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Una ráfaga de aire helado atravesó el cuerpo de Daniela desde el suelo y de pronto, sus tímpanos se vieron golpeados por los gritos desgarradores del paciente

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Una ráfaga de aire helado atravesó el cuerpo de Daniela desde el suelo y de pronto, sus tímpanos se vieron golpeados por los gritos desgarradores del paciente. Con las manos temblorosas por el miedo y la agitación, buscó ponerse de pie, debía continuar su andar como Bruno le había indicado.

Se paralizó al escuchar un crujido tras ella, seguido de algo líquido goteando. Lenta e insegura, se dio la media vuelta. Aquella sombra negra tenía los afilados colmillos clavados en la cabeza y el cuello del paciente, de su cráneo partido y la yugular desgarrada, la criatura succionaba sangre y cerebro al mismo tiempo. Daniela quiso gritar, pero ningún sonido salió de su garganta. Las lágrimas habían dejado de correr, ahora solo una mirada vacía, estupefacta se dibujaba en sus ojos.

La vista del Ipthanor se clavó en Daniela, lo vio sonreírle, mas ella fue incapaz de corresponder. Agachó la cabeza en señal de agradecimiento por salvarla y, entonces, una las garras de la criatura se alargó hacia ella. La primera vez que lo vio, cuando estaba en la habitación oscura sin saber lo que sucedía, pensó que esos eran sus pies. En realidad carecía de ellos, en su lugar tenía tres largos brazos con los que andaba y sujetaba cosas. La criatura dio una suave caricia en el cabello de la joven antes de volverse para terminar de alimentarse.

Todavía con la garganta congelada, la joven se dio la media vuelta, tomó la linterna, cambió la batería y siguió su camino sin saber exactamente a dónde se dirigía. La voz de Beatriz se había esfumado por completo de su cabeza, y no podía sentir más la presencia de Bruno. Supuso que se debía al estado de shock en que se encontraba.

Caminó varios minutos en silencio, tambaleándose de un lado a otro. El dolor en las costillas resultaba penetrante, pero su verdadero problema era que estaba forzada a respirar por la boca. Casi sin fuerzas, Daniela se apoyó en una pared y permaneció quieta un momento. Los temblores corporales no se detenían, las piernas ya no querían sostenerla. La oscuridad del asilo mental estaba tragándosela bocado a bocado. La linterna se resbaló de sus dedos y cayó al piso apuntando su luz hacia la pared del frente, mohosa y deslavada.

—¿Dany? —La voz de Beatriz resonó como una caricia en sus oídos. Bruno también volvió a su lado, lo percibía dulce y amoroso. Casi pudo sentir que ambos estaban junto a ella, abrazándola para evitar que cayera de golpe—. Tienes que descansar.

—Duerme, amor mío. —resonó dentro de Daniela la voz de Bruno. Por fin podía escucharlo de nuevo. Su voz tierna y profunda la hizo sonreír. Finalmente las piernas se rindieron y terminó deslizándose hasta el suelo. No tenía más energía para seguir avanzando—. El Ipthanor te mantendrá a salvo. Puedes dormir tranquila.

La cabeza de Daniela se recargó sobre la pared mientras sus ojos comenzaban a cerrarse por voluntad propia. El sonido de un disparo en la lejanía fue lo último que Daniela consiguió escuchar antes de perder el conocimiento. Lo siguiente que percibió, fue una conversación que tomaba lugar en la nada, como si estuviese escondida en lo más profundo de la oscuridad.

«Tu situación no fue fácil. Te sentías sola, débil y vulnerable y por eso nacieron ellos, para protegerte no para lastimarte. Ambos son parte de ti. Aunque ahora las personalidades estén fuera de control podemos actuar y retenerlas. Todavía estás a tiempo antes de que la psicosis siga empeorando.»

«¿Y qué me sugiere, doctor? Porque francamente ya no puedo más con esto. Siento que están matándome.»

«Daniela, debes insistir en tomarte la medicina y venir a terapia conversacional aunque ellos no lo quieran. Debes hacerlos entender que eres tú quien decide.»

«No va a funcionar, son más fuertes que yo y no lo van a permitir. Usted me propuso antes que debía recluirme. Quiero hacerlo.»

«¿Estás segura?»

«No puedo hacer esto sola, me están reprimiendo. ¡Necesito que me ayude, por favor!»

Daniela abrió los ojos. Estaba recostada en el piso y la linterna apagada reposaba en su mano derecha. Se reincorporó despacio, el cuerpo le dolía horrores y cada movimiento era un martirio, pero debía salir del hospital. Miró a su alrededor con intriga al notar que estaba en un lugar diferente, la oscuridad era más suave y podía distinguir que se trataba de una especie de túnel. Seguramente Bruno o Beatriz habían tomado la luz y la llevaron a otra parte. El fuerte sonido de goteo que hacía eco a corta distancia la ayudó a entender que estaba, por fin, en las cloacas.

Apretó la linterna todavía a oscuras, necesitaba tomarse un momento para meditar esa conversación que apareció en sus sueños y tratar de entenderla. ¿Había sido un simple sueño? No estaba segura de eso, porque en el fondo de su pecho se sentía demasiado real. Se llevó las manos a la cabeza y apretó su cabello. Si tan solo pudiera recordar con claridad.

—¿Daniela? —La voz de Bruno la alertó. Alzó la cabeza de inmediato y miró hacia su derecha, podían sentir su presencia justo ahí, cerca de ella—. ¿Estás bien?

—Sí —respondió Daniela de inmediato y se puso de pie lentamente—. Debemos salir de aquí cuanto antes.

—Claro —concordó Bruno—. Dirígete hacia la derecha, yo te diré qué camino tomar después de eso.

La joven asintió en silencio, encendió la linterna y empezó a caminar. El sonido del agua corriendo por el canal a su izquierda no hacía más que ponerla en alerta, mientras que el chirrido de las ratas le provocaron escalofríos. De nuevo agradeció padecer de hiposmia. Se abrazó a sí misma cuando empezó a hacer frío.

Bruno le dijo que debía dar vuelta a la izquierda y seguir de frente, salida estaba a tan solo unos minutos, llegaría al bosque y podría darle fin a esa maldita pesadilla. Pero antes de que lo hiciera, una serie de gritos lastimeros llegaron a los oídos de Daniela. Era la voz de un hombre y provenía del fondo del pasillo por el que estaba caminando.

—No hagas caso y vámonos —dijo Bruno con voz tajante.

—Pero hay alguien ahí pidiendo ayuda —protestó Daniela. Bruno emitió un bufido.

—¿Qué más da? Hay que salir de aquí antes de que esos malditos nos encuentren, ya deben estar en la parte de arriba.

—No. —Se impuso Daniela—. Voy a ayudarlo.

Bruno guardó silencio. Si lo hubiese podido ver, seguramente tendría una expresión de asombro en el rostro. La joven caminó hasta el final del pasillo, donde una puerta metálica aguardaba. La observó con atención. Estaba mal soldada y parecía bastante nueva, como si alguien la hubiese puesto hacía poco tiempo.

Con precaución, Daniela abrió la puerta y dirigió la luz de la linterna hacia su interior. Lo que encontró ahí le quitó el aliento. Un joven de cabello castaño estaba esposado a una silla metálica, tenía los ojos cubiertos por una venda sucia que casi estaba por caerse y, frente a él, en el suelo sobre un charco de sangre, yacía el payaso que había visto antes. Daniela vio que el muchacho dejó caer la cabeza con pesadez y sin más, todo se volvió silencio. ¿Acaso estaba muerto?

Enamórate de mí [Sonríe #2] (COMPLETA)Where stories live. Discover now