9. El amanecer y las luciérnagas

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Hyakkimaru ¿recuerdas esa noche a la orilla del río?

Nos quedamos juntos hasta el amanecer, observando a las luciérnagas y como la oscuridad de la noche se iba convirtiendo en un dulce y rosado amanecer.

Te confieso que no importa que tantos años pasen, yo nunca seré capaz de olvidarlo, es uno de mis recuerdos más preciados.


Los días continuaron pasando tranquilamente, la primavera terminó para darle paso al tan ansiado verano. A pesar de lo bien que había sonado la primera canción de prueba tocada por Rainbow Tears, Saburota hizo la firme observación que tanto Mio como Tahomaru aún tenían mucho que mejorar, por este motivo todos acordaron que practicarían arduamente siempre que hubiera oportunidad y tuvieran tiempo libre. 

Por esta razón tanto Hyakkimaru, como Mio y Saburota dejaron el club de música para dedicar la mayor parte de su tiempo a la nueva banda. Mi prima Mio por otro lado, también decidió dejar de doblar turnos en su trabajo de medio tiempo los fines de semana para poder tener más tiempo para practicar con la banda, gesto que Hyakkimaru agradeció infinitamente.

Yo me divertía yendo a verlos practicar de vez en cuando en esos cuartos de ensayo que el Sr. Biwamaru tan amablemente había accedido a rentarles a mitad de precio. Siempre que podía, y mis obligaciones para con mis estudios me lo permitían salía corriendo hacia Shibuya para reunirme con ellos y escuchar como con cada día mejoraban un poco más.

Todos me recibían con amistosas sonrisas, conforme los días pasaban Saburota me iba simpatizando más, incluso también el tonto Cangrejo. Confieso que después de su gesto con los chocolates me esforcé por ser más paciente con él, cosa que conforme más convivíamos juntos estaba logrando. Muy pronto por fin los insultos entre los dos habían dejado de ser algo típico para convertirse solo en bromas o a molestarnos mutuamente por diversión.

Eran días divertidos y muy especiales, momentos asombrosos que deseaba no terminaran nunca. Por desgracia, la vida siempre parece divertirse con arruinarte todo de vez en cuando, y a mí en lo personal estaba a punto de darme una patada en el trasero.

No recuerdo exactamente la fecha, solo recuerdo que fue a finales de junio. Ese día nos anunciaron en la secundaria la fecha exacta en la que sería el festival de deportes en nuestra escuela. Era un festival en donde se hacían diferentes juegos deportivos a lo largo del día, había incluso competencias entre las diferentes clases como las carreras de obstáculos, atrapar la bandera, encestar la pelota, jalar la soga, etc.

Sin duda era algo muy divertido, pero yo no deseaba que llegara ese día. Afortunadamente era buena con los deportes, por lo cual ese no era mi principal motivo de preocupación, la tristeza que me invadía era por otra razón completamente diferente.

En ese festival era muy común que los padres de familia acudieran para animar a sus hijos, incluso para que ellos mismos participaran en algunas competencias, pero era más que obvio que mis padres no podrían asistir. Mis profundas heridas por la muerte de mis padres, que poco a poco iban cicatrizando amenazaban con volver a sangrar por este motivo. Yo estaría en el festival deportivo, pero mis padres no, no habría nadie que me animara, nadie con quien comer el almuerzo ese día, nadie que me hiciera compañía.

Sumergida en ese terrible dolor, Mio me convenció de que hablara con sus padres una semana antes del festival. Seguí su consejo y pude sentir cierto alivio cuando mis tíos me dijeron que ellos irían al festival a apoyarme. Claro, no eran mis padres, pero que mis amados tíos hicieran un esfuerzo para acompañarme me hacía muy feliz, agradecía infinitamente su gesto y sentirme apoyada por ellos.

Las notas de mi corazón [Dororo AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora