Mi hermano mayor parte 2

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Esto era incluso demasiado osado para mi hermano, pero aquel brillo en sus ojos enmarcado por una sonrisa me hizo saber que para el esto iba muy en serio

—¡¡Te has vuelto completamente demente!! —refute ¿Cómo piensas llegar hasta allá?

—Sencillo en camión.

Y antes de que pudiera cuestionar por como regresaríamos, con gran exaltación agrego —De regreso yo manejare.

Solté una carcajada entre nerviosa y para averiguar si lo decía en serio, al ver su rostro sin la mínima inmutación; argumente:

—Olvídalo después del accidente que tuviste ¿Crees que me voy a...?

Antes de completar la frase, la mirada con tintes de desilusión que me devolvió me dejo sin palabras, seguido de esa pregunta

—¿Bichito, no confías en mí?

Negué con la cabeza —No es eso hermanito, pero...

—He practicado mucho —aseguró.

Con esos ojos de venado herido que utilizaba para convencerme de cosas de las que sabría terminaría arrepintiéndome; mirándolo fijamente a los ojos, di una profunda inspiración y exhalé suspirando.

— ¡Qué rayos! —exclamé, el resultado será el mismo, si tú no nos matas en la carretera, mamá terminará haciéndolo cuando se entere ¡hagámoslo!

Dylan me cargo en un estallido de emoción

—Ese es mi hermanito, mi bicho favorito.

Yo comencé a reír —Te falta un tornillo Dylan —aseguré —sonriendo.

En cuanto me bajo y tomo de nuevo mi puerquito de alcancía

—Está bien —increpe, solo deja de desmembrar mi alcancía, yo sacare el dinero.

Me entrego a mi puerquito sonriendo de par en par

—Sabía, que podía contar contigo Jeimmy.

Una hora después estábamos sentados en la estación de camiones cada quien con nuestras, respectivas mochilas; no podía negar que un tipo de euforia desconocida para mí, me colmaba, era cierto que sentía el estómago revuelto, como cuando sabes que estás a punto de hacer una travesura, y al mismo tiempo una emoción dentro de mi pecho revoloteaba, sin embargo se sentía bien, extrañamente bien.

Cuando Dylan llego.

—Trajiste tu credencial de estudiante como te indique ¿verdad? —me preguntó.

Asentí sacándola de mi cartera, mi hermano señalaba el tablero de salidas, levantando el brazo

—Mira es el autobús 148 y sale por la puerta B2 en diez minutos, debemos estar atentos.

Esa voz interna me hizo verlo fijamente, quizás aún podíamos dar la vuelta y volver.

—Dylan, si mamá se entera nos despelleja vivos.

—Es una aventura Jeimmy, deja de preocuparte y disfrútalo, además si algo sale mal yo me echaré la culpa. —aseguro y me dio un codazo. Abrió su mochila y me entrego un emparedado y un refresco —anda guárdalos para el camino, también traigo botanas y algunas otras cosas.

Sonreí, mi hermano, lucia tan feliz que como no hacerlo, además de que Dylan siempre me inspiraba un tipo de seguridad indescriptible.

Mi hermano me dejo ir del lado de la ventana, quizás era su manera para que me relajara y tomara la situación con más calma y evidentemente funciono, pues a menos de media de recorrido en esa carretera ambos reíamos y platicábamos almorzando esos dos sándwiches; que no se si era el hambre matutina o realmente mi hermano era un excelente cocinero pero estaba delicioso, aunque creo que fue el sentido de aventura, al fin y al cabo era la primera vez que los dos viajábamos sin la presencia de un adulto. Además de que el ambiente estaba impregnado de una emoción que palpitaba en mi pecho: el objetivo de ese viaje, salvar nuestra motocicleta o la de mamá que para el caso era lo mismo, nuestro legado, en palabras de Dylan.

La cunaWhere stories live. Discover now