3. Dónde

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- ¿De dónde vienes?

He recorrido Barcelona desde la playa arenosa y estrecha, hasta el Tibidabo con sus miradores al menos unas cinco veces en toda mi vida. Me he asegurado de saborear el viento mientras soplaba sin cesar en un medio día de junio. Es sorprendente, un aire refrescante pero que no es salado, al contrario, trae consigo el dulce sabor de una ciudad que te despierta por la mañana con un amanecer placentero, y te arropa por la noche con una energía insaciable e irresistible.

Una ciudad tan cosmopolita como ninguna otra. Las tardes vuelan viendo pasar las flores de la ciudad prensadas sobre el pavimento: Ciutat Vella, el Gòtic, las Ramblas... Acabas bailando entre la multiculturalidad que rodea los entresijos de una ciudad que nunca se ha quedado atrás. Efervescencia que envuelve a la gente que las pasea. Por muchos forasteros que sus ajetreadas callejuelas acojan, la ciudad nunca se desgasta. Barcelona es un torbellino de historia descubierta y por descubrir, de gente revolucionaria y apasionada con sueños por cumplir.

- ¿Y a dónde vas?

Voy a dónde este viento endulzado que sopla en mi ciudad me lleve. De momento, me arrojará sobre los melocotoneros veraniegos y las vetustas rocas de un laberinto de tejados rojizos y arte por doquier. Dejaré que me invada laPrimavera, el romanticismo del cinquecento,Dante y el infierno, hasta descubrir los secretos sobre las madonas y los Medici entre los pasillos ocultos, pero a plena vista de los ojos de la ciudad.

Florencia me llama y me ha llamado siempre desde subí a la cúpula del Duomo y me dejé llevar por la serenidad de su paisaje. Bailé, besé y también borré recuerdos que sabría que ya no querría rememorar más. Y el viento me ha guiado de nuevo, para poder construir unos nuevos, erguirlos sobre los cimientos de una nueva experiencia, encontrarme completamente sola. No esa sensación de estar rodeada de gente y sentir que nada tiene sentido y que no puedes confiar en nadie, no, eso ya lo superé en su momento. Sino que será el tipo de soledad en un sentido literal, tangible y que te enseña que, en la única persona en la que debes confiar es en ti misma. No sé lo que me depara el tiempo; me dejaré llevar por el viento mediterráneo de mi ciudad.

- ¿A dónde perteneces?

Pertenezco a un lugar que se difiere de mi persona, de mis comodidades por las lluvias, el ambiente gris y el frío seco, y, sobre todo de mis inquietudes. Pertenezco, desde los once años, a una ciudad que cambió mi perspectiva ya que, por dimensión, superaba todo lo que yo había visto hasta entonces. Es un lugar que yo había estudiado desde mi infancia, que sufrió la peste, el fuego, y una época victoriana de corpulentos vestidos de lo más atractivos para una niña. Me llevaron hasta ella la época medieval, en concreto los Tudor, pero la llegué a apreciar cuando estudié el siglo XX, las dos grandes guerras. Puede que, por mi historial y mi curiosidad, mi identidad, una pequeña parte de mí, pertenezca a Londres.

Que Shakespeare me haya susurrado en la oreja las historias románticas y turbulentas, y que el ambiente de modernidad, tecnología y novedad consiguieran atraerme hasta dejarme poseer por los encantos del acento británico, ha sido siempre mi gran debilidad; el consentir todo eso. Como masoquista que soy lo busco. Me entrelazo en la historia y cultura de otro país, otra nación, lo que fue un imperio, que no tiene relación aparente con la mía propia. Y sí, lo admito, sucumbí entre la tiranía del imperio británico, como todos los personajes históricos que padecieron la enfermedad de dejarse engullir por los encantos del país.

Pero fue en Edimburgo dónde encontré mi tranquilidad. Sus calles me cautivaron como ninguna otra ciudad antes lo había hecho. El tiempo cambiante de un sol ensordecedor y una escasa lluvia, y la montaña rusa de subidas y bajadas que caracteriza la ciudad, acrecentaron mi amor por el Reino Unido. Comprendí que no estamos solos en el mundo encima de un volcán inactivo desde donde se observa la ciudad y el mar, igual que en mi ciudad mediterránea. Llegué a la conclusión, después de casi dos años de llantos e inestabilidad derivados de la inaceptación personal del paso del tiempo y de mi cambio de persona, que son precisamente eso, las subidas y bajadas, las montañas que debemos escalar, lo que nos da la estabilidad que buscamos. Gracias por querer subirla conmigo.

microsueñosWhere stories live. Discover now