Sentimientos Latentes || Fanfic || Yaoi || Wigetta || 33

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-Narra Vegetta-

Nos despedimos de todos los que estaban en el bar y nos marchamos a nuestra casa. Notaba un poco los efectos del alcohol, lo cual había sido mi intención desde el principio, desde que propusieron ir al cine. Quería embriagarme solamente un poco para mostrarme más desinhibido en cierto tema, así podría seguir celebrando a solas con Willy. Él se había puesto celoso por una amiga latina que había traído Lana. Ella era simpática e indudablemente guapa, pero no consideraba que tuviera que ponerse así porque yo no había coqueteado con ella ni nada parecido. Cuando llegamos el menor seguía con cierto recelo, se cruzó de brazos en cuanto la puerta se cerró tras nosotros.-Siento haberte arruinado la fiesta.-Masculló, más no lo sentía, estaba siendo irónico. La reacción de mi cuerpo a los efectos del alcohol era similar a la que experimentaba tras tomar azúcar, una permanente sonrisa estúpida en los labios, como si un ente imaginario estuviera estirándome las comisuras con sus dedos. Apoyé mis manos en sus caderas, dando un tirón que lo atrajera en dirección a mi cuerpo.-Tranquilo Willy, la fiesta acaba de empezar.-Declaré risueño, procurando mantener su cuerpo pegado al mío. Ya bastante me había costado contenerme en el baño de aquel local, ahora que estábamos en nuestra casa toda contención era un disparate. Sabía que no me rechazaría, ya que carecía de motivos suficientes para permanecer enfadado, además mi deseo hacia él era recíproco. Besé su boca con cierta efusión, separando sus labios con la lengua y explorando su cavidad bucal con la misma. Probablemente el alcohol contribuyera a incrementar mi atracción hacia él, pero mi cuerpo se enardeció enseguida con aquel lujurioso beso. Fue suficiente para hacernos perder el aliento. Apoyé mi frente contra la suya, él dejo caer sus párpados.-¿Vamos a mi habitación?.-Pregunté, ansioso por hacerlo. Quizá mi mentalidad no tanto, pero mi cuerpo definitivamente lo estaba. Él se convirtió en un manojo de nervios, palideció y dirigió sus pequeñas pupilas hacia la puerta de mi habitación. La miró como si él fuera un cordero y la entrada de mi cuarto llevase directa al matadero.-Pero.. Vegetta. No, ay.. no sé.-Conocía de sobra que cuando estaba nervioso no le salían las palabras, simplemente balbuceaba un cumulo de cosas carente de sentido. Yo también estaba confuso, pero sabía después de unos días saliendo con él que definitivamente no aguantaría más noches intercambiando saliva tendido sobre su cuerpo hasta que uno de ambos se acobardaba y terminaba todo contacto físico. Quería saber como eran las cosas cuando nadie retrocedía, cuando terminábamos lo comenzado.-Vamos.. quiero estar contigo.-Le pedí, procurando usar un tono convincente. Repartí varios besos tentadores por su cuello, tratando de convencerlo a base de afecto. Todavía estuvo dudando un rato, en el que me dediqué exclusivamente a besarle, lamerle, tentarlo con miradas seductoras y de vez en cuando incluso hacer un puchero con los labios.-Vale..-Accedió finalmente, fue apenas un tímido murmuro pero en mi cabeza sonó como un coro de ángeles celestiales. Era un milagro convencer al cabezón de Willy, cuando alguien lo hacía podía como mínimo sentirse victorioso.

Tomé su mano tambaleante para dirigirnos juntos hasta mi habitación. No estaba ebrio, solamente un poco achispado, aunque mis andares fueran ridículos cuanto menos. En cuanto entramos volví a unir nuestros labios antes de que pudiera confesarme sus muchas inseguridades, antes de que ninguno de nosotros pudiéramos mostrar arrepentimiento alguno. Sus labios sabían salados. En cuanto nos separamos le saqué su sencilla camiseta blanca. Me fijé en que su pálida piel estaba erizada, adoraba la notoria delgadez en su cuerpo, irónico teniendo en cuenta que yo siempre había querido masa muscular para el mío. Acaricié su plano abdomen, fascinado ante su esbelto cuerpo, el cual apenas tenía una pizca de vello. Él parecía más un adolescente que un adulto, sus rasgos corporales eran aniñados, algunos incluso femeninos. Noté sus largos dedos rozándome la piel al intentar sacarme mi camiseta, su contacto era gélido, aunque no tardaría en hacerle entrar en calor. Apenas noté el cambio de temperatura cuando tuve el torso desnudo, él empezó a acariciarme los abdominales con reparo. Con él uno no podía ser salvaje, no al principio, todo lo que hacía terminaba por ser tierno y puro.-Me gusta tu cuerpo.-Me aduló y ladeé una sonrisa arrogante. Apoyé mis manos en sus caderas, apretando un poco para que sintiera las yemas de mis dedos contra la piel desvestida.-A mi me gusta el tuyo.-Le respondí, bajando la mirada hacia su pantalón para comprobar que clase de broche llevaba. Le desabroché el botón y bajé su cremallera, escuché como tragaba saliva para unos segundos después poner sus manos sobre las mías.-Tranquilo.-Aparté mi mano y se las mostré para que viera lo inofensivas que eran, no quería que me frenase.-Sigue tú.-Le animé, de modo que pudiera entender que éramos dos personas y yo no era el único que podía llevar el control. Él vaciló antes de comenzar a comerme el cuello ardientemente. Me besaba la piel y la acariciaba con su lengua de una manera que conseguía ponerme el vello de punta y excitarme mucho. Cerré los ojos y me mordí el labio inferior, por novato que fuera en el ámbito sabía perfectamente como mover la lengua para encender a un hombre. Me miró cuando consideró idóneo terminar, tenía las grandes mejillas coloradas. Yo no podía evitar mirarle de forma voraz, devorándole con los ojos castaños. Volví a besar sus labios con rudeza, mientras que me desabrochaba mis propios vaqueros, lo cual fue liberador teniendo en cuenta los funestos resultados de sus labios acariciando mi cuello.

Sentimientos Latentes (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora