Capítulo 16

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Cuando abro los ojos la habitación está iluminada por la luz del día.

Me muevo ligeramente y noto que estoy recostada sobre el pecho de Lucifer, ambos tenemos el dorso desnudo, y eso es suficiente para ponerme a pensar en qué ocurrió.

¿Tuvimos sexo?

No, no lo hicimos.

Los recuerdos comienzan a llegar a mi mente. Le he dicho que no quiero ser su hija... y sí, llegamos a un buen acuerdo.

—Buenos días — saluda sin moverse ni abrir los ojos.

—Hola.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor... — acepto analizando un poco como me siento —, no me ha dado resaca por lo menos.

—Bueno, supongo que ese es el lado bueno de beber esas cosas, no son tan dañinas como el alcohol, no provocan una resaca, aunque a veces haces tantas estupideces por su culpa que preferirías estar en el baño vomitando.

—Creo que no hice nada tan estúpido... — no recuerdo demasiado, aunque bueno, realmente no hice demasiado, mi mente sigue en blanco del camino del bar aquí, lo demás creo recordarlo lo suficiente.

—No, no lo hiciste — acepta, aunque su voz suena ligeramente sospechosa.

—¿Qué hice?

—Nada.

—No me suena real, ¿qué hice?

—No has hecho nada, creo que recuerdas el trato que hicimos, es todo, ¿lo recuerdas?

—Eso creo...

—Bien, entonces no hay más.

—De acuerdo...

El sonido de mi teléfono llena el silencio que apenas comenzaba a formarse.

Voy a dar la vuelta para tomarlo del buró, sin embargo alcanzo a verlo flotar hasta llegar a la mano del chico.

"—¿Cómo estás, brujo? — dice en cuanto toma la llamada.

No quiero hablar contigo...

—Ness está bien, pasó una buena noche y me encargué personalmente de ello. Gracias por llamar, y no te molestes en volver a hacerlo".

El teléfono vuelve a su lugar y ambos nos quedamos donde estamos, no sé si reclamarle o sólo quedarme callada, después de todo acordé no tener contacto con Mason.

—Hmm... desde cuando te hiciste mi secretaria.

—Mira, Ness, cuando de Mason se trata soy hasta tu guardaespaldas.

—Vaya. Conmovedor.

—Arriba, es hora del desayuno.

Lucifer se mueve de mi lado y me deja en la cama, recoge algo del suelo y lo avienta a mí con delicadeza.

Una playera.

Me siento en la cama y me la pongo antes de ponerme de pie, la prenda negra me llega a medio muslo, lo suficiente como para que salga así de aquí, después de todo todas las mujeres de esta casa siempre andan por el lugar con lo menos de ropa posible, y aunque parezca increíble, ninguno de los demonios mira a una chica que no sea la suya.

Tal vez por respeto a su humana, o al demonio de la otra chica. Que sé yo, me siento más respetada por ellos que por los mismos humanos.

—¿Qué tal tu cita de ayer? — pregunta Belcebú en cuando entramos a la cocina —, ¿qué tal Mason?

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