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El cielo se encontraba totalmente grisáceo, debido a las abundantes nubes que lo acompañaban; siempre era así, y ya se hacía costumbre ese ambiente húmedo y frío. Aunque estaban en temporada de invierno, que la lluvia llegara, no era buena idea. La neblina se hacía espesa y lograba envolver tu cuerpo hasta calar en cada uno de tus huesos con tal magnitud, que algunos terminaban con hipotermia. Y, ese era uno de los problemas que afrontaba el reino en esos momentos, logrando dejar a todos estaban cansados.

Totalmente concentrada volvió a posicionar el arco entre sus manos, junto a la flecha que soltó y que dio más abajo de su objetivo. Dejó escapar un suspiro frustrado, al parecer no estaba tan concentrada como aparentaba. Se giró un poco y tomó otra flecha, la cual acarició con delicadeza, habían sido hechas por ella misma y las estaba poniendo a prueba.

Relajó sus brazos y alzó el arco con determinación, estaba dispuesta a pasar toda la tarde solo para verificar el buen estado de todas ellas. Respiró hondo y al momento de soltarla, el llamado urgente de una de las criadas la hizo desviar la flecha hacia uno de los guardias, quién logró apartarse a tiempo.

Cerró los ojos por inercia tratando de calmarse.

-Señorita yo... ¡Lo siento!- La joven se arrodilló con temor, y es que sabía que le vendría un gran castigo.

La castaña volvió a abrir los ojos mientras fruncía el ceño y sus labios formaban una línea recta. No le gustaba que la interrumpieran en sus momento libres, pero no por ello le impondría un castigo a la pobre chica; nunca lo hacía en realidad, sólo cuándo realmente era necesario. Dejó su arco sobre la pequeña mesa de madera llena de hojas, y se giró hacia la joven que aún estaba de rodillas.

-Levántate Celine. No vuelvas a hacer eso- Sacudió sus manos con un poco de molestia. -Me haces quedar mal- Habló con voz calmada. 

Dejando a la joven sin palabras se alejó hacia dónde había quedado su flecha. Dándole un leve asentimiento al guardia al cual casi lastimaba, y sin más tomó la flecha con fuerza. No estaba rota así que eso era un gran progreso. Se giró hacia su lugar inicial mientras caminaba a paso lento examinando a la chica que seguía sin decir nada.

-Y, ¿bien? ¿Para que me has interrumpido?

La rubia asintió para sí misma con nerviosismo mientras que de su vestido sacaba una carta, la cual le entregó con manos temblorosas.

-¿Enserio? ¿Por un simple papel?- Pasó por su lado sin tomar aquél sobre que le parecía insignificante.

-Su majestad pidió que se la entregara de inmediato- La menor sólo rodó los ojos fastidiada, pensando que seguramente sería de uno de sus nuevos pretendientes. -Es de Auradon, princesa- Añadió con rapidez al percibir lo que pensaba la castaña.

Apretó con fuerza aquella flecha que tanto deseaba destruir ahora, la habían tomado desprevenida. Miró de reojo nuevamente la carta y, con fingido desinterés hizo una seña para que la chica se retirara «Déjala junto a las demás» Y, sin mirarle una última vez, volvió a lo suyo.

Con molestia volvió a alzar el arco, y con mente en la familia Real de Auradon, soltó la flecha dando justamente en el objetivo.

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Luego de ser ayudada a ser vestida, se dirigió hacia su tocador tomando asiento con tranquilidad. Se miró unos momentos a través del espejo con detenimiento, sonriendo al ver el pequeño destello color ambarino avellana en sus ojos. Hizo una seña para que la criada se acercara y comenzara a peinarla, mientras su mirada se dirigía una y otra vez hacia el montón de cartas que descansaba sobre su escritorio.

𝐇𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐧𝐬 | ᴰᵉˢᶜᵉᶰᵈᵃᶰᵗˢWhere stories live. Discover now