La Seine.

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El hombre más pequeño bajó luego de unos minutos con dos mochilas rellenas de lo que deduje era el dinero que estaba en el sofa. Entonces mire mi mano. ¿Me lo quitarian? Joder, seguro que me lo van a quitar.

De todas formas lo más probable es que muera en un par de días. No necesitaba el dinero ya.

— No toques nada— el oji gris dijo mientras tiraba los bultos a mi lado. Los miré rápidamente antes de asentir y cruzar mis manos en mi regazo. El se estiro hacia mi y tomo el dinero que tenia yo en mis manos, luego lo tiro dentro de uno de los bultos. Durante esto no hice ningún tipo de sonido ni di lucha. No me serviría de nada— ¿Eres muda o qué?

No lo miré porqué su pregunta no me interesaba. Él no me interesaba para nada, ni el del al frente tampoco. Solo quería llegar a dónde su jefe, de quién ya sospechaba la identidad, para acabarlo todo.

Quizás y con suerte me den un tiro de camino antes de llegar. Preferiría eso a ver de frente a L. No era que le conociera, vamos, que si lo he visto de lejos ha sido una vez en mi vida, pero yo era una T. Y los L y los T no cabían en la misma página. Eran mafias rivales.

Los T tenían el norte de Chicago y los L tenían el sur. La ciudad estaba divida entre ellos, no había banda o mafia que entrara sin ser aplastados por una de las principales. Parece sonar como que lo único que hay es guerra, pero en realidad las cosas son bastante tranquilas usualmente. Y si hay alguna guerrilla probablemente haya sido causada por Lenuel.

Él simplemente no sabía detenerse.

Miro por la ventana y suelto aire por lo bajo. Estaba jodida de verdad. Si por milagro de la vida salgo viva...ni siquiera quiero imaginarlo. De hecho, no puedo salir de ese lugar. Lenuel simplemente...

Quizás irme del país...

Me río en silencio ante la idea. Esa idea era tan vieja, tan tonta. La había pensado, calculado y anhelado tantas veces que ya había perdido la cuenta. De todas esas veces lo llegue a intentar una sola y eso fue suficiente para encadenarme a esta vida. Así que sí, prefiero morir antes que ver a Lenuel luego de caer en las manos de los L.

El simple hecho de estar junto a estos hombres en este coche, me había convertido en una rata sucia de por vida.

— Vamos— miro a la derecha y veo al rubio sosteniendo la puerta, su rostro en claro mal humor. Le apestaba la vida y muy probable que yo también. Noto que los bultos ya no estaban, por lo que debi haberme espaciado un poco, porque ni siquiera note cuando el auto se detuvo.

Me deslizo por los asientos hasta bajarme del alto automóvil y me dejo guiar de nuevo por el ojinegro.

— Ojos al frente— murmura en una voz ronca tan pronto ve que mis ojos se desvían un poco. Lo miro con seriedad y hago lo que pide sin problemas.

Aunque hubiera preferido saber bien en donde demonios estaba. Igual agradecia un poco que no me hubieran cubierto la cabeza, esas bolsas apestaban horrible. Como que nunca habían visto un perra lavada.

— ¿Traes un nuevo juguete Dylan?— pregunta mientras me mira de pie a cabeza uno de los hombre en la puerta de la casona.— y que juguete— silba con media sonrisa. Mis ojo deparan en el muy poco y sigo mi camino sin importarme las miradas.

— Y ese tra-

— Tócame y te arranco los cojones— siseo como animal furioso al hombre de pelo largo que estiraba su mano hacía mí.

Todos las personas que habían cerca empezaron a burlarse y a reir, cantando insultos estupidos y machistas por doquier. Los tipicos; " perra con rabia"  "que era una zorra cara". No les tome importancia a ninguno, hasta que oi un grave y casi funebre pero aún así, extrañamente placentero...

— Basta.— todo el mundo calló, e incluso yo deje de fulminar al imbécil que tenía de frente.— Todos dentro.

— Baja la cabeza— el hombre que me guiaba me susurro, reanudando su paso bruscamente. Le hice caso, pero no dejé de tomar un vistazo de vez en cuando.

Y asi todos hicieron, cada una de las personas que había salido a burlarse estaban entrando en fila, como niños regañados. El rubio que me llevaba empezó a caminar conmigo a su lado. Lo miré de reojo, el no se había burlado. Había mantenido esa cara malhumorada en todo momento.

Quizás me interesaría su nombre ahora. ¿Como era? ¿Dylan?

Tan pronto la última persona entro las puertas se cerraron dejándolo todo en otro silencio de tumba. Quise mirar alrededor y evaluar el lugar en el que me encontraba pero el Rubio aún me miraba de vez en cuando. No era tan tonta como para llevarle la contraria a un tipo con un arma cuando yo duramente sabía golpear y no tenia nada con lo que defenderme a la mano.

De todas maneras, no entiendo porque me sigo aferrando a vivir. Lo mejor sería golpearlo y que me den un tiro ahora.

— Dylan — esa voz lo hizo vibrar todo de nuevo, mordí mi labio inferior ante la curiosidad de lazar mi rostro y ver al que suponía era el líder.

— Dio está muerto, encontramos a esta mujer en la habitación junto a su cuerpo. Aún no ha hablado pero supongo que es una prostituta — el rubio, que ahora sé, se llama Dylan habla con fluidez y claridad. Todo sale perfectamente de su boca, sin una traba, sin una falla. Definitivamente era un veterano en esto y eso solo lo hacía más peligroso— lo importante es que la deuda está saldada por completo.

— Y ella sigue aqui, por qué...

— Es una Torres — ah, así que lo habían notado. Sonrió de medio lado y suelto aire lentamente.

Sí, estaba jodidamente jodida.

— ¿Eres una prostituta?— la pregunta me toma por sorpresa y me deja callada por un par de segundos. Segundos que para él eran innecesarios. — Responde ahora o tendré que hacerte hablar de otro modo.— al parecer no era paciente.

— No — mi voz sale segura, mis ojos clavados en el suelo.

Nunca le enseñes miedo a un perro, solo le das la oportunidad de dominarte.

— ¿Eres la mujer de alguno de los Torres?— pregunta de nuevo, pero sin aparentar interes, con una calma que impacta.

— No, soy bailarina.

— Todas las prostitutas estan marcadas en la espalda, no en el cuello.— escucho a mi costado un hombre decir, con sorna en su tono. Como si yo fuera tonta y estuviera mintiendo cuando era evidente la verdad.

Pero yo no estaba mintiendo...no del todo.

— Dije que no soy una prostituta.— sisee con molestia, fulminando de reojo al pelinegro.

— ¿Que te hace tan importante entonces?— esa pregunta yo no la contestaría y él lo sabía. No la hizo para que la contestara, solo para que supiera que el sabía más de mi que lo que yo creía.— ¿Cuál es tu nombre?

— La Seine.— y obviamente ese no era mi nombre real, pero vamos, que estaría tonta si le dijera el nombre en mi identificación, en la real.

El silencio prevalecio por unos segundos mas tras mi última sílaba. Mi nombre había caído tal cual pluma sobre el suelo y lo único que podía escucharse eran mis latidos acelerados. Que por mas que mi cara no mostrara mi pequeño nerviosismo, mi alma se estremecía dentro de mis entrañas.

— Uno de mis hombres te llevara a una habitación. De allí no saldras hasta que yo personalmente vaya hablar contigo, La Seine. — mi nombre salio con una burla casi nula, seca y prepotente. Tan fría, que me hizo tragar un poco de saliva.

De LuqueWhere stories live. Discover now