OBSEQUIO

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Las hojas de los árboles se cubrían de una delicada capa de escarcha blanca, un testimonio silencioso de las gélidas temperaturas que reinaban en aquel lugar. El hielo permanecía firme, un guardián imperturbable de la serenidad que caracterizaba al reino de hielo a lo largo de los años. Mientras tanto, el río fluía con una velocidad vertiginosa, sus aguas cristalinas brillaban con intensidad bajo los cálidos rayos del sol matutino.

El rey, previsor como siempre, ya tenía planes en marcha para contrarrestar el inevitable retorno del calor, evitando así que sus súbditos sufrieran las inclemencias de las altas temperaturas. A pesar de la preferencia de muchos habitantes por permanecer resguardados, el príncipe Jimin no compartía ese deseo, encontrándose de pie en la orilla del río, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

El tiempo, justo y benévolo, envolvía al joven príncipe con su gracia, otorgándole un encanto único. Su cabello, ahora más largo que nunca, estaba recogido en una coleta que le confería un aire de determinación, dejando al descubierto los mechones de su flequillo que danzaban suavemente. Aunque su mirada se perdía en el horizonte sin un objetivo específico, su rostro mantenía una expresión seria mientras aguardaba con paciencia el inicio de su entrenamiento.

Recordó fugazmente aquel día, años atrás, cuando a la tierna edad de ocho años estuvo al borde del peligro debido a las altas temperaturas. En aquel entonces, apenas un niño indefenso, se aferró a la idea de que esperar a su maestro en aquel lugar era lo correcto, a pesar de sentir los implacables rayos del sol sobre su piel. Pero ahora, con quince años, Jimin se había convertido en un joven hábil e inteligente.

"Siempre te protegeré, nunca permitiré que nada te lastime".

Una sonrisa se dibujó en sus labios al recordar esas palabras, pronunciadas por Jungkook en una noche que permanecía vívida en su memoria. Aquella vez, el mayor se negó a abandonarlo ni por un instante hasta que amaneció, cuidándolo con esmero durante su convalecencia. Y aunque pasó días postrado en la cama, Jungkook permaneció a su lado, protegiéndolo de todo mal. Después de una semana, cuando finalmente pudo volver a salir, Jungkook le dedicó una sonrisa y le entregó una flor, un crisantemo, marcando así el inicio de una dulce costumbre.

Suspiró profundamente, manteniendo la sonrisa en su rostro mientras contemplaba cómo un crisantemo caía sobre el agua, una curiosa coincidencia que no pasó desapercibida para él. Inclinándose ágilmente, atrapó la flor antes de que la corriente se la llevara, observándola con ternura y preguntándose de dónde habría surgido, ya que no había rastro de esas flores cerca de allí.

De repente, una ráfaga de viento rompió la quietud, haciendo que el príncipe reaccionara con rapidez, esquivando hábilmente el filo de una espada que yacía frente a él. Con una sonrisa enigmática, Jimin reconoció la procedencia de la flor que había caído momentos antes.

—Bien hecho, Jimin. Has mejorado mucho desde la última vez —  felicitó Jungkook con una amplia sonrisa mientras bajaba la espada.

—Agradezco sus palabras, maestro— respondió Jimin con una reverencia, recibiendo unas palmaditas reconfortantes en el hombro por parte de Jungkook.

—No necesitas dirigirte a mí de esa manera— dijo el mayor, cruzando los brazos con expresión divertida — sabes que no es necesario.

El príncipe Jimin replicó, también cruzando los brazos: —Usted hace lo mismo cuando no estamos entrenando. En el palacio, no me llama Jimin, sino majestad o príncipe, y me trata de manera distinta. Así que, por favor, no se queje.

—Eres complicado, Jimin — dijo Jungkook, acercándose y dándole un golpecito juguetón en la frente — además, soy mayor que tú y deberías obedecerme.

CORAZÓN DE HIELO || Kookmin Where stories live. Discover now