Epílogo

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Era época de otoño, los arboles comenzaban a cambiar la tonalidad de sus hojas, el frío iniciaba a demandar lo que le correspondía, las personas salían abrigadas de sus hogares para ir al trabajo o escuela.

En una de las calles, una cabellera rizada hacia acto de presencia entre la multitud, destacando por su característico color, un purpura tan llamativo que provocaba que la gente volteará ha mirarlo sin preocupación alguna, pensando en sus adentros si esa era su verdadera tonalidad.

Un suspiro salia de sus labios provocando que un humo blanco saliera expulsado de su boca, su nariz completamente roja por el viento y frío que había en ese instante, sus manos se encontraban metidas a los bolsillos de su chaqueta de cuero. Sus caminar el mismo de siempre, cada fin de semana asistía con frecuencia al mismo lugar, pasaba por aquel centro comercial y el pequeño parque que se encontraba a un lado. 

Los niños gritaban de la emoción, pues un nuevo parque recreativo abriría sus puertas dentro de pocos días, las personas a su alrededor caminaban despreocupadamente, mientras que otros hablaban con sus parejas o sus retoños. Todo parecía feliz, causando una zona de paz y tranquilidad.

Tras caminar y pasar de largo el pequeño café que se encontraba cerca de su destino, encontró una florería la cual destacaba por el color blanquecino que tenia, algunas flores se encontraban fuera del establecimiento para llamar la atención de la gente y que estas pudieran ingresar al local. No la había visto ahí hace una semana, la curiosidad lo invadió por completo, provocando que sus pasos lo llevaran al pequeño pero acogedor lugar.

Una campana resonó en el lugar, llamando la atención de una joven que se encontraba en el mostrador con su celular, completamente aburrida.

-¡Bienvenido! -dijo animada la chica para mirar al cliente que se acercaba a donde ella estaba- ¿En qué le puedo ayudar? 

-Quisiera comprar un ramo de lirios blancos, -su voz era neutra, característica de él- por favor. -la joven buscaba con la mirada las flores, pero al no encontrarlas recordó que se encontraban en otro espacio.

-Permitame un momento, por favor. -rápidamente la chica salio corriendo en dirección a una puerta que se encontraba al otro lado de la tienda, mientras que el pelimorado admiraba el lugar en donde se encontraba.

Después de un leve momento de espera, la joven llego con varias flores en ambas manos, colocandolas en una mesa de trabajo que tenia a lado del mostrador, y con ello busco los materiales necesarios para la elaboración del ramo. Una vez culminado, el ramo fue entregado al cliente quien a cambio le entrego el dinero por estas.

Nuevamente su caminata daba inicio, al poco tiempo de seguir el camino que ya se sabia de memoria, llego al lugar.

Las ramas y hojas de los arbustos eran rotas al pasar encima de ellas, sin importarle que sus botas militares quedaran con restos de tierra, a lo lejos pudo visualizar aquel pedazo de cemento quien se hallaba lejos del resto, dando un gran espacio para los arboles que lo adornaban a su alrededor, esta brillaba tras la poca luz que se esparcía en el lugar , y en ella se encontraba  tallado un nombre que relucía.

Midoriya Izuku

-Hola Izuku... -al acercarse más a la tumba, dejo el ramo de flores en el suelo y con su mano derecha acariciaba el nombre de su amigo, como si fuera a él quien lo acariciaba en ese instante. - Sabes, han pasado 7 años desde tu muerte y aun así, no he podido encontrar a nadie que pueda amar, como yo lo hice contigo... -sus ojos ardían y su garganta se encontraba seca ante las palabras dichas- te dije que debíamos escapar, pero tu estúpida venganza no te dejaba estar a mi lado. -su vista se alzo, mirando las copas de los arboles. El viento y el frío desaparecieron, dando paso a los rayos solares, quienes iluminaban aquella triste escena. - Realmente no supe si mis actos fueron buenos o malos pero, me alegra que al menos ahora puedes descansar en paz... -su mano se movía suavemente sobre aquel pedazo de cemento, que le causaba un sentimiento de nostalgia.

Cerrando sus parpados por un instante, muy dentro suyo, sentía como el pecoso se encontraba detrás suyo abrazándolo con calidez, sentía como sus rizos rozaban con su espalda y aquel dulce olor natural que emitía el pecoso, podía olerlo, podía sentirlo, pero no podía verlo.

Y ahí, en aquel cementerio abandonado se hallaba un joven llorando desconsoladamente la perdida de su mejor amigo y primer amor.


Fin.


Dulce venganza [BHNA]Where stories live. Discover now