6

480 64 17
                                    

Pasamos toda la tarde sumergidas en un mar de libros, hojas con resúmenes, lapices y resaltadores. Cada una en su mundo, lo cual me alegraba ya que no era muy cercana a Yoobin, o Dami, como la llamaba Handong.
Lo que importaba era que al fin entendía cómo componer una sal de forma correcta. Llegué a casa y pasé a mi habitación con la esperanza de ver a Minji otra vez, ya que curiosamente no la había visto ni en el camino de vuelta. Por lo general siempre estaba... Le resté importancia a la presión que eso causaba en mi pecho, seguro no pasaba nada.

Entonces llegaron la luna y las estrellas, se hizo la hora de dormir. Pero no tenía sueño, necesitaba ver a Minji. La llamaba y no llegaba, no aparecía.
Fue cuando tomé la preocupación en serio.

Nuestro satélite iluminaba con fuerza mi habitación. Como si fuera un farol que se asomaba por la ventana.
Se escucha el viento pasear fuera de mi casa, los grillos cantar. La noche estaba tranquila. 

Todo lo contrario a mi corazón, a mi cabeza. Que desesperados no dejaban de pensar en mi novia. Tal vez si la llamaba estando acostada llegaría, como la segunda noche. Apenas me saqué las zapatillas y me acosté debajo de las sabanas. Cerré los ojos y tomé una profunda respiración.

—Minji ven a mi.

Abrí los ojos rápidamente, y ya no estaba en mi habitación. No estaba en mi cama ni debajo de mis sabanas. Solo me rodeaba una espesa capa de obscuridad. Pues no importaba a donde volteara, no encontraba nada.
Aunque si distinguía mi cuerpo, fe no ser por eso me hubiera sentido ciega. Peor que eso. Me hubiera sentido indefensa.

Una corriente de aire frió se movió por detrás dándome un escalofrió y agitando mi corazón. Quise saber qué lo causo pero encontré el mismo vacío que antes. Poco a poco se aceleraba mi pulso, intentaba controlarlo pero cada pensamiento lo hacía más difícil. ¿qué estaba detrás mío?

La sombra de unas gélidas manos me tapó los ojos. El frío se fue esparciendo desde el rostro a cuello, un aliento bajo 0° golpeó cada milímetro de mi piel. De allí siguió el camino por mi columna, recorriendo cada vértebra y tocándos cada espacio en mi espalda. Temblaba, no solo por la baja temperatura, también del miedo y la desesperación. Por qué sería la pregunta, entonces la respondería si no sintiera las vía respiratorias totalmente obstruidas. No importaba la fuerza que hiciera para respirar, sentía que aire no llegaba a los pulmones. Quería soltarme, necesitaba soltarme. Mis manos no tenían la fuerza suficiente para arrancar de mi cuello lo que sea que no me dejaba respirar y la situación solo mareaba a los pensamientos que, desesperados, corrían de un lado a otro de mi cabeza. Todo daba vueltas, quería llorar, quería dejar de temblar. ¡Tenía que ser fuerte! No podía perder tan fácil, no me iría del mundo sin verla por última vez.

Bienvenida Yoohyeon.—Seguro mis oídos me jugaba en contra. Esa no podía ser la voz de Minji. Solo estaba mareada por la brusca caída al suelo. Mi cerebro necesitaba oxigeno para procesar bien esa voz que definitivamente no era la de ella. No podía serlo, por que ella no me haría nada malo.

¿Ahora dónde estaba? Tardé en notar que estaba tirada en el piso del aula de clases. Parecía que era de noche ya que las luces no iluminaba tanto como lo hacían normalmente.
No sabía porqué ni cómo había llegado pero poco me importó al ver a Minji recostada en el marco de la puerta. Me apuré en ir a su lado. Lo único que quería era un abrazo suyo. Sentirme a salvo entre sus brazos.

Pero mientras más me acercaba más retrocedía y se adentraba en los pasillos. Sonrió contagiándome su accionar. Pero su expresión fue tornándose diferente. Su cabeza se inclinó a la derecha y lamió sus labios. Su sonrisa era exagerativamente larga. Me observaba, como si fuera a comerme. Y no de la forma en la que me gustaba. ¿por qué sus ojos no brillaban con alegría? Estaban apagados y realmente parecía capaz de tragarme de un solo bocado. No podía ser ella, solo era un sueño. Una pesadilla.

—¿Qué ocurre, Yoo? ¿no te seguirás acercando?... ¿Acaso me tienes miedo, pequeña?—abrió su boca, solo para que lograra ver sus puntiagudos dientes, y como éstos eran repasados con su lengua

—No. —tragué secó y ruidoso—Claro que no tengo miedo. Minji vendrá a salvarme de esta pesadilla.

—Yo soy Minji. Y tu corazón agitado no me dice lo mismo.—Comenzó a acercarse y esta vez yo me alejé, pero fue más rápida y alcanzó mi muñeca con la mano. La otra fue hacia mi mentón.—Me tienes miedo, lo sé. Lo siento en tus ojos, en tu respiración. En como aun siquiera has pensado alejarte... Sé lo que piensa; cómo piensas. Leo tu mente como si fuera un libro abierto.

—¿Y qué estoy pensando ahora?—La reté. Nunca podría adivinar que, pese al temor, aun seguía viendo a mi hermosa y sexy novia. Físicamente eran iguales.

—No soy hermosa y sexy como tu novia. Soy tu novia ¿por qué no me crees?

—Porque no lo eres. Minji no es un animal, no es malvada como tú. Nunca me haría daño y sé que quieres hacerlo... MINJI VEN A MI AHORA.—aquél grito fue acompañado por un empujo para mi contraría. Conseguí liberarme y dejarla confundida por unos segundos. Todo pasó tan rápido que no noté cuando comencé a correr.

Corrí tan rápido como me lo permitían mis piernas. Aún sin mirar atrás sabía que me estaba siguiendo y que estaba en problemas. Por eso deseaba despertar cuanto antes. Por que eso llamaba a su nombre pese a que en mi interior comenzaba a creer en la mínima posibilidad de que si fuera Minji quién me perseguía. Pero era imposible. 

Torcí el pie por accidente, caí en consecuencia. Sentí que ese sería mi fin. Vi mi vida pasar en tan solo unas centésimas de segundo, tan rápido como los latidos de mi corazón.

Desperté sentada en mi cama. Toda traspirada, agitada. Con el pulso a mil km por hora. Pero entonces la vi sentada a la altura de mis pies y salté a sus brazos. Me escondí en su pecho como si allí no hubiera peligro, y es que no lo había. Minji me cuidaría, ella era mi ángel.

—¿Por qué tuviste que despertar, Namu? Estaba empezando la parte divertida del juego.

Cazadora de PesadillasWhere stories live. Discover now