Capítulo 3: "Bienvenidas a La Sala Roja"

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Habían transcurrido unas cuatro semanas de recuperación. Poco a poco Natasha volvió a tener la movilidad total de sus piernas, dedicándole para conseguirlo varias horas de ejercicio al día en donde caminaba a lo largo del pasillo de la enfermería con ayuda de un bastón. Durante su estancia allí, fue testigo de cómo sus compañeras, al igual que ella, iban mejorando las secuelas de las improvisadas peleas a muerte. Pese a que no estuvo presente en ninguna, en los vagos exámenes que hizo para sacar algún tipo de información sobre las mujeres que la rodeaban y estar así preparada por si tenía que volver a pelear contra alguna, observó que varias tenían heridas y cortes de cuchillos, por lo que intuyó que ellas habían tenido acceso a armas blancas. Tal vez los sádicos espectadores de aquellas batallas creían que así todo sería más divertido.

La bermeja contó; en total eran unas 28 chicas.

Como era lógico, no todas tuvieron el mismo tiempo para recuperarse de los daños. Debido a ello, las que se encontraban en su plenitud fueron guiadas todos los días a una amplia sala con varios artilugios de entrenamiento. Nunca estaban solas, pues siempre había un guardia vigilando desde la única puerta que conectaba con el resto del mundo y que conducía a los demás pasillos. Al principio era algo agobiante, pues carecía de ventanas y únicamente se ventilaba por pequeños agujeros esparcidos en los bordes que se unían con el techo. El día en que Natasha se dio cuenta de eso, fue cuando se percató de que había otro piso, desconociendo si había otra salida ahí. Además, el color de las paredes no ayudaba, pues daba la sensación de estar rodeado de muerte y destrucción. No era para menos, pues aquel rojo que envolvía todos los días a las chicas sanas que hacían torpes intentos de entrenar daba el nombre a la famosa "Sala Roja."

Natasha entró en un poco después que algunas compañeras y, con algo de miedo, comprobó que un par de ellas por su cuenta habían aprendido a manejar vagamente el cuchillo. Eso la asustó, pues era una desventaja con la que no contaba. Fijándose bien en las rutinas de las otras jóvenes, Romanova intentó imitarlas, siempre apartada. Su mente, por otro lado, no dejaba de darle vueltas al nombre de "James." Se sentía culpable consigo misma, pues no debería dedicarle pensamientos al hombre que casi la mata. Pero no podía evitarlo. Desde que le dijo que sería una especie de profesor, la bermeja aguardó en todo momento a su encuentro, notando que en cualquier instante aparecería. Sin embargo, sus sentimientos hacia él estaban lejos de ser amor. Lo que la guiaba a meditar sobre el soldado era admiración y el deseo de poder devolverle los golpes que ella misma recibió. Era la venganza lo que buscaba en él, aunque seguro que si indagaba más en su interior encontraría algo más profundo.

Unas semanas más tarde, en las que Natasha aprendió sola a manejar una navaja -dejando como prueba los cortes de su mano-, todas habían abandonado la enfermería. Ese día, el Sargento Dokorotich hizo acto de presencia otra vez después de dos meses. Desde el piso de arriba, el ruso observó detenidamente a las ganadoras  del proceso de selección. Mirando incluso a Natasha, quien le pareció recibir por parte del mismo una mueca de asco. Tal vez no la creía digna de estar ahí, pero eso a ella le daba igual; ahora mismo lo que quería era matarlo.

ーSeñoritas, enhorabuena. Habéis pasado con éxito la primera prueba. Durante los siguientes meses, entrenaréis duramente y os enfrentaréis entre vosotras, pero no a muerte. Solamente hasta que la otra se rinda. Para motivaros, eso sí, castigaremos a la que pierdaー. Una pequeña sonrisa se asomó en su maduro rostro. Nat no se lo había planteado hasta ahora, pero seguro que aparentaba más viejo de lo que era.

ーCuando finalice la primera parte del entrenamiento, os someteréis a una vacuna especial. Luego continuaréis con los mismos y observaréis una gran evoluciónー. Se formó un pequeño barullo de murmullos entre las mujeres.

Fue entonces cuando su antiguo contrincante entró en escena y todas guardaron silencio. La verdad es que era más atractivo de lo que recordaba.

ーÉl es James Barnes, vuestro entrenador para los combates. A lo largo de la semana conoceréis a los demásー. Continuó el Sargento. ーÉl mandará cuando yo no esté y os convertirá en verdaderas asesinasー. Barnes se mantuvo firme, sin mediar palabra al respecto. Cuando acabó el discurso, el Sargento le hizo un gesto a James, se dio la vuelta y se marchó.

ーEn vuestra primera clase vais a aprender a defenderos y atacar. Hoy solamente usaremos nuestro cuerpo, nada de armas, y aprenderéis maniobras básicas. Tengo entendido que una compañera aún no puede pelear por un golpe en la muñeca y que le queda algo de rehabilitación. Sin embargo no podemos retrasarnos más y, como la enferma me aseguró que era cuestión de días, empezaremos sin ella. Ya se pondrá el díaー. Les dedicó una rápida mirada a cada una. Parecía que contaba.

ーSois impares ahora, así que yo seré la pareja de una de vosotrasー.

Volvió el barullo del murmullo. Esta vez era uno más animado.

ーRomanova, acércateー.

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2019 ⏰

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"Natalia Romanova, la última Viuda."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora