5. Vino y se fue (Bebidas pt.II)

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Lo que quedó de la botella ensangrentada me lo acabé de un trago. Recuerdo con la amargura de la bebida lo que sufrí con su partida; me prometí que nunca más sentiría ese dolor en el pecho. Resumiría nuestra historia con la variedad de sabores que distinguen el paso de los años. Delante de una película de los años ochenta, un cuentagotas de los momentos compartidos y de los silencios descritos con besos imaginarios. Tan solo fue hace cuatro años.

Vino y se fue.

Como el sol escondiéndose tras las peliagudas nubes que descargan ira contra el suelo en cuestión de segundos. Me he comprometido a describir nuestra historia sin lamentarme porque ya no estés, puesto que ese sentimiento de pérdida está más que superado. Es lo que suelo decirme a regañadientes, entre otras mentiras que intento creerme mirándome al espejo insegura, meditando y mientras, me muerdo el labio, indecisa. Fue la primera vez que me besó, "no te muerdas el labio" me dijo después de darle el último sorbo a la tercera copa que compartíamos en el sofá granate en el que tanto me gustaba sentarme para sacarte de quicio.

Vino y se fue.

Todo sucedió como lo había planeado. A las diez de la noche abriste la puerta y te encontraste conmigo, con el pelo revuelto y mojada de arriba abajo "it's raining cats and dogs y no quiero volver a casa". Me acogiste como el alma caritativa que eras, no sin saber que recibirías algo a cambio. Llevábamos meses intercambiando mensajes que carecían de importancia, pero que a la vez lo decían todo. Como el alcohol recorriendo las entrañas de las uvas fermentadas que se acaban haciendo sumisas de él tras años de inactividad. Yo me rendí en el momento en el que decidí llamar a tu puerta, y esa vez no me encontraba indecisa. Te quería a ti.

Vino y se fue.

Dejaste correr el agua del grifo, y mientras este caía como una cascada llena de ilusiones, me miraste a los ojos. Sinceridad. Era un juego suma-cero en el que no lograba comprender lo que querías decirme, aunque una parte de mi lo supiera desde siempre. Verdades desconocidas conociendo su significado; un intercambio de emociones a través de las pupilas. Sentimientos a flor de piel, despedidos, distanciados en cuánto uno de los dos apartó la mirada. Quería decirte tanto, querías decirme tanto. Sin embargo, el orgullo se tragó las palabras y dejamos que los eventos fluyeran tal y como tenían que suceder. No fuerces las cosas que sino acabarán descorchadas y asustadas como todas aquellas botellas que abrimos.

Vino y se fue.

Cenamos el uno delante del otro en la pequeña mesa de tu cocina. Tu pie rebotaba sobre el mío. Los dos lo sabíamos y, en el momento en el que la suela de nuestros pies se rozaba, alzábamos la mirada y nos encontrábamos como dos amantes huyendo a escondidas cuando amanece. Pura adrenalina. Fue al sexto roce cuando abriste el vino tinto, y ahí dejé que la misma bebida fuese el escritor de nuestra historia, y que, con su tinta a tientas, escribiese los versos por venir de la noche que aguardaba impaciente.

Vino y se fue.

La infancia pasó desapercibida, la adolescencia dolió y los amores desenfrenados ocultaron una envidia entrevista entre las falsas sonrisas que nos ofrecíamos. Nuestras lenguas no paraban de explicar anécdotas, en las que pensábamos "ojalá hubiese estado ahí para ver eso", porque una imagen vale más que mil palabras y tus ojos azules hablaban más que nuestras historias juntas. Tras la primera botella, abriste la segunda y mientras nos reíamos, caía al suelo la primera. Al ir a recogerla, tus ojos azules se toparon con los míos inseguros "no te muerdas el labio". Y ahí, agachados, sentados en el suelo delante de la televisión encendida, esa que hablaba, hablaba y hablaba sin cesar y a la que no escuchábamos, nuestros labios se encontraron; nuestras lenguas dejaron de explicar y pasaron a expresar.

Vino y se fue.

Uno de los momentos que jamás eliminaré de mi memoria. Un sinfín de emociones bailaban entre nosotros. Un leve roce de dedos en el suelo y el líquido de la botella envolviéndonos mientras nos besábamos. Sabíamos que tarde o temprano ocurriría. Una persona no acostumbrada a dejarse de llevar, sombría y absorta en sus propias inseguridades, completamente indefensa, transformado en una mariposa emprendiendo el vuelo, aceptando cada reto como si fuese el último. Aprendiendo a aceptar las imposibilidades impuestas por mí misma, asegurando un triunfo en las oportunidades presentes. Él me cambio, tú me cambiaste, y de camino a mi recuperación, mentira tras mentira, reflexiono sobre nuestro beso, nuestro beso en el sofá vino tinto, con nuestras botellas y tus ojos, mis palabras y tus ojos, mis inseguridades y tus ojos. Tú y tus ojos. Él y sus ojos.

Y entre vino y vino, él se fue. 

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⏰ Last updated: Oct 06, 2019 ⏰

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