29. Justifícate

3.1K 346 44
                                    

Francesca

A veces porque a tu edad debes tomar prontas decisiones que crees, son lo mejor no solo para ti sino para complacer a los demás, te olvidas de lo más importante, tu felicidad.

Creí que con casarme, darle un padre a Spencer pues vivió toda su vida sin conocer una figura paterna, que mantener una postura frígida ante los demás y a la vez confiar en todos demostrándoles que cuentan con alguien, podría contar con gente transparente a mi lado, pero me equivoqué como siempre.

No supe si me dejé cegar, al principio no quise creerlo pues estaba más que segura que nadie, ninguna de las personas en las que confiaba, estaban haciendo algo a mis espaldas, ya que estaba siguiendo las suposiciones de alguien que en lo poco que conozco me ha resultado arrogante, de no fiar. Solo que cuando tuve la verdad ante mí, quise desfallecer pues todo lo que estaba forjando se estaba yendo de mis manos.

Luego del incidente con Víctor aquel día en que Gerald me peleó por el proceso que le fue imputado, no volví a tratarlo. En su remplazo venía a visitarme dos de sus abogados, uno de ellos, Tadeus Smith, el asesor legal de la señora Johanna Bathory. Me hizo firmar un contrato de confidencialidad para evitar que lo que habláramos saliera de ese recinto, desconfíe de firmarlo pero ante su petición accedí.

Entre investigaciones, teniendo las evidencias luego de pedir un informe detallado de un acuerdo que se hizo por debajo de mesa, conociendo a los implicados, me resultó imposible no acatar la petición de Víctor de no decirle nada a ese hombre para pedirle explicaciones. Ahora me encontraba en mi oficina, esperando a que llegara luego de llamarlo y exigirle que viniera para discutir un asunto al cual no le rendí detalles, solo que no contaba con la visita inesperada de Víctor, quien según me dijo, estaría presente en la tarde para que le explicase lo que había descubierto.

El señor Bathory entra a la oficina con ese aire de magnanimidad que lo caracteriza, dando zancadas fuertes, con el enojo tallado en sus facciones. Cierra dando un portazo que me sobresalta pero me calmo para no mostrarme temerosa.

—¿Qué parte de no decir nada no le quedó claro? —exalta mientras se acerca. Elevo mis cejas; ¿quién le dijo que lo llamé? Me obligo a poner de pie para recibirlo, tratando de encararlo contra el miedo que me produce su intimidante mirada—. Hable, Francesca si es que piensa encubrirlo para de una vez llamar a las autoridades y pedir el arresto para los dos —declara cuando está frente al escritorio, cruzándose de brazos, apretando la mandíbula que templa su cuello. No lo había visto así de molesto y en parte entiendo, solo que espero, comprenda mis intenciones.

—Lo hice para aclarar este asunto cuanto antes, después de todo debo de darle el beneficio de la duda —comento, manteniéndome impasible. Víctor frunce más el ceño, casi juntando sus tupidas cejas.

—¿Acaso siempre es así de incompetente? —alega, su voz es enronquecida, se contiene tanto que hasta tiembla de cólera.

—Tengo mis razones para hacerlo, así que no saque conjeturas apresuradas.

—Mire, mujer —rebate, apuntándome feroz con un dedo—; si ese infeliz llega a evadir el castigo que se merece haré que usted lo pague por él.

Como si fuera un llamado a la paz, el teléfono suena. Víctor guarda silencio viendo el aparato que enseguida contesto.

—Dime, Isabela —contesto con tono de voz grave, producto del enfado que trato de aplacar.

—Señora Carmin, el señor Gerald Luggo está aquí —informa. Doy una honda inhalación, rogando tener la valía para afrontar esta situación siendo Víctor testigo pues es más que seguro que no se irá.

Cuestión de Tiempo [Cuestiones II] ©Where stories live. Discover now