CAPÍTULO 2

5.6K 464 311
                                    

Sam

Me resulta difícil adaptarme a mi vida fuera de la clínica. Todo parece ser un constante deja vu. Es como si los dos últimos años hubieran sido un sueño, quizá una larga pesadilla de la que logré despertar.

Realizo caminatas nocturnas alrededor de mi vecindario. Desde que Ricardo aceptó nuestro trato, paso la mayor parte del tiempo fuera de casa; aprecio la tranquilad que existe en mi soledad. Recuerdo todas veces que escapaba para ir a casa de Ale. Me sentía privilegiado al ser vecinos y poder entrar por la ventana de otro para pasar la noche juntos.

Me sobresalto al ver las luces encendidas en su antiguo hogar, ¿Qué tipo de inquilinos tendrá ahora? ¿Y si la nota es mentira, y no se han ido aún? Una especie de esperanza se generó en mi pecho, pero mi mente se encarga de poner mis pies en la tierra. Sin pensarlo, doy pasos acelerados en dirección a la vivienda, con el objetivo de apreciar más a detalle. Cuando estoy justo al frente, mi cuerpo se vuelve rígido y me impide moverme.

—¿Se te perdió algo?

Mi corazón se detiene al escuchar la voz de una chica. Sólo logro percibir su silueta, sentada en las escaleras de su pórtico y el destello rojo en la punta del cigarro que sostiene su mano.

—Lo siento... ya me iba —balbuceo.

—Sabías que este es un vecindario privado ¿no? —responde a la defensiva, acercándose a mí. Conforme avanza, me permite apreciar su rostro, que es bastante lindo; pelirroja, ojos grandes de color verde aceituna y piel blanca.

—Lo sé, yo vivo aquí —poso mi brazo sobre una barda, para adquirir mayor autoridad.

—¿Eres nuevo por aquí? —dice incrédula; lanzando el humo directamente a mi rostro—. Jamás te había visto.

—No, he estado aquí toda mi vida. Ricardo Palacio es mi padre ¿te suena?

Admito que su nombre me trae provilegios que no dudo en usar a mi conveniencia.

—Te diría que no te creo, pero eres idéntico —da una calada al cigarro, mostrado desinterés.

—Nos vemos, pelirroja —rompo el incómodo silencio. Los destellos de esperanza desaparecieron con ella, estoy seguro que la carta es real y Ale me ha abandonado en este infierno. Anhelo alejarme, no soporto la idea de visualizar su cuarto vacío.

—¡Ey! Espera ricitos —la chica llama a mis espaldas— No me has respondido.

—He olvidado tu pregunta... pelirroja—hago énfasis en la última palabra, provocado que ella ruede los ojos e intente ocultar una sonrisa momentánea.

—¿Por qué no te había visto? —pregunta, se cruza sus brazos.

Excelente pregunta. No había pensado con anticipación una respuesta coherente para lo que será quizá la pregunta más frencunte. Ricardo había hablado sobre un viaje a Francia, pero jamás me informó lo que se suponía que estaba haciendo en ese lugar.

—Estuve en Francia... con mis tíos... Por dos años —hablo con pausas, esperando a que las ideas lleguen a mi cabeza. Desvío la mirada, no creo haber sido tan convincente.

—Francia —réplica—. Interesante.
Quizá podrías hacerme compañía y hablarme un poco sobre tu vida en Francia —camina nuevamente a su pórtico, señalado un lugar junto a ella. No puedo permitir una historia similar. Es increíblemente hermosa, sin embargo, estar con ella en la antigua casa de Ale, me hace creer que simplemente le he remplazando.

—No lo creo, es tarde —le digo, desinteresado.

—De acuerdo, sigue tu camino —estrella la punta de su cigarro contra el pavimento.

BICOLOR Where stories live. Discover now