26. De mal en peor.

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Aunque no tuviera el conocimiento de qué hora era, sabía que era muy temprano, y que toda la familia de Mateo estaría aun durmiendo.

No dejaba de dar vueltas en la cama tratando dormir otra vez, pero sentía el cuerpo de mi novio a mi lado y no quería ser el motivo por el que se levantara tan temprano.

Después de unos minutos en la misma situación, decidí sentarme sobre la cama, prender la televisión y esperar a que la persona acostada a mi lado mostrara señales de vida.

Lastimosamente, ese deseo de salir a comer algo duró aproximadamente una hora, eso fue lo que tardó Mateo en despertarse.

—¿Cuánto llevas despierta? —pregunta, lo cual me toma por sorpresa, haciendo que dé un pequeño salto sobre mi puesto.

—Que susto... —susurro para mi poniendo mi mano sobre mi pecho— bastante —respondo después.

—¿Por qué no me despertaste?

Le dedico una mirada con obviedad, para luego devolver mi mirada al gran aparato frente a la cama.

—No quería que te levantaras tan temprano.

—Que considerada —dice con falsa amabilidad.

Se endereza sobre la cama, para luego acercarse a mi.

—¿Tienes hambre, verdad? —pregunta después de un incómodo silencio, sin embargo, no le respondo— por eso tu mal genio.

Me encojo de hombros, y aunque tuviera mi intensa mirada sobre el televisor, no le ponía atención a lo que decían en el. Estaba pendiente de sus movimientos y de cómo me miraba.

Pero no dice nada más, se deshace de las cobijas con las que hace un rato estaba durmiendo, se pone de pie y comienza a caminar a la salida de la habitación.

Volteo a verlo aún silenciosa, mirando su espalda desnuda, y pienso en cómo despertó sin camisa, ya que al irnos a dormir, iba con una camisa azul.

Hice lo mismo que él, me puse de pie y le seguí los pasos hasta la cocina. Al llegar ahí, comenzó a preparar casi profesionalmente comida. Sus brazos se movían fácilmente, haciendo su trabajo con los utensilios de cocina, y su cuerpo se trasladaba por la cocina fácilmente agarrando todo lo que necesitaba.

—Pareces profesional —comenté después de unos minutos de ver su cuerpo.

El me dedica una rápida mirada antes de volver a lo suyo y después responder:

—No parezco, lo soy.

—Que ego más grande tienes —digo— mejor termina rápido.

Lo miro asentir con la cabeza en silencio, presiento que tiene una sonrisa burlona sin que yo pueda verlo.

Después de unos cuantos minutos, él se voltea con dos platos en sus manos, los cuales tienen huevos revueltos, pan tostado y uvas. A pesar de que se demoró mucho preparando todo, al final terminó siendo muy poco.

—Ya deberías saber que yo como mucho más.

—Lo sé —admite— esto no es lo único que te voy a dar de desayuno.

Asiento, luego voy al comedor y me siento en donde el me señala.

Después comienza a traer variedad de cosas, jugo, café, sándwiches, mantequilla de maní, entre otras.

—Ahora me quieres engordar.

—Bueno, me estoy asegurando que nadie más quiera estar contigo.

Entre cierro los ojos junto a una sonrisa burlona en mi labios, sabía que lo decía en broma, pero me gustaba ese toque con el que lo decía, sonaba sincero.

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