011: breakage

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ELEVEN: HER SOUL

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ELEVEN: HER SOUL

Las palabras se afianzaron a su garganta. Ni siquiera el oxígeno era capaz de abrirse paso en tan estrecho sitio, paralizado hasta del habla. Parpadeó atónito al menos durante un minuto, notando vagamente las manchas carmín ocultas en la densa cabellera de Alexandra. Si, se había limpiado, pero aquello era la vívida evidencia de los hechos.

—¿Billy?— musitó con voz temblorosa, resintiendo los músculos del pecho tensarse al tacto de sus heladas manos—. Iba a lastimarme.

Las peligrosas lágrimas se asomaron una vez más en ese hermoso pozo azul repleto de venas. Entonces se lo preguntó un millar de veces. Atenuando su miedo ante la vista más catastróficamente bella que jamás hubiera visto.

Se trataba de protegerla o dejarla.

Pero ninguna de esas dos opciones realmente lo consideraba a él, su posición en todo eso.

Así que solo la sostuvo entre sus brazos, hundiendo la mano por su nuca humedecida en sudor y tratando de inhalar profundo por la nariz sin correr el riesgo de desmayarse. Tenía opciones, claro que las tenía, pero ¿ella? Alexandra ya no tendría nada. Quizás no lo había tenido desde antes de él.

—¿Alguien mas lo sabe?— interrogó en tono sepulcral, evadiendo la mirada que buscaba frenética la suya.

—No— soltó por lo bajo.

Ambos bajaron la mirada, ojeando a prisa la gran herida en la blanquecina mano de ella. La que se habría hecho con el filoso trozo de cerámica Antea de huir de casa.

—Mierda— espetó el enrulado, doblando la manga hacia atrás mientras las gordas gotas de sangre resbalaban hacia el dorso de la mano—. Me cago en la puta— rebuznaba, tirando de ella hacia el baño sin que nadie pudiese verlos o se liaría.

Puso el seguro detrás de ambos y giró la llave del agua. Lentamente dejó la herida bajo el flujo cristalino, mirando perdidamente en sus cavilaciones como toda el agua se tornaba rosada.

Alexandra solo podía mirarlo. No había palabras que pudiesen explicar el vacío que sentía al verlo así. Por supuesto que Billy jamás se lo diría, pero la manera en la que tensaba los hombros y se encogía como un crío horrorizado, le decía todo lo que tenía que saber.

—Lo lamento— fue lo único que pudo decir aún con el agua corriendo en el fondo.

—No es cierto.

Abrió el cajón bajo el lavabo de un tirón, en búsqueda de algo que pudiese servir para cerrar la herida o aplicarle presión para detener el sangrado, pero la vista nublada no iba a ayudarle del todo con su búsqueda.

—Quédate aquí.

—¿Y si alguien....

—¡Que te quedes, coño!— vociferó, y sin siquiera encararla, salió en dirección a su cuarto.

Se tomó el tiempo que quiso. Desde haberse vestido hasta haberse puesto a buscar las viejas vendas que tenía en su armario, pero mientras su cuerpo hacía todo eso, era su mente la que estaba en duelo. Si, siempre había sido un problema para la familia y un problema en el colegio, pero jamás había matado a nadie. Nunca había mirado sangre de un muerto en las manos de alguien. Y ahora, en medio de la encrucijada más grande, estaba a punto de ayudar a una chica con la que solo se había liado por diversión.

A quién se suponía que solo tenía cerca por su ego, no por su alma.

Regresó tan pronto relajó los músculos de la cara, hallando a la muchacha sentada en la taza del baño con la mano extendida bajo el agua. Tenía la vista perdida en medio de la nada, tanto que el sonido de la puerta ni la inmutó.

Billy cogió una gran cantidad de papel de baño, enrollándola hasta crear una especie de superficie acojinada para imitar al de una gasa, una vez tuvo eso, se arrodilló frente a ella.

—Dame la mano— pidió, a lo que ella volvió en si, cerrando la llave y rápidamente entregándole la mano a Hargrove.

Se mordió los labios, tratando de apaciguar los gemidos de dolor propiciados por la curación barbárica que el enrulado le hacía. Brusca y lo bastante dolorosa como para doblarla en más de una ocasión. Ató las tiras sobrantes de la venta por encima en un nudo descuidado, dando por hecho que en un par de horas tendría que cambiarle el papel de baño o ir por unas gasas.

—¿Y tú madre? ¿No vio nada?— levantó la mirada aún arrodillado, mirándole por fin a los ojos.

—Pelearon y ella salió de la casa.

Billy calló nuevamente, sintiendo los dedos de ella en su mejilla, transformándose en su mano. Helada como un trozo de hielo.

—Cariño, estás loca— dijo, mirándole a los ojos.

—Él quería lastimarme otra vez— susurró—. No supe qué fue lo qué pasó, solo lo hice. Te lo juro— escupió a prisa.

—Es solo cuestión de horas para que alguien lo encuentre. Tú mamá va a volver a la casa.

—Ayúdame, Billy— suplicó, tirandose al suelo junto a él, intentando tomarle de las manos en un intento por acercársele—. Tengo mucho miedo.

Al final era estar entre la espada y la pared. Ella no se cansaría de pedirle ayuda por el enorme bloqueo que traía encima, y el estaba completamente adormecido del subconsciente, no sabía que hacer. Solo haría cosas estupidas que le traerían muchos más problemas.

—Billy por favor— rogaba y rogaba hasta que lo cansó, y con la mano alcanzó a cubrirle la boca, haciendo contacto visual con el miedo y las lágrimas en esa acuosa mirada.

—Cierra la boca— suspiró profusamente—. Te veré en mi coche en 10 minutos. No salgas por la puerta de enfrente. ¿Entendiste?

Alexandra asintió.

—Después de esto, sea lo que sea que haya entre nosotros, se acabó. No volveremos a vernos.

Las lágrimas desdeñaron por el pálido rostro una vez que Billy removió la mano de sus labios.

Y ese vacío, se extendió.

N/A

¿Entonces? ¿Les rompemos la relación o le damos con todo a la toxicidad?

Por cierto, para l@s que tengan gusto por Eddie, ya hay una nueva fic en mi perfil "Separate Ways"

Gracias a todos por ser tan pacientes conmigo.

Nightmare | BILLY HARGROVE Where stories live. Discover now