Brasas

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A medida que avanzamos en el vuelo, mi mente se va despejando.

Desde la costa se ve a lo lejos el volcán, oscuro como siempre, nunca se ha recogido que entrase en erupción.

Es gigante, y el aire está lleno de polvo y ceniza, no se ve nada.

El fuego oscuro también se despierta, al principio es un simple pinchazo de energía, pero poco a poco me recorre todo el cuerpo.

Intenta de la manera que sea alejarse de este lugar.

"No vamos a llegar a la cima" le digo a Ziu.

"Con esa negatividad no se llega a ningún lado"

"Me estoy muriendo, vas a llevar un cadáver a la cima"

"Hoy no chico, hoy no"

Ziu aletea fuertemente, el aire caliente se resbala por mi cuerpo, la fuerza de mi interior se ve sustituida por una oscuridad impenetrable.

Me siento como hace unos días, no sería capaz de lanzar un hechizo ni sacrificando lo que me queda de vida.

Ziu se mueve con una soltura similar a la de un águila, pasa rozando el volcán el cual fijándome ahora tiene unos finos ríos de lava.

Cierro los ojos.

"Joder aguanta"

Pero ya hasta sus pensamientos se escuchan lejanos.

Cuando los vuelvo a abrir no sé si han pasado segundos, minutos, horas o años.

Lo único que sé es que ahora vuelo yo, sin Ziu.

Bueno, no vuelo, me catapulto.

Choco contra el suelo y me raspo el costado derecho contra granito.

Me pongo en pie, me giro y veo al dragón disparando fuego en mi dirección, pero algo lo contiene.

"Una barrera mágica"

"¡Maldita sea! Vuelve aquí, estás demasiado débil para ir solo"

Pero no es el nerviosismo de este el que me llama la atención, sino otra llamada.

Es parecida a la del libro, pero mucho más intensa.

Me llama.

Proviene de dentro...

"¡András! ¡Vuelve!"

Dice mi nombre, llama a mi fuego, atrae lo que me queda de vida.

Avanzo por la gruta que se extiende ante mí.

Es de granito rojizo, pero oscurecido, como si fuese un cuerpo corrompiéndose.

La gruta lleva a un habitáculo redondo en el cual hay un agujero gigante en el centro que conecta con la cámara magmática.

Enfrente de este agujero hay un trono de piedra, en el cual no hay nadie sentado.

Pero todo esto pasa a un segundo plano cuando veo otra gruta.

La llamada viene de ahí.

Tengo que ir.

Necesito ir.

Y el fuego oscuro niega todo esto.

-¿Quién diablos eres?

La voz suena a mi derecha y me asusta.

Un hombre de alta edad está apoyado en la pared, con los brazos cruzados y, aunque tiene los ojos cerrados, me da la impresión que me ve perfectamente.

Arde: FlamasWhere stories live. Discover now