Capítulo treinta y seis|

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CAPÍTULO 36

Anabeth

Mañana es el día de visitas, o sea que será el día en el que Dorian tendrá la autorización de salir del Centro. Me preocupa que rechace la repuesta de ir a casa de sus padres, puesto que he sido testigo de sus arranques emocionales cuando se le habla sobre su familia y es algo que yo no puedo entender —justo como él me lo ha dicho— de hecho, hay muchas cosas que no entiendo sobre Dorian.

Es un misterio total.

Hace unas semanas cuando al fin me abrí con él y él se abrió conmigo fue maravilloso. Fue mágico. Le hablé sobre mis sentimientos —aunque discutiendo—, me dijo que prometía hablarme de su vida, sin embargo, no he recibido sus respuestas; y claro, no es que quiera presionarlo, le he dado el tiempo necesario.

Los últimos días han transcurrido en completa serenidad, nada de gritos o de problemas. Simplemente ha sido Dorian y yo, hemos charlado sin discutir, leímos varios libros juntos e incluso miramos películas, cosas que nunca había hecho con Eric. No obstante, le he agradecido algo, se trata del hecho de que me dé mi espacio para hablar con Eric y sé que he sido una cobarde de primera, pero no es tan fácil como parece.

El timbre de mi apartamento empezó a sonar, así que me encaminé hacia la puerta y abrí sin siquiera ver de quién se trataba a través de la mirilla.

Mala idea...

Eric.

No estaba preparada para verlo frente a mi puerta con una sonrisa radiante, no, no lo estaba.

—Hola, linda —recibo un beso en mi coronilla de su parte y después se dispone a entrar. Una vez que entra en mi apartamento cierro la puerta y lleno mis pulmones con todo el aire que puedo. Menuda sorpresa —. No te he visto hace mucho, eh. ¿Qué te la has pasado haciendo, Ann? —Agregó buscando algo en la nevera

«Liándome con otro tío».

—Por ahí —tragué saliva. Él se apoya en la encimera de granito negro que se encuentra en mi cocina y me ve de pies a cabeza mientras se lleva una cerveza a la boca—. Qué sexy te ves hoy.

Me reí nerviosa mientras empezaba a rascar mi nuca.

—Gracias —bajé la vista y arreglé mi melena —. Escucha, hay algo que debo...

Eric no me deja terminar, pues se acerca a mí dando pasos pequeñitos que finalizan una vez que se acerca a mí, dejando apenas unos milímetros.

—Tengo tiempo de entrar ahí.

Mi respiración está completamente frágil. Ese revoltijo se posiciona en mi vientre indicándome que necesito algo de desahogo.

—Eric...

—Venga, necesito saborear esa boquita perdida.

—En serio —mascullo negando —, necesito decirte alg...

No logro terminar (otra vez) pues él estampa sus labios en los míos y empieza a besarme, con descaro, con anhelo y los míos también están jugando con el mismo fuego.

Si bien imaginarme a Dorian haciendo estas cosas me encanta. Y así es como transcurre esto.

No puedo sentirme mal cuando esto pasa, no, porque yo solo soy de una persona y esa persona es Dorian. Quizá Eric sea el que esté dentro de mí ahora mismo, pero es él, es Dorian y nadie más.

***

Eric está tecleando algo en mi ordenador. Está sin camisa y mis piernas están temblando otra vez, no quiero volver a acostarme con Eric, me siento mal, siento que lo estoy usando y eso me convierte en la perra más grande del mundo.

—Mañana es el día de las visitas —comentó arrastrando las palabras.

—Lo sé —respondí dejándome caer en el sofá que está a su lado.

—Es cansado asegurarse de que todos los pacientes estén en buenas condiciones, eh.

—Solo debes verificar —le recordé y me reí —, no es tan difícil.

—Oh, sí que lo es. ¿Tienes café? Me muero del sueño.

Son las diez de la noche y Eric no ha cerrado los ojos, siento pena por él ya que desde la llegada de su padre no ha podido dormir.

—Eric, necesitas descansar —le digo levantándome y cogiéndolo del brazo.

Él me ve a través de sus gruesas cejas con una pícara sonrisa.

— ¿Acaso quieres seguir jugando?

— ¡¿Qué?! No, solo digo que deberías dormir.

Él se ríe y echa su largo cuello hacia atrás, su manzana es lo más sexy que tiene..., aunque la de Dorian es mucha más sexy, sin mencionar su espléndido... «¡¿Qué mierda me pasa?!»

—Vale —es la único que escucho decir antes de que me coja de las piernas y me cargue en sus brazos —, dormiré, solo porque tú lo dices.

Una vez en sus brazos puedo ver su mandíbula y sus facciones con más apreciación y la verdad es que me siento terrible; pues hace unos meses lo miraba como el hombre más guapo que haya pisado la tierra y ahora simplemente lo veo como uno más..., no es Dorian, no me hace sentir ese calor y esa sensación que nunca supe describir, Dorian es Dorian y Eric..., Eric es el hombre más majo que existe, sin embargo..., no es Dorian.

—Te quiero —le escucho decir cuando se tumba a mi lado.

—Lo sé...

Lo sé.

Sí..., sí lo sé.

Ruina Mental: Dorian Gray ©Where stories live. Discover now