IV. ESTE ES UN CONTRATO QUE SE FIRMA CON SANGRE.

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Kara está cansada de huir.

El último pueblo que vio fue hace dos días y por muchos pasos que deje atrás, no puede alcanzar a vislumbrar señales luminosas que le indiquen que hay un nuevo pueblo cerca.

El frío ha comenzado a ser una molestia incomoda que se cuela entre su delgado abrigo. Además, su estómago tampoco puede seguir siendo engañado con los dulces robados en su última parada y sus pies, con vida propia, claman por un descanso.

— Yo no debería de estar huyendo — su voz es la extensión de un lamento, ser una sin hogar jamás le había pesado tanto — ni siquiera sé de qué estoy huyendo.

Los árboles a su alrededor se mueven como si en verdad estuvieran siguiendo el hilo de la conversación, pero en respuesta solo pueden traer un eco de la propia miseria de la chica.

— En realidad, yo debería ser una chica normal cuya única preocupación fuera caber en sus jeans favoritos y no sí comeré en este día — hace una pausa, sus palaras están abriendo heridas profundas — mi mayor pecado debería ser la banalidad, no la supervivencia

Era la primera vez que caminaba tanto sin encontrar un medio en donde descansar.

La locura provocada por el cansancio y la soledad parecía desaparecer un poco cuando dejaba que su alma se perdiera entre conversaciones con ella misma y con ello, distraía a su mente de seguir cada pequeño movimiento del sol, el cual parecía comenzar a ocultarse para traer paso a un nuevo día.

En la primera mañana posterior a la alarma, los habitantes de Geméville parecen estar bastante emocionados por el nuevo juego en el que se han involucrado. La búsqueda de la chica trae consigo una limpieza de todas las casas, edificios e instituciones en donde cada movimiento parece formar parte de un espectáculo teatral, en donde las señoras sacuden la ropa desde los balcones de las elegantes casas mientras sus esposos limpian los garajes y los más jóvenes arreglan los coloridos jardines.

Todo el alboroto que está sacudiendo al pueblo tiene como propósito despejar cada rincón y reducir el número de escondites para la chica.

— ¿Qué haremos si la chica no está en el pueblo? — Emma entra a la oficina de su hermano, la cual, también se encuentra en proceso de limpieza — ¿Qué haremos si no la encontramos?

Él se limita a seguir mirando las camisas con patrones hawaianos que aparecen en la pantalla de su móvil. Para ser el alcalde del pueblo más importante del mundo, Lenin siempre viste demasiado informal, con camisas de colores y patrones llamativos que tienden a resaltar su belleza o hacerlo lucir más enfermo de lo normal.

— Lenin...

— La encontraremos — su voz al igual que su rostro no reflejan preocupación alguna

— Los buscadores llegaran en cualquier momento — Emma hace una pausa — y... y si la encuentran antes que nosotros y deciden traicionarnos ¿Qué haremos Lenin?

Su hermano levanta la mirada, sonríe y le hace una seña a las mucamas para que se retiren de la habitación.

— ¿Es parte de tu plan que entremos en guerra? — Emma se acerca a su hermano lentamente una vez que se encuentran solos — ¿o te has rendido?

— Si no somos enemigos, no hay guerra — Lenin le guiña cariñosamente — la chica debería llegar en el transcurso del día o por la noche, aun no estoy seguro

LA CHICA QUE TENÍA RUBÍES EN SU SANGRE *EDITANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora