Parte 1 -Seccion 1

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El pacífico es alguien sin guerra fuera ni en su interior. — El Manto, Quinta Permutación del Número del Didáctico.

La historia Forerunner(la historia de mi gente) ha sido contada muchas veces, con mayor y mayor idealización, hasta que apenas la reconocía. Algunos de los ideales eran reales obviamente. Los Forerunners eran sofisticados por encima de todos los demás imperios y poderosos casi por encima de la medida. Nuestra ecúmene abarcó tres millones de planetas fértiles. Habíamos alcanzado los máximos en conocimiento tecnológico y físico, al menos desde el tiempo de los Precursores, quienes, como algunos dicen, nos hicieron a su imagen, y premiaron a esa imagen con su aliento. Los hilos de los que tiraremos en esta parte de la historia (la primera de tres) son viaje, atrevimiento, traición y destino.


Mi destino, el destino de un necio Forerunner, se vio acompañado una noche de los destinos de dos humanos y de la larga línea-mundial de un gran líder militar... esa noche en la cual puse en movimiento las circunstancias que desencadenaron la oleada final de los repulsivos Flood. Así que sea contado este relato, así que sea contado cierto.


SOL EDOM HACIA ERDE-TYRENE

L a tripulacion del barco cubrió los fuegos, desacopló el motor de vapor, y alzó el cuerno de calliope desde el agua. El burbujeante mecanismo de reloj murió con una serie de clics y tristes gemidos; no había estado funcionando bien para empezar. A veinte kilómetros, el pico central del Cráter Djamonkin se alzaba a través de la ceniza azul-gris, su punta estaba contorneada por el último oro rojizo del poniente sol. Una única y brillante luna se alzó resplandeciente y fría detrás de nuestra embarcación. El lago en el interior del cráter se ondulaba alrededor del casco de maneras en las que nunca el agua había sido movida por el viento o la marea. Bajo los inflamientos y espiras, chisporroteando con la puesta de sol reflejada y la luna, un pálido merse se retorcía y burbujeaba como los lirios en el

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estanque de mi madre. Esos lirios, sin embargo, no eran flores pasivas, sino durmientes krakens que crecían en los bajíos de los tallos gruesos. Diez metros de largo, sus engordados y musculares extremos estaban cercados con negros dientes de la longitud de mi antebrazo. Navegamos por encima de un jardín de exclusivistas y autoclonadores monstruos. Cubrían por completo el suelo inundado del cráter, merodeando justo por debajo de la superficie y siendo muy defensivos de su territorio. Solo los barcos que cantaban la canción tranquilizadora que los merse usaban para mantener la paz entre ellos mismos podían cruzar esas aguas sin ser molestados. Y ahora parecía que nuestras canciones estaban fuera de fecha. El joven hombre al que conocía como Chakas cruzó la cubierta, agarrando su sombrero de hojas de palmera y sacudiendo la cabeza. Permanecíamos de pie lado con lado y mirábamos fijamente por encima del riel, observando al merse retorciéndose y agitándose. Chakas (de piel de bronce, parcialmente calvo, y totalmente distinto a la imagen bestial de los humanos que mis tutores habían impreso sobre mí) agitaba la cabeza en espanto. —Juran que están usando los cantos más nuevos —susurró él—. No deberíamos movernos hasta que se den cuenta. Miró a la tripulación en la proa, ocupados con argumentos susurrados. —Me aseguraste que eran los mejores —le recordé yo. Me miró con ojos que parecían ónice pulido y barró su mano entre una gruesa mecha de pelo negro que colgaba de la espalda de su cuello, cortada perfectamente cuadrada. —Mi padre conocía a sus padres. —¿Confías en tu padre? —pregunté


HALO CRYPTUM: LA SAGA FORERUNNERWhere stories live. Discover now