009 : trauma

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NINE: HER TEARS

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NINE: HER TEARS

ADVERTENCIA: no quiero gente quejándose después, esta es una escena de violación. Si no quieres leer, sáltate el capítulo o en su defecto, espera al que sigue.


El ruido fuera de su habitación ceso tan pronto un zumbido familiar intercaló la molestia del ambiente por un recurrente sentimiento de pesadumbre. Inerte en su cama miraba boca arriba la densidad de sus pestañas aleteando de arriba a abajo sin observar nada más que el albor en el enorme techo.

Imaginaba muchas cosas para ese instante, el calor de un rizado cerca de su cuello, los dulces y húmedos besos cercenando su mandíbula hasta el apretón de sus cuerpos en medio del vacío inexplicable de la situación. Sin embargo, estaba sola. Ignorante del peligro caminando por el pasillo mientras giraba las llaves con los dedos, pasando los dígitos por encima de la cabeza dentada hecha y tallada en metal inoxidable.

El miedo subió por sus entrañas gradualmente una vez el sonido metálico escaló por la perilla, extendiéndose a la enorme y gélida habitación donde la joven se reincorporó de un jadeo. El pestillo cayó inusitadamente y con el llegó la incertidumbre conforme el giro del picaporte atrajo su atención, desviándose al cruzar la agigantada figura sosteniendo el manojo de llaves rodeando sus dedos.

Inmediatamente vagó la mirada hacia donde la chaqueta yacía al borde la cama cerca de sus piernas. Aquello le hizo cuestionar bastante lo que vendría, pues bastó con mirar a Alexandra para sentirse libre de andar lánguidamente en su dirección.

—No la toques— bramó, arrancándole la chaqueta de la vista antes de que pudiese siquiera sentir el cuero en la palma.

John, o mejor dicho, su padre, la miró como una bestia. Con ojos encendidos y llameantes, crujiendo las coronillas de los dientes haciendo fricción entre sí. Atentó contra la seguridad de su hija al sujetarle fuertemente la muñeca, tatuando su pálida piel con la alevosía de su desgarrador roce, albergando las rojizas marcas trazando largos surcos en su piel.

—¡Mamá!— gritó desgarradoramente una vez la mano de su padre tuvo retenidas ambas muñecas sobre el regazo.

—Shhh— pegó el índice a los temblosos labios, dejándole más que claro que nadie sería capaz de oírla una vez más—. Mamá no está en casa, cariño. Pero alguien debe darte una reprimenda por lo que hiciste.

Negó frenética, sacudiendose violentamente contra su voluntad, haciendo que el hombre de gran tamaño se colocase sobre ella, cerniendo una fuerza inamovible e injustamente controladora.

—¿De quien es la chaqueta, Alex? Dime— musitó, bajando el rostro hasta rozar sus narices, sintiendo el escaso aire saliendo de sus fosas nasales inflándose por la desesperación.

—Vete al infierno— bramó, escupiéndole en el rostro.

Lo siguiente fue apresurado, combinándose con lo agridulce del dolor presentándose como un cosquilleo en su pómulo, mareándola al grado de perder la noción de la sensibilidad un par de segundos. Sin embargo, al intentar reincorporarse y observar lo nublado de su habitación tornarse nítido alcanzó a ver el rostro de John. Encolerizado, deseoso y altivo bajando la bragueta de su pantalón beige.

El pánico mordió su piel e inmediatamente luchó por subirse a la cama. Deseaba huir conforme las gordas lágrimas manchaban sus cobertores. No obstante, al sentir un agarre seco en la cintura llevándola al borde supo que no habría manera de liberarse, y aún así peleó, chilló con todas sus fuerzas al sentir su cuerpo helado ante la carencia de vestimenta. Escuchaba la ropa rompiéndose a trozos, y los dedos del hombre enterrándose en su cadera al gruñir en la espalda de su hija.

—¡Basta!— chilló, apretando las cobijas a puños, encargándose de cerrar los ojos tan fuerte que pudieron habérsele ido a la nuca de un tirón—. Basta, basta, basta— repetía.

John hizo caso omiso, sosteniendo la base del pene cerca del año de su hija, e inesperadamente penetrando su interior sin dilación. Alexandra cayó un alarido mordiéndose el brazo, escurriéndose las mejillas de la humedad proveniente de sus lascivos sentimientos destrozándole el pecho.

Pego la pelvis al trasero de la muchacha, gimiendo en altibajos el nombre de su hija con los ojos cerrados mientras sus manos amasaban los pechos aún por desarrollarse a manos llenas, apretando los pezones entre los pulgares y el índice sin percatarse del silencio doloroso en su víctima hincándose la mordida en la piel, saboreando el óxido inundando sus papilas cada vez que la estocada revolvía asquerosamente sus adentros, acompañándose por la sensación de su clitoris siendo estrujado, pellizcado y malherido por la anhelante mano venosa resbalando sobre su vagina.

Soltó una maldición al sentir los calambres en las piernas, subiéndole el calor a los testículos y de ahí al interior de la cavidad trasera vaciándose el semen dentro. Masturbó su pene cerca de la entrada, salpicando el resto de la carne exhibida con el caliente fluido cayendo a espesas por las piernas.

—La próxima vez que sientes que puedes desafiarme, recuérdate así, Alex. Recuerda que yo tengo poder sobre ti— espetó, dejándole un casto beso en la espalda antes de subirse la bragueta y huir por donde llegó.

El vacío volvió a su pecho, tumbándola a la cama con sollozos silenciosos y quejidos acompañando el desdén apañándose de sus ojos, profanando su tranquilidad y reemplazándola por la aborrecida sensación del fluido manchando su cuerpo, pegándose a su piel cual enfermedad para jamás dejarla ir por las buenas. Ya no sentía, y no volvería a desear hacerlo.

Alexandra mutiló sus emociones recostada boca abajo mirándose al extremo en el espejo de la pared. Desnuda, herida y débil. Dejada a su suerte en medio del cautiverio proveído por el depredador.

No habría una próxima vez.

Pero tampoco habría un mañana. Al menos no para él.


NOTA:
Me tardé años, ya sé pero créanme que he estado muy ocupada con la universidad. Pero aquí está el capítulo.

¡Espero lo hayan disfrutado!

Nightmare | BILLY HARGROVE Where stories live. Discover now