Sentimientos Latentes || Fanfic || Yaoi || Wigetta || 39

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-Narra Vegetta-

Largas horas había estado preguntándome si hacía bien en ir a visitarla. Me había pasado todo el día ocupado, entre prestar atención a mi adorada familia y preparar algunos vídeos para el canal. Llegada la noche me mandó un mensaje recordatorio vía móvil, pidiéndome que fuera a visitarla antes de marcharme. Yo miré la pantalla, indeciso. Por evidentes motivos me mostraba reacio a ir, entre muchos la incomodidad y el rencor. Pero también tenía ganas de verla, quería comprobar muchas cosas con nuestro reencuentro, quería dejarle claro que lo nuestro se había terminado debido a su egoísmo y que su comportamiento había sido abyecto conmigo desde siempre. Sabía que sería arriesgado, que Sarai no insistiría tanto en verme de no estar tramando algo para su propio beneficio. Todas sus acciones eran lucrativas, sin excepciones conocidas. No me dejaría atrapar por sus lamentables argucias, aquel Samuel ingenuo había muerto hacía ya mucho tiempo. Decidí ir. El camino hacia su casa era corto, por lo que paseé por la oscuridad de la ciudad mientras que pensaba múltiples recriminaciones que poder espetarle en cuanto la viera. Esperaba no quedarme mudo al verla, siempre conseguía hacerme callar, por difícil que eso fuera teniendo en cuenta mi parlanchina personalidad. Al tocar la blanca puerta de su hogar, ella me recibió. Llevaba puesto un ligero pijama de verano, no dejaba mucho a la imaginación. Intenté no fijarme demasiado en su escote prominente, ni en sus muslos semi descubiertos. El típico aroma a vainilla impregnado en su piel me llegó a las fosas nasales en cuanto fui recibido. Siempre se las arreglaba para oler así, consiguiendo ser absorbente.-Hola Sarai.-Saludé secamente, intentando mostrar indiferencia. Su presencia me infundía el mismo respeto que la de mis padres, era como tener una censura constante impidiéndome desenvolverme con soltura.-¡Samuel! Me alegro de verte.-Sus brazos me rodearon, noté su pequeño cuerpo contra el mío. Era difícil contenerse ante una muestra de afecto tan entrañable, pero lo hice.-Y yo.-Apenas acaricié su espalda, correspondiendo el contacto muy vagamente. Enseguida cerró la puerta y entramos en su casa. Carraspeé un poco, sin poder evitar sonreír al reencontrarme con su salón. Tenía grandes recuerdos en aquella casa, no todos ellos relacionados con el amor.-¿Están tus padres?.-Pregunté, más no con molestia, me apetecía verlos. Ellos siempre habían sido muy simpáticos conmigo, demostrando ser unas hermosas personas.-No, han salido.. ya sabes como son.-Asentí con la cabeza. Eran ese tipo de parejas que no dejaban morir su relación con el transcurso de los años, que salían siempre a pasear juntos o a cenar de vez en cuando. Me inquietó saber que estábamos completamente solos.-Madre mía.. me acuerdo de este día.-Comenté nostálgico, al toparme con un enorme cuadro de ella vestida de comunión a sus ocho años. Todos habíamos sido invitados, entonces éramos pequeños y no experimentábamos los típicos líos adolescentes que tantos problemas nos habrían traído en el futuro.-Odio esa foto.-Confesó ella, cogiéndome la muñeca.-¿Vamos a mi habitación?.-Preguntó, y yo tragué saliva. Temía que los recuerdos fueran a derrumbarme, a estropear la persona en la que me había convertido.-¿Para qué?.-Cuestioné, mientras que notaba su frío contacto. Su ceño se frunció, me replicó con la mirada verde. Estaba comportándome como un tonto, quizá sus intenciones no eran malas, y no podía tratarla como si estuviera abusando de mi personalidad débil, después de todo yo siempre me había dejado abusar por ella con mucho gusto. Fue culpa mía.-A escuchar música.-Exclamó, soltándome la muñeca y comenzando a caminar hacia su cuarto por los estrechos pasillos. Yo asentí con la cabeza y fui tras ella.

-te echaba de menos.-Me confesó en cuanto entramos, con su dulce tonalidad de voz. Su habitación estaba exactamente como la recordaba. Era bastante amplia, la mayoría de sus muebles eran de color rosa, haciendo que tuviera la típica apariencia femenina del cuarto de una chica. Siempre me había gustado estar en habitaciones femeninas, pues tendían a ser ordenadas y yo detestaba los entornos desorganizados.-No me lo habías dicho antes.-Podría haberme dicho que me echaba de menos después de lo que pasó entre nosotros. Podía haberlo dicho antes de conocer a Willy, o poco después de haberlo hecho. Pero no lo hizo, porque no me añoraba realmente, porque de haberme añorado me habría buscado un año atrás.-No quería molestarte.-Bufé, incrédulo ante su excusa. A ella no pareció importarle, se aproximó a su pulcro escritorio donde reposaba un rosado portátil. Era nuevo, no lo había visto anteriormente. Sus dedos se movieron hábilmente sobre las teclas, se demoró unos segundos buscando algo, hasta que la música ambiental empezó a salir del aparto electrónico. Reconocí cada acorde, e incluso la melodía consiguió transportarme hacia otros tiempos más agradables, en la misma habitación que ahora estaba pisando.-nuestra canción, lo recuerdas?.-Preguntó, pero mi mente ya estaba viajando al pasado. Aquella noche quedé maravillado al ver su cuerpo desprovisto de ropa, acaricié cada centímetro de su desnudez y estuve dentro de ella. Mientras lo hacíamos, una melodiosa canción sonaba desde su ordenador y la proclamamos como nuestra. Después de tener sexo quedé todavía más prendado de ella de lo que ya lo estaba, le repetí de muchas maneras lo mucho que la amaba y todo lo que estaría dispuesto a hacer por ella. Aquella noche del pasado no fue la primera vez que estuve con una chica, pero sí la primera vez que lo hice estando realmente enamorado. Sarai era todo, me desvivía por ella, los sentimientos me cegaban. Perderla fue demasiado doloroso, me cerré por completo al amor, no volví a querer nadie hasta.. hasta que empezó lo de WIlly.

Sentimientos Latentes (Wigetta)Where stories live. Discover now