6. Ethan: mil puntos

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Torrance

Llegó el fin de este primer día que por fortuna en las dos últimas clases pude respirar un poco. Los profesores solo se limitaron a hablar de los temas que abordaríamos durante el semestre, dictaron la clase y nada más. Solo que hubo uno, el último con el que culminaba mi horario, que me retuvo para preguntarme sobre mi tío, que cualquier cosa que yo necesitara con gusto me ayudaría. No me lo tomé a mal pero considerando su edad —treinta y cinco años aproximadamente—, y su fingido interés, me dio cierta mala espina. Porque no quería más inconvenientes, ya que de seguro mi intervención en la clase de la bruja esa de la cual no recuerdo el nombre ya se habría corrido el rumor, decidí darle no más las gracias y marcharme.

Ahora bien, me encuentro de salida del campus, ansiosa para ver a mi chofer. Llamé a Ronnie para avisarle que estaría con Ethan; como fue contratado por Dom y porque ya le tomé afecto, acepté que siguiera ejerciendo su labor. A parte de ello quedamos con Ethan que los fines de semana me quedaría con él, entre semana estaría en la mansión; lo hacía más que nada para no dejar a Hope sola en esa inmensa casa.

Estando a nada de salir, la bendita sonrisa que no se me ha borrado desde que salí del salón de clases se ensancha al encontrarlo fuera de su auto, estacionado al frente del campus, cruzando la amplia calle de dos carriles. Está recargado sobre la puerta del copiloto, con el celular pegado al oído viendo a un costado. La camisa de oficina que trae pues le entalla su definido cuerpo, le sienta tan bien porque marca sus tonificados brazos, y ni que decir de la pose que tiene; cruza las piernas dándole ese porte elegante y sexy, me produce un sinfín de cosquillas que no puedo controlar. Lo que más me derrite es su mirada seria, esa que lo define como mi jodido día nublado, opaco, sombrío y misterioso.

Solo que lo que no me gusta de esa hermosa escena son las chicas que se le quedan mirando. Hasta unas descaradas se detiene para hablarle, preguntándole algo que él por respeto les responde para después ignorarlas.

Ethan: mil puntos.
Zorras: cero.

Eso me hace dar un grito interno que tuve que controlar.

Después de abrirme paso entre el alumnado y de esperar que fuera seguro cruzar la calle, me topo con sus hermosos ojos grises, siendo una media sonrisa la que me dedica y hace que termine de acortar los pasos casi trotando para llegar ante él, enrollar mis manos alrededor de su cuello y darle un beso suave en esos labios, que juro, creo, jamás me cansaré de probar.

Ethan corta el contacto segundos después, acuna mi mejilla y me ve enternecedor, algo que inconscientemente me hace suspirar.

—Hola, guapo —murmuro, contemplando sus rosados y remojados labios—. ¿Eres profesor de esta universidad? Necesito un par de clases.

Ethan da una risa entre dientes. Siendo gentil, tomándome de las manos, me insta para que nos separemos.

—Si necesitas asesorías te las doy —comenta serio, cosa que me toma desprevenida. Me da la espalda para quitarle el seguro a la puerta del copiloto. Se hace a un lado para abrirla, volviendo a verme con detenimiento—. Pero el pago es con intereses adelantados —coteja al final, alzando una comisura y una ceja a la vez, con ese aire de malicia que me causa cierto estupor y ansiedad por saber cómo quiere que sean esos pagos.

¡Dios! Me encanta cuando se pone en ese plan seductor, en serio me cuesta descifrar cuándo está en planes de decirme las cosas con seriedad o cuándo me las dice con otras intenciones.

—Pensaré en la propuesta —comento con cierto orgullo, alzando la barbilla, entrando al auto. Ethan cierra la puerta, rodea el auto mientras me pongo el cinturón. Entra, acomodándose en el asiento del piloto para ponerse en marcha.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Where stories live. Discover now