III. EL NIÑO, LA NOCHE Y EL DEMONIO

77 27 1
                                    


─━━━━━━⊱🔸⊰━━━━━━─


— Es un niño hermoso

Las mujeres que caminan de regreso a casa con sus compras en mano murmuran entre ellas sobre el niño que siempre se sienta a la entrada del edificio 23

— Es una lástima que sea el hijo de un rebelde

El niño del que hablan tiene unas cuantas heridas en su rostro causadas por el salvaje odio de su alcohólico padre, y el alma quebrada por la ausencia de su débil madre.
Todavía es muy joven, pero conoce perfectamente como dominar los silencios, aun cuando dentro de su ser, se extiende un infierno que clama por amor.

Hazel era un niño con una rutina fija, la cual comenzaba antes de que saliera el sol y tenía como primer objetivo el elegir correctamente la camiseta con la que se enfrentaría al mundo en ese día. En su mente, las camisas con dibujos animados de superhéroes incrementaban su fuerza, pero no solía elegirlas seguido por miedo a dañarlas, así que siempre terminaba optando por segunda opción: las camisetas oscuras. Y es que, a pesar de no ser sus favoritas porque no combinaban con su optimismo, le ayudaban mucho para disimular las manchas de sangre.

Tras su primera difícil elección, posteriormente se dirigía a tomar ¾ de agua tibia mientras miraba hacia la sala y contaba los azulejos que se encontraban en el medio de ambos lugares.

Finalmente, y antes de que el reloj marcara las 8 de la mañana, terminaba la limpieza de todo el lugar. El resto de su rutina y del día solía terminarlo en la entrada del edificio, siempre sentado en el mismo peldaño.

Ahí, Hazel suele contar a las personas que pasan frente a él mientras observa cada detalle de ellas y busca aprender nuevas características o gesto que le permitan entender algo tan sencillo como el comportamiento humano o algo tan complejo como el porqué de las cosas.

Algunos rostros, principalmente los sonrientes, hacían que Hazel apretara sus puños con tantas fuerzas que sus uñas atravesaban la suave piel de sus pequeñas manos.

Estás emociones tan complicadas de entender desataban en su interior una tormenta de emociones y pensamientos. Pero, la intensidad con la que solía vivir estos desastres de su interior, a su vez había hecho que el pequeño, incluso antes de que las aves migraran, se volviera uno mismo con su dolor... que poco a poco se transformara en un niño que vivía entre los filos de la locura.

También le ayudaban a entender perfectamente que al igual que las nubes en una tarde soleada, su infancia era algo efímero, algo que se esfumaría en un parpadeo y que cualquier ilusión que lo atara pasado, sería representada con una cadena traumática...

Hazel tenía nueve años, pero ya comenzaba a entender cómo funcionaba el mundo real que lo rodeaba y a tener pensamientos semejantes a los de un adulto que lo había vivido todo.

Sin embargo, ni toda la madurez que había adquirido, ni todas las fortalezas que había forjado, lo habían preparado para su cumpleaños número 10, aquel en donde su padre había podido romper al fin, algunos de sus frágiles huesos... de rasgar cualquier esperanza que albergara... de eliminar su rutina y asesinar al niño que aun esperaba en los peldaños del edificio 23.

— Está bien, todo estará bien — Hazel se abrazaba a sí mismo, en medio de una habitación llena de recuerdos, sangre y alcohol. Intentando desesperadamente recobrarse, soportar el dolor, no dejar que ese cuarto oscuro fuera su final.

Tan pronto como pudo erguirse, Hazel dejo de esforzarse en encontrar la camisa que mejor combinara con el día, de terminar de beber su vaso de agua y de contar azulejos y personas. De hecho, su rutina se había quebrado tanto que, mientras el número de platos en el lavatrastos aumentaba, el número de horas sentado en la pequeña mesa del comedor golpeando sus dedos al ritmo de una vieja y triste melodía aumento y sus horas frente al edificio disminuyeron.

LA CHICA QUE TENÍA RUBÍES EN SU SANGRE *EDITANDO*Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang