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LAS FIESTAS DEL excéntrico millonario Anthony Stark siempre eran el tema de conversación más escuchado en su víspera. El día había llegado y dentro de la torre Vengadores todo el personal que preparaba el lugar hablaba de ellos, siempre eran las mismo, porque Tony siempre se preocupaba porque sus celebraciones fueran las más grandes y las mejores.
Olivia Rogers jamás había participado de una de ellas, Steve no lo permitiría, pero había cumplido la edad en la podía estar en ellas si prometía no beber ni una sola gota de alcohol. Sin embargo, encerrada en su habitación se percató de que no tenía ninguna prenda adecuada para la celebración y quedarse en su alcoba sonaba más tentador que hacer el ridículo.
La joven se levantó desesperada de su desecha cama y se dirigió a su armario. Nada de lo que allí había parecía correcto para la ocasión, maldecía el momento en que había decidido que los vestidos eran lo peor. Temía vestir incorrectamente y ser el objeto de risas de todos, sabía que las relaciones de Tony eran personas adineradas como él, nadie vestiría mal.
Decidida salió de su habitación aún el pijama y se dirigió al elevador. JARVIS la encaminó hacia el piso de los otros vengadores. Nerviosa, tocó una de las puertas reiteradas veces con el metal de sus anillos hasta que la persona en su interior atendió.
-Hola Nat, yo quería saber si no podrías ayudarme con mi ropa para la fiesta. -Pidió tímidamente. Romanoff dejó escapar una dulce sonrisa antes de hacerse a un lado para que se adentrará en su habitación.
-Claro que si, niña Rogers. -Abrió su gran armario pero todo le parecía demasiado sensual para una niña de 16 años, a decir verdad, toda era ropa que debió conseguir para sus misiones de encubierta, por lo cual los escotes extravagantes o vestidos demasiado cortos no eran la mejor opción. Steve la mataría si le prestara alguno de ellos.
La mente de la espía se iluminó al recordar aquel atuendo elegante que le habían asignado para una misión a la cual no asistió. Lo dudó unos momentos pero lo tomó y se lo mostró a la adolescente que yacía sentada en su cama atenta a sus movimientos.
-Es realmente precioso, ¿Estás segura, Nat? -Consultó preocupada, aunque sus ojos brillaran al ver aquel hermoso atuendo frente a ella, no podía aceptarlo ya que el vestido se veía bastante costoso.
-Por supuesto que si, Olly. -Exclamó, prácticamente lanzándoselo al rostro.
-Bien, lo usaré, pero en tú conciencia cabe si Steve no me deja ir a más fiestas. -Bromeó con una mueca, observando el largo de la falda, arriba de sus rodillas. No era demasiado corto, pero para un hombre que había nacido en los cuarenta, seguro sería escandaloso.
