El canto del Somorgujo (Parte 1)

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— ¡Jeimmy Douglas Novak, sal inmediatamente de tu escondite!

Habían pasado tres días desde la visita del Doctor, mi garganta se encontraba mucho mejor y ya era capaz de hablar con normalidad, el inconveniente era que mamá se distinguía por tomarse muy en serio los tratamientos médicos y seguir al pie de la letra cada una de las indicaciones en la receta, por desgracia esto me sentenciaba a cuatro días más de inyecciones.

Sabia lo ilógico que era esconderme para intentar evitarlo, pero en cuanto veía una aguja todo pensamiento racional me abandonaba, no tenía idea de qué clase de antibiótico era ese pero para la fecha sentarme comenzaba a dificultárseme, así que si mamá deseaba verme convertido en un bebe, está definitivamente era la forma adecuada de lograrlo, la escuchaba llamarme por toda la casa

¿En verdad creía que yo saldría y me entregaría por decisión propia?

Ni soñarlo, me mantenía muy quieto incluso mi respiración era pausada, mamá sonaba cada vez más desesperada y su tono de voz me avisaba que estaría en serios problemas si lograba encontrarme, aunque definitivamente este era uno de los últimos sitios donde sabia que me buscaría, sus pasos se acercaban rápidamente por el pasillo cuando esa amenaza salió de su boca

—Sabes bien lo que pasa cuando desobedeces a mamá, esta es tu última oportunidad de salir, mami no te castigara, si eres un bebe valiente y me obedeces.

¡En verdad creía que eso funcionaria! Sentí pavor cuando me sujeto de los tobillos jalándome sacándome de debajo de su cama, al mismo tiempo que exclamo —Te encontré—

Intente sujetarme con desesperación enterrando mis uñas en el piso pero todo fue en vano, mamá en dos rápidos movimientos ya me retenía en sus brazos, alcance a ver la jeringa sobre la cómoda de su cama y en un débil balbuceo —rogué —No mami, ya estoy bien.

No se detuvo se sentó en la cama sentándome en sus piernas y con una mirada concisa me regaño —Jeimmy, preocupaste mucho a mamá, llevo más de media hora buscándote, creí que la charla de la importancia de terminar el tratamiento había quedado clara, pero ahora veo que no.

Abrí los ojos con incredulidad, a caso ella planeaba... sin darme tiempo a responder, me giro boca abajo, jalo mi elástico del pantalón junto con el pañal, comencé a patalear con desesperación quejándome —no, que haces, espera, no mamá

La escuche suspirar y decir —A mami, no le gusta castigar estas pompitas traviesas, pero no me has dejado opción bebe.

Comencé a gimotear aun antes de recibir la primera nalgada, entonces sentí unas palmaditas ligeras, preludio de lo que me esperaba y después rápidamente la primera nalgada impacto en medio de mis glúteos, detestaba escucharla reprenderme mientras me castigaba, pues solo engrandecía la sensación de impotencia —si te toca inyección, debes ser obediente y agradecerle a mamá por cuidar de tu salud.

Al mencionar eso comenzó a repartir las palmadas con mayor fuerza. No tenía sentido hacerme el valiente así que rápidamente me disculpe —perdón, no me vuelvo a esconder, solloce mamá se detuvo por un instante y respondió —claro que no lo vas a volver hacer a menos que quieras estar en esta misma posición, todos los días hasta terminar tu tratamiento; comencé a contorsionarme el ardor era general, ya no sentía un solo centímetro de mi trasero que no ardiera en llamas, su mano continuaba propinándome una verdadera tunda, mis sollozos ya eran un llanto audible y pidiendo clemencia suplique

–Ya entendí mamita, te voy a hacer caso.

Al parecer tuve la fortuna de decir la frase correcta pues se detuvo y comenzó a sobarme con delicadeza y con un tono de aprobación —ese es mi pequeño, valiente.

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