Epílogo.

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Un año después.

Pittsburgh, Pensilvania.

 

Se me hacía extraño y a la vez excitante haber conseguido aguantar un año en Pittsburgh. Había logrado terminar mis estudios debido a la insistencia de Fiona a que prosiguiera en el instituto y no lo abandonara para dedicarme exclusivamente a trabajar en el pub de Mike; cuando llegó el día de la graduación, Fiona fue la única persona que asistió para verme.

Mientras subía al estrado para recoger mi diploma de manos de la directora Williams, no pude evitar sentirme un poco nostálgico y triste por tener a las personas que más quería tan lejos de mí en un momento tan importante como éste. Cogí el diploma que me tendía la directora Williams y me apresuré a volver a mi asiento mientras Fiona no paraba de gritar y silbar, provocando que me sintiera un poco avergonzado de haberle pedido que viniera.

Fiona me pasó un brazo por los hombros y me condujo a través de la multitud hacia la salida. Muchos padres se giraban para verla pasar y ella les sonreía de manera educada mientras yo devolvía saludos y felicitaciones.

-Te has hecho todo un hombre –me felicitó Fiona y, a pesar de ese tono burlón, sabía que lo decía en serio-. Recuerdo el día en que apareciste en mi casa, como un perrito abandonado… ¡Es increíble lo mucho que has crecido y madurado!

Seguimos avanzando hacia la salida.

-Y, ya que es tradición hacerle un regalo de graduación a la gente, he pensado que yo podría hacerte uno –prosiguió Fiona y yo me quedé clavado en el sitio.

Ella ladeó la cabeza para verme mejor.

-¿Qué quieres decir, Fiona? –inquirí. La toga me estaba asfixiando de calor-. Te advertí que no iba a aceptar…

Fiona alzó ambas manos.

-Y he respetado nuestro trato –me cortó, sonriente-. Espero que no le tuvieras mucho cariño a la moto de tu hermano porque la he vendido… -reanudamos la marcha y salimos fuera del edificio. Fiona me condujo por una dirección distinta a la habitual, hacia un modelo nuevo de Volkswagen Golf plateado que relucía bajo los rayos del sol-. ¡Tachán! He usado el dinero para poder ayudarte a pagar esta preciosidad.

Mis ojos se abrieron como platos. Mientras Fiona iba hacia el coche, yo no me atreví a acercarme; me quedé plantado en el sitio, observando el capó reluciente del coche y a Fiona acariciándolo con cuidado.

Le había comentado de pasada a Fiona que tenía pensado la vieja moto de mi hermano para conseguir algo de dinero e invertirlo en un coche. En ese coche precisamente. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza que ella se hubiera acordado.

Al fin conseguí moverme de nuevo y, en dos zancadas, me situé al lado del coche. Lo observé con los ojos entornados, incapaz de poder creerme que ese coche fuera mío. Mío.

Recordé mi época en Blackstone, cuando tenía que usar coches que no eran míos. Pensar en ello hizo que sintiera una punzada de añoranza en el corazón.

Los echaba de menos.

Los primeros meses allí en Pittsburgh se habían convertido en un calvario que, sin la ayuda de Fiona, no habría podido superar. Con el paso del tiempo fui obligándome a pensar menos en lo que había dejado en Blackstone y me fui centrando en mi nueva vida.

Ahora había pasado un año y, en el día de mi graduación, echaba en falta a todos aquellos que había dejado en Blackstone; me hubiera gustado que mi madre y mi hermano estuvieran allí. Seguramente los habría hecho sentir muy orgullosos de mí. Sin embargo, no me había atrevido a coger el teléfono y pedirles que vinieran hasta allí para verme.

Growl. (Saga Wolf #2.)Where stories live. Discover now