cerca de su rostro. Joaquín asintió. El rizado se dirigió a su clóset y volvió a mirar a su huésped.

—No te pases Joaquín, no te dejaré salir con esa ropa mojada, ven — dijo entre señas.

Joaquín se acercó con pasos lentos hacia donde estaba Emilio. Éste sacó unos pantalones de tela delgada pero caliente, una playera cómoda de manga larga y un suéter abrigador.

—Yo entraré al baño para que te cambies, ¿sí? — preguntó sonriéndole.

—Está bien — le devolvió la sonrisa. Aquellas sonrisas que confundían demasiado a ambos.

El mayor se dirigió a su baño mientras Joaquín se sentaba en la cama. Se despojo de su suéter al igual que de su playera de pijama, se comenzó a poner la ropa que Emilio le había prestado, y pudo oler su famosa colonia, un agradable perfume, que nunca se cansaría de oler. Finalmente se puso aquellos pantalones, los cuales le causaron unas cuantas cosquillas.

—¿Ya estás Joaquín? — habló Emilio desde aquel lugar.

—Ehh, sí — habló seguro, en eso se escuchó cómo la puerta se abría.

—Ahh, pero qué galán, joven Bondoni, me veré en la extrema situación de prestarle más seguido mi ropa — sonrió Emilio coquetamente, haciendo que las mejillas de Joaquín se incendiaran, aunque ante la oscuridad ya casi no se notaba.

—Bien, ven — dijo Emilio poniéndose el gorro que llevaba en su suéter, observó a Joaquín y se acercó a él —. No quieres volver a mojarte, ¿no? — dijo y el castaño negó —. Bien, entonces, ponte esa cosa — dijo mientras le acomodaba el gorro, haciendo que Joaquín sonriera a más no poder—. Listo, vamos.

Emilio tomó a Joaquín de la mano, tomó las llaves que estaban en su mesa, y salieron juntos de la cabaña. El cielo aún estaba un tanto oscuro, eran tan sólo las dos de la madrugada y ahí estaban esos jóvenes a punto de tener una excelente velada.

Emilio se sentó en una de las sillas de madera que estaban fuera de su cabaña.

—Ven Joaco — dijo señalando un asiento a su lado.

El castaño se sentó y observó el cielo al igual que Emilio. Hacía un gran silencio, uno que estaba haciendo sentir a ambos en casa.

—¿Cómo te sientes? — preguntó el rizado.

—¿A qué se debe la pregunta? — preguntó.

—Es de mala educación responder una pregunta con otra — dijo Emilio —. Aparte de que si veniste hacia acá fue por algo — dijo suspirando —, ¿Robert te hizo algo? Porque sí es así, haré de todo para que lo cambi...

—Tranquilo — interrumpió —. Él no hizo nada.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Entonces? — preguntó de nuevo el mayor.

—Quizá suene ridículo y tonto, pero, tengo miedo de las tormentas — susurró —. No sé, siempre me recuerdan a algo que no quiero recordar — habló Joaquín entre sollozos.

—Puedes contarme — habló Emilio —. Claro si es que quieres, no te obligaré.

—Yo sufría mucho maltrato de niño, Emilio, mi mamá siempre me preguntaba por qué siempre llegaba a la escuela muy sucio, yo siempre respondí que era porque me caía, ¿por qué existe gente que se burla de ti por lo que has logrado? yo siempre saque buenas calificaciones porque sabía que me ayudaría en mi futuro, no por presumir — dijo soltando varias lágrimas —. Un día, los chicos que siempre me molestaban, me llevaron a un lugar alejado de toda la población, yo iba a ir a la escuela cuando ellos llegaron lanzándome piedras, caí debido a que una me dio en la cabeza, al despertar ya estaba en ese lugar.

—Joaco...

—Ellos estaban rodeándome, llevaban varios juguetes y los tiraban hacia mi, yo no podía hacer nada, eran diez contra uno, ese día el cielo se nubló, varios truenos comenzaron a escucharse, enseguida, un gran rayo cayó sobre un árbol, el cual terminó arriba de dos de los chicos que me molestaban — siguió llorando —, sólo recuerdo que todos corrían como locos y yo me desmayé.

Joaquín estaba rodeado por los brazos de Emilio, unas lágrimas caían de los ojos de ambos, Emilio odiaba ver a Joaquín así, tan frágil, indefenso, llorando por una horrible trauma, nadie merecía eso, y menos ese chico.

Emilio se separó de Joaquín y se hincó frente a él.

—A partir de hoy, te cuidaré y protegeré más que a mí vida, Joaco, no permitiré que nadie vuelva a lastimarte porque no lo mereces, eres un chico demasiado bueno que no merece sufrir, hoy, con mi mano en el corazón — dijo poniendo su palma sobre su pecho —. Prometo que siempre voy a cuidarte y a protegerte no importa cuánto me cueste.

Joaquín sonrió de lado y se abalanzó a los brazos de Emilio, el cual aceptó gustoso el abrazo. Ambos se separaron y se quedaron mirando a los ojos. Emilio dejó de pensar si lo que estaba a punto de hacer estaba bien, sintió que a nadie más le debería importar lo que el quisiera para su vida, lo que el hiciera con ella, así que lo hizo.

Sus labios rozaron con los de Joaquín, el cual estaba confundido debido a la acción de el mayor.

—¿Emil...

—Shh — dijo Emilio volviendo a unir sus labios con los de Joaquín, el beso era tierno y cálido. Emilio movió un poco sus labios haciendo que el castaño le siguiera el beso.

Ambos movían sus labios al compás, si alguien sintiera lo que ellos, se darían cuenta que sus labios estaban destinados a estar juntos cómo dos piezas de rompecabezas. Dos piezas que nacieron para estar juntas.


matt ツ

proyecto e, emiliaco.Where stories live. Discover now