5. Bolsa y piel de lobo

321 37 0
                                    

Durante la noche fui incapaz de dormir. No podía quitarme de encima el miedo de ser devorada por lobos en el momento en el que cerrara los ojos así que me esforcé por mantenerme despierta hasta el amanecer. Corté nuevas ramas y avivé la fogata varias veces en la oscuridad de la noche y también enterré los intestinos del lobo lejos de donde estaba quedándome para no atraer más animales peligrosos.

Algunas moscas se habían reunido sobre la carne del lobo que conservé. No sabía cuándo podría volver a comer así que no fui capaz de deshacerme de ella. Más importante, tenía que encontrar una forma de conservarla. En las horas que pasé haciendo guardia pensé en toda clase de cosas y decidí que tenía que seguir moviéndome. No podía construir un refugio en el bosque, era más seguro seguir caminando hasta encontrar a más personas y así poder volver a casa cuanto antes.

Otro pensamiento que no podía sacarme de la cabeza era el conejo. No lo había vuelto a ver desde que huyó en la mañana del día anterior, no pude evitar imaginarlo siendo presa de otro lobo, como yo estuve a nada de ser antes. Me sentí mal por él. A diferencia mía no podría defenderse, aunque un conejo debería ser capaz de huir, ¿no? Decidí mantener mis esperanzas de reencontrarme con el conejo más adelante.

Me dolía el pecho. Tenía marcadas las garras del lobo en el lugar donde se había apoyado sobre mí. Seguía sin poder creer lo que ocurrió la noche anterior. Había peleado con un lobo tan grande como yo ¡y había ganado! No había forma de que alguien fuera a creer esa historia cuando se la contara a mi familia. Martín y Mariana dudarían un poco, pero tal vez terminarían por creerme luego de insistirles un poco. Se me ocurrió entonces tomar algo como evidencia. Caminé hacia el cadáver del lobo y usé mi roca-cuchillo para quitarle algunos colmillos que les demostraran mi hazaña en el bosque.

Pensar en mis seres queridos causó que se me revolviera el estómago. No, en realidad no fue así. Mi estómago dolía, pero no tenía que ver con la nostalgia o la ansiedad que sentía en esos momentos, en cambio, era probable que el dolor de estómago estuviera relacionado con la carne del lobo, ¿era seguro comerla? No lo pensé hasta que fue demasiado tarde. No solo era mi estómago, la cabeza me comenzaba a arder y sentía la temperatura de mi cuerpo elevándose poco a poco. Qué estupidez, pasar de morir de hambre a morir por comer algo que no debía. no pude evitar esbozar una sonrisa irónica por la situación en la que me encontraba.

Me había enfermado, pero mi estómago estaba lleno. Además, no era un malestar tan grave, todavía podía moverme y tenía toda la intención de hacerlo. Quedarme en el bosque era una mala idea y moverme, aunque fuera despacio, era una obligación si quería sobrevivir.

Antes de irme había algo más que tenía que hacer. Tenía conmigo carne, mi roca-cuchillo, cuerdas, varas y rocas para iniciar fogatas, todo era muy útil, pero no podía llevarme todo conmigo de esa forma. Usando las cuerdas que había trenzado comencé a trabajar en una bolsa improvisada. Creí que me tomaría solo unos minutos, pero entre la enfermedad, la falta de sueño y la prisa, terminé perdiendo la mitad del día en ese proyecto. Al comienzo pensé en usar la piel del lobo para hacer mi bolsa, pero apestaba y estaba cubierta de sangre. Era hermosa por fuera, pero estaba segura de que necesitaba hacerle algún tratamiento para poder usarla como material. Al final tuve que usar solo lo que tenía a la mano. El resultado fue una bolsa mediocre, hecha con cuerda y ramas delgadas. No aparecería nunca en una revista de moda, pero al menos podía soportar un kilo de carne y las rocas para iniciar el fuego. Tendría que abandonar todo lo demás, pero no había más opción. Tampoco tenía tiempo para hacer otra bolsa si quería aprovechar la luz del sol para avanzar de forma segura.

Antes de comenzar a caminar miré hacia mi campamento improvisado. Solo estuve ahí por un par de días pero eso bastó para llenarme de raspones y moretones por trepar árboles, sin mencionar que se convirtió en el lugar donde tuve mi primera pelea a muerte. Mi oponente yacía en el suelo en un estado desagradable que me hubiera causado náuseas en cualquier otra situación. Seguí admirando su pelaje por un momento. Era una pena abandonarlo así, podría convertirse en una hermosa capucha o una bolsa más práctica que la que yo tenía, pero sabía bien que no tenía las capacidades para lograr algo así. Con una respiración profunda, di media vuelta y comencé a caminar sin rumbo una vez más, dispuesta a no dejarme vencer por una enfermedad, bestias salvajes o cualquier cosa que el bosque intentara arrojarme.

Morí y ahora vivo en mi libro favoritoWhere stories live. Discover now