21- Es más ciego quien no cree que quien no puede ver

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—¿Me pasas ese vaso?– pidió Emilio extendiendo la mano que tenía libre, Joaquín negó.

—Ese no, uno más grande– contestó Joaquín, bajándose de la barra de la cocina donde había estado sentado para tomar un tazón del escurridor de platos.

—Te vas a llenar y no vas a querer meterte a nadar– murmuró Emilio tomando el tazón que le alcanzaba Joaquín, mientras el chico volvía a subirse al mismo lugar que había vuelto su asiento

—No tengo ganas de nada como quiera– dijo mirando como Emilio servía de un bote de cartón dos grandes cucharadas de nieve de limón en el tazón que le había alcanzado, Emilio se rio.

—Hace un calor horrendo, Joaquín, se parece al clima de Phoenix, lo odio– dijo riendo, dándole a Joaquín su tazón de helado, cerrando el bote con la tapa de plástico, tomando el vaso donde se había servido helado para él y apoyando su espalda en la misma barra donde Joaquín estaba sentado, creando un silencio un tanto tenso.

Había pasado una semana, una semana en la que parecía que se había detenido el tiempo para los dos, desde que Elizabeth se enteró de la relación que tenían se había preocupado un poco menos por Joaquín, sentía que si su hijo estaba por relacionarse con otra persona sería porque se sentía listo, y eso ella no podría discutirlo o prohibirlo, era algo que permitiría, porque había extrañado ver a su hijo feliz, había extrañado verlo sonreír, verlo bromear, verlo animado, verlo como antes.

En la sesión de esa semana con Mara, Joaquín había platicado sobre cómo se sentía acerca de la muerte de Roy, la doctora le escuchó hablar, gritar, llorar y quejarse por casi toda una hora, le había permitido desahogar todo lo que sentía y le puso un ejercicio mental que alargó la sesión por dos horas más. Cuando Mara salió de la casa Joaquín se sentía exhausto pero al mismo tiempo su cuerpo se sentía relajado, su cabeza se sentía desahogada y su corazón estaba listo para llenarse de nada más que buenos sentimientos.

—Hablando de Phoenix– murmuró cauteloso Joaquín, Emilio bajó los hombros y volteó su cuerpo para mirarle, Joaquín dejó su tazón a su lado y extendió su mano hacia Emilio para que se acercara, el rizado imitó su acción y se acercó, colocándose frente a el, con las rodillas de Joaquín chocando con su estómago cubierto con la delgada tela de su playera sin mangas. —¿qué haremos cuando te vayas?– preguntó —ya casi se terminan tus vacaciones y tienes que regresar– Emilio soltó un suspiro y quitó su mirada de la de Joaquín, volteando hacia la puerta del jardín, haciendo que el chico tomara su barbilla y de forma un tanto brusca regresara su rostro a encarar el de él.

—No sé, Joaco– murmuró Emilio, dándole una sonrisa nostálgica. —tú quieres quedarte, ¿no?– le dijo en tono suave, encogiendo los hombros —tal vez pueda volver a venir en vacaciones de navidad, no lo sé– dijo, negando con la cabeza —¿podemos no hablar de esto? por favor– terminó, rogándole con la mirada. Joaquín negó con la cabeza.

—Tenemos que hablar de esto, Mailo– murmuró Joaquín, tomando el rostro del chico con las manos y acercándose a él, Emilio cerró los ojos al sentir la cercanía y la calidez que emanaba —yo no quiero dejarte ni separarme de ti– le susurró, cerrando también los ojos —y si pudiera te seguiría al fin del mundo si fuese necesario, mi amor–

—Hazlo, vayámonos juntos a mi casa– le dijo Emilio, riendo aún con los ojos cerrados, Joaquín quitó una mano de su mejilla para golpear su hombro sin fuerza y separaron sus rostros.

—Es neta, Emilio– reprochó Joaquín sonriendo, alargando la "o", el aludido asintió y tomó una de las manos de Joaquín mientras soltaba un suspiro.

—¿Tu que quieres hacer?– le preguntó, Joaquín separó las piernas y Emilio puso su cuerpo entre ellas para quedar más cerca, con la mano libre tomó la cintura del chico lo cual provocó que Joaquín sintiera un escalofrío, pero ya no se sentía paralizado, sólo se quedó consiente del tacto.

Letargo. (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora